A la Conferencia episcopal de Eslovenia
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ESLOVENIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Jueves 24 de enero de 2008
Venerados hermanos en el episcopado:
Al llegar a su fin vuestra visita ad limina Apostolorum, es para mí una gran alegría acogeros, queridos pastores de la Iglesia que está en Eslovenia. Os saludo con afecto, y agradezco a monseñor Alojzij Uran, arzobispo metropolitano de Liubliana y presidente de vuestra Conferencia episcopal, las amables palabras que acaba de dirigirme.
Desde la anterior visita ad limina,que tuvo lugar en abril del año 2001, vuestro país ha experimentado cambios de notable importancia en el ámbito de las instituciones civiles. Ante todo, el 1 de mayo de 2004, Eslovenia entró a formar parte de la Unión europea, y en aquella circunstancia los obispos dirigieron una carta pastoral a todos los fieles. Además, el 1 de enero de 2007 el país adoptó la moneda única europea. Por último, a finales del año pasado se insertó en el ámbito del Tratado de Schengen para la libre circulación. Como coronamiento de dicha evolución, durante este semestre se asignó a Eslovenia la presidencia de turno de la Unión europea.
Estos importantes acontecimientos que he recordado no tienen carácter eclesiástico, pero no por ello carecen de interés para la Iglesia, porque conciernen a la vida de las personas, en particular al horizonte de los valores en Europa, como subraya con razón la citada carta pastoral del 23 de abril de 2004. Esta carta puede parecer hoy demasiado optimista. Evidentemente, se proponía valorar los aspectos positivos, pero sin ignorar los problemas y los peligros.
A distancia de casi cuatro años del ingreso de Eslovenia en la Unión europea, me parece que cuanto afirmáis conserva todo su valor: si Europa quiere ser cada vez más una tierra de paz, conservando como uno de los valores fundamentales el respeto de la dignidad de la persona humana, no puede renegar del componente principal —en el plano espiritual y ético— de dicho fundamento, es decir, el componente cristiano.
Los humanismos no son todos iguales, ni son equivalentes desde el punto de vista moral. No me refiero aquí a los aspectos religiosos; me limito a los ético-sociales. En efecto, según la visión del hombre que se adopte, las consecuencias para la convivencia civil serán diversas. Por ejemplo, si se concibe al hombre de modo individualista, según una tendencia hoy generalizada, ¿cómo justificar el esfuerzo por construir una comunidad justa y solidaria?
A este propósito, quisiera retomar una expresión de vuestra carta ya citada: "El cristianismo es la religión de la esperanza: esperanza en la vida, en la felicidad sin fin, en la realización de la fraternidad entre todos los hombres". Esto es verdad en todos los continentes, y lo es también en una Europa donde a muchos intelectuales les resulta aún difícil aceptar que "la razón y la fe se necesitan mutuamente para realizar su verdadera naturaleza y su misión" (Spe salvi, 23).
Reconocemos aquí el desafío principal que debe afrontar hoy la Iglesia en Eslovenia. El laicismo de estilo occidental, diverso y quizá más encubierto que el marxista, presenta signos que no pueden menos de preocuparnos. Basta pensar, por ejemplo, en la búsqueda desenfrenada de los bienes materiales, en la disminución de la natalidad, y también en el descenso de la práctica religiosa, con una sensible disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
Ya desde hace tiempo la comunidad eclesial eslovena está comprometida en responder al desafío del laicismo en diversos niveles y en varias direcciones. Ante todo, me complace recordar el Concilio plenario nacional, que celebrasteis entre 1999 y 2000, cuyo tema se hacía eco de las palabras que Moisés dirigió al pueblo de Israel a punto de entrar en la tierra prometida: "Escoge la vida" (Dt 30, 19). Cada generación está llamada a renovar esta elección, entre "la vida y el bien, entre la muerte y el mal" (cf. Dt 30, 15). Y nosotros, pastores, tenemos el deber de indicar a los cristianos el camino de la vida, para que sean a su vez sal y luz de la sociedad.
Por tanto, animo a la Iglesia que está en Eslovenia a responder a la cultura materialista y egoísta con una coherente acción evangelizadora, que parta de las parroquias, pues las comunidades parroquiales, más que otros organismos, pueden y deben poner en marcha iniciativas y actos concretos de testimonio cristiano. Este necesario compromiso pastoral se ve facilitado también por la reestructuración de las circunscripciones eclesiásticas que realicé en el año 2006, con la creación de tres nuevas diócesis y la elevación de Maribor a sede metropolitana, para permitir que los obispos estén más cerca de sus sacerdotes y fieles, y los acompañen más eficazmente en su camino de fe y en su compromiso apostólico.
Queridos y venerados hermanos, para la primavera de 2009 habéis convocado el Congreso eucarístico nacional, invitándome también a visitar el país en esa circunstancia. A la vez que os agradezco este amable gesto y encomiendo al Señor dicho proyecto, os felicito desde ahora por la iniciativa de convocar a toda la comunidad en torno al misterio eucarístico, "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen gentium, 11). Mi venerado predecesor Juan Pablo II concluyó su largo pontificado estimulándonos a dirigir el corazón a la Eucaristía. Yo acepté esa invitación y, después de la Asamblea del Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía de octubre de 2005, escribí la exhortación apostólica Sacramentum caritatis.
Por consiguiente, tenéis una gran riqueza de enseñanzas que podéis aprovechar para la preparación de vuestro Congreso, acontecimiento eclesial que —estoy seguro— constituirá para vuestras comunidades una ocasión propicia para retomar las conclusiones del reciente Concilio plenario esloveno y ponerlas en práctica.
La Eucaristía y la palabra de Dios —a esta última estará dedicada la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos— constituyen el verdadero tesoro de la Iglesia. Cada comunidad, fiel a la enseñanza de Jesús, debe utilizar los bienes terrenos simplemente como servicio al Evangelio y coherentemente con los dictámenes del Evangelio.
Al respecto, el Nuevo Testamento es muy rico en enseñanzas y ejemplos normativos, para que en todos los tiempos los pastores puedan afrontar correctamente el delicado problema de los bienes temporales y su uso apropiado. En todas las épocas de la Iglesia, el testimonio de pobreza evangélica ha sido un elemento esencial de la evangelización, como lo fue en la vida de Cristo. Por tanto, es preciso que todos, pastores y fieles, se comprometan en una conversión personal y comunitaria, para que una fidelidad cada vez mayor al Evangelio en la administración de los bienes de la Iglesia dé a todos el testimonio de un pueblo cristiano comprometido en sintonizarse con las enseñanzas de Cristo.
Venerados y queridos hermanos, doy gracias al Señor, que durante estos días nos ha concedido reavivar vuestros vínculos de comunión, y los de vuestras Iglesias con la Sede de Pedro. Que os protejan y sostengan el beato Antonio Martín Slomsek y los demás santos particularmente venerados en vuestras comunidades. Que María santísima, Madre de la Iglesia, vele siempre sobre vuestro ministerio y os obtenga abundantes gracias celestiales.
Por mi parte, os aseguro un recuerdo en la oración y de corazón os imparto la bendición apostólica, extendiéndola a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral.
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