15 de septiembre - Al cardenal Edmund Casimir Szoka
CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL CARDENAL EDMUND CASIMIR SZOKA
Al venerado hermano
Señor cardenal EDMUND CASIMIR SZOKA
Arzobispo emérito de Detroit
Presidente de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano
y Presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano
En septiembre de 2002, al acercarse la fecha de su 75° cumpleaños, mi venerado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo II le pidió que continuara en los cargos de presidente de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y de presidente de la Gobernación del mismo Estado de la Ciudad del Vaticano.
Cuando yo fui llamado, por voluntad del Señor, a asumir la responsabilidad de guiar a todo el pueblo de Dios como sucesor del apóstol san Pedro, no creí oportuno privarme de su apreciada colaboración; por eso, lo confirmé en esos cargos, que usted ha desempeñado hasta hoy con entrega generosa.
Hoy, 15 de septiembre, como ya le había comunicado, venerado hermano, el pasado 22 de junio, le sucede en esas mismas funciones monseñor Giovanni Lajolo, arzobispo titular de Cesariana, hasta hoy secretario de la Secretaría de Estado para las Relaciones con los Estados.
En este momento tan significativo para usted, deseo expresarle mi más viva gratitud por la fidelidad y la competencia con que usted, señor cardenal, ha llevado a cabo las sucesivas misiones pastorales que le han sido encomendadas por mis venerados predecesores en Estados Unidos y al servicio de la Iglesia universal.
En particular, me complace recordar el ministerio que usted desempeñó con celo apostólico como obispo de Gaylord en Michigan y, sucesivamente, como arzobispo de Detroit. En enero de 1990, el amado Pontífice Juan Pablo II lo llamó a Roma para que asumiera la responsabilidad de presidente de la Prefectura para los asuntos económicos de la Santa Sede y luego, en octubre de 1997, la de presidente de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, a la que, en febrero de 2001, se añadió la presidencia de la Gobernación del mismo Estado de la Ciudad del Vaticano. En estos diferentes campos de ministerio pastoral usted actuó con pasión y sin escatimar energías ni tiempo. Estoy seguro de que con igual disponibilidad seguirá trabajando, también en el futuro, por la Iglesia y por la Santa Sede. Por eso le expreso mi gratitud, a la vez que le confirmo mi estima y mi afecto, para que le sostengan e infundan en su alma alegría y serenidad.
Encomiendo su persona a la protección especial de la Virgen María, Madre de la Iglesia, y asegurándole un recuerdo especial en mi oración, le imparto de corazón, como prenda de abundantes recompensas divinas y de mi cercanía fraterna, la bendición apostólica, que de buen grado extiendo a todo el personal de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y a sus seres queridos.
Castelgandolfo, 15 de septiembre de 2006, segundo año de mi pontificado
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