08 de febrero, 1996 - Despedida de El Salvador
VISITA PASTORAL A GUATEMALA,
NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA
CEREMONIA DE DESPEDIDA DE EL SALVADOR
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Aeropuerto internacional de «Ilopango»
Jueves 8 de febrero de 2005
Señor Presidente de la República,
amados hermanos en el episcopado,
ilustres autoridades y miembros del Cuerpo diplomático,
queridos hijos e hijas de El Salvador:
1. He vivido una densa jornada con el Pueblo de Dios que peregrina en las bellas tierras de El Salvador, lo cual ha deja do en mí una profunda huella. Me llevo el recuerdo de los rostros de tantas personas, llenos de fe y esperanza, que he podido contemplar a lo largo de este día en los lugares que el intenso programa me ha con sentido visitar. Me habéis brindado una cordial hospitalidad, expresión genuina del alma salvadoreña, pero sobre todo quiero resaltar que he podido compartir con vosotros profundos momentos de oración y de reflexión en la Santa Misa, en el encuentro con los jóvenes y en la visita a la Catedral Metropolitana.
2. Pido a Dios que bendiga y recompense a todos los que han colaborado en la realización de esta nueva Visita. Le agradezco, Señor Presidente, su presencia aquí, así como su amable recibimiento. Estoy muy reconocido a mis Hermanos Obispos de El Salvador, por la solicitud pastoral con la que han preparado la visita y por su calurosa acogida. Mi gratitud se dirige también a todas las Autoridades de la Nación, que han facilitado y cooperado en el desarrollo de los diversos actos, permitiendo así que fueran muchos los que han podido tomar parte o seguir los diversos eventos. Agradezco también la presencia del Cuerpo Diplomático que, con su labor orientada a la promoción del bien común de la humanidad y de la cooperación entre los pueblos, pone de relieve la unidad de la gran familia humana.
3. Como Sucesor del apóstol Pedro y siguiendo el mandato del Señor, vine a confirmaros en la fe, a impulsar la nueva evangelización y a dejaros un mensaje de paz y reconciliación en Cristo. He sentido gran alegría al constatar que se ha pasado de la guerra al diálogo. Por eso, os aliento a seguir trabajando juntos para que el conocido dinamismo salvadoreño produzca abundantes frutos de bienestar y prosperidad espiritual y material. La consolidación de las instituciones, el desarrollo de la actividad económica y del sistema educativo y sanitario necesitan la colaboración de todos.
4. Antes de abandonar esta capital, quiero extender mi mirada a toda la región centroamericana, llamada a realizar sus nobles ideales avanzando por el camino ya comenzado de la integración. San Salvador es la sede del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), y por eso expreso mis fervientes votos para que en un futuro cercano las Naciones del Istmo, que comparten el mismo patrimonio cristiano y la misma lengua, puedan gozar de los beneficios de la unidad y la concordia. Invito, pues, a todos a aunar esfuerzos y a superar obstáculos para que los queridos pueblos centroamericanos entren en un nuevo orden de colaboración generosa en favor del bien común, de modo que se superen la angustia causada por la pobreza, las desigualdades injustas, el desprecio de los derechos humanos inalienables y los límites a las libertades fundamentales.
5. Queridos salvadoreños: me voy con una gran confianza en el futuro de esta amada tierra; vivid a la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno, sabiendo que, hoy y siempre, Dios os ama. Que Él os bendiga y os recompense abundantemente.
© Copyright 1996 - Libreria Editrice Vaticana