A los fieles de Argentina, 25 de Mayo de 1982

Autor: Juan Pablo II

 

CARTA DE JUAN PABLO II
A LOS FIELES DE ARGENTINA

A los queridos hijos e hijas de la Nación Argentina

1. Os escribo por mi propia mano, porque siento que debo repetir el gesto paternal del Apóstol Pablo hacia sus hijos, afianzándoles en la fe.

Os escribo esta carta impulsado por un sentimiento de afecto y de solicitud hacia la Iglesia una y universal, que está en toda la tierra, en todas las naciones y pueblos. Os escribo porque juzgo que es necesaria una particular aclaración a vosotros que vivís en tierra argentina. Requieren esa aclaración los problemas planteados por mi viaje apostólico y pastoral a Inglaterra, Escocia y Gales en el tiempo de Pentecostés del año en curso.

Si en las últimas semanas no se hubiesen verificado los trágicos acontecimientos que tienen su punto central en la región meridional del Océano Atlántico y que están relacionados con el conflicto entre Argentina y Gran Bretaña, este viaje no requeriría explicación alguna, como no ha sido necesaria para cualquier otro viaje hecho para visitar las Iglesias que se hallan en los diversos países y continentes. Sin embargo, en vista de las dolorosas circunstancias actuales, debo daros esta aclaración, sabiendo que la queréis aceptar como testimonio leal de afecto, en el servicio evangélico al mundo.

2. El viaje del Papa a las Iglesias de Inglaterra, Escocia y Gales está programado desde hace dos años, y desde hace año y medio se está llevando a cabo una preparación intensa que se concreta en una serie de acciones de tipo pastoral. La expectativa surgida para cumplir el objetivo de estos preparativos es tal que no puedo menos de realizar esta visita que viene a coronar siglos de fidelidad de esos católicos a la Iglesia y al Papa. Por otra parte, a pesar de las insistencias que he hecho para tratar de aplazar mi viaje, los Obispos de Gran Bretaña se han manifestado y continúan manifestándose unánimes en afirmar la absoluta imposibilidad de tal aplazamiento, que a su juicio equivaldría prácticamente a una cancelación.

La cancelación del viaje sería una desilusión no sólo para los católicos sino también para muchísimos no católicos que lo consideran, como es en realidad, singularmente importante también por su significado ecuménico. Saben todos ellos bien, en efecto, que la visita del Papa tiene un carácter estrictamente pastoral y en ningún modo político.

Tal carácter estrictamente pastoral y ecuménico es tan esencial y prevalente que, dadas las circunstancias, los representantes del mundo gubernamental se han retirado espontáneamente de todos los contactos ya previstos y que normalmente han tenido lugar en otras circunstancias durante visitas semejantes.

El programa prevé un encuentro con los altos representantes de la Comunión anglicana y con los representantes de las otras Comunidades cristianas separadas de la Iglesia católica.

Está prevista asimismo una visita a la Reina Isabel que, como bien se sabe, tiene también una especialísima posición en la Iglesia de Inglaterra.

3. Al emprender este viaje – a pesar de todas las dificultades que van acumulándose y con mi ánimo cargado de dolor por las muertes que origina el conflicto entre Argentina y Gran Bretaña – abrigo la firme esperanza de que se encuentre pronto, gradualmente, una solución honrosa por los caminos de una negociación pacífica. Por parte mía, no he dejado de esforzarme desde el principio, con todos los medios a mi alcance, en favor de una solución que, manteniendo el carácter de una decisión justa y conforme con el sentido del honor nacional, sea capaz de ahorrar a ambas partes, y quizá también a otras sociedades, derramamientos de sangre y otros efectos terribles de la guerra. Por esta intención he rogado asimismo muchas veces, en particular durante mi última peregrinación a Fátima y de modo especialísimo en la Misa concelebrada por mí, el día 22 del mes en curso, en la Basílica de San Pedro, junto con los Pastores de la Iglesia en Argentina, en América Latina y los de la Iglesia en Inglaterra, Escocia y Gales. Quedan aun vivas, con toda su exigencia, las frases que en tan histórica ocasión pronuncié: la paz es posible, la paz es un deber imperioso.

Mis das de permanencia en Gran Bretaña seguirán siendo una incesante plegaria en favor de la paz, elevada junto con el Pueblo de Dios que lleva esculpidas en su corazón las palabras de Cristo: “Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios”.

4. Sobre todo durante esos días mi pensamiento y mi afecto estarán también con vosotros, amados hijos de Argentina. Es bien conocida mi predilección por vuestro País y por toda América Latina donde ya he realizado dos visitas que conservo vivas en mi corazón de Pastor Universal. En mis proyectos entra realizar una tercera a principios del próximo año. No obstante, hondamente preocupado por la causa de la paz y movido por el amor a vosotros, tan probados en estos momentos de dolor, desearía dirigirme incluso directamente desde Inglaterra a Argentina y allí, entre vosotros y con vosotros, queridos hermanos y hermanas, elevar la misma plegaria por la victoria de la justa paz sobre la guerra. Abrigo la esperanza de que pronto os uniréis al Papa en el Santuario de la Madre de Dios en Luján, consagrando vuestras familias y vuestra Patria católica al Corazón maternal de la Madre de Dios. Este breve viaje no comportaría la renuncia a una visita pastoral a vosotros, hecha a su debido tiempo, con un programa apropiado y previa la debida preparación.

5. Os pido especialmente a vosotros, Venerables Hermanos en el Episcopado, que pongáis de manifiesto ante vuestra sociedad el verdadero significado del viaje apostólico del Obispo de Roma, sobre todo si tal significado fuera presentado bajo un prisma falso, para minar la credibilidad de su servicio universal. Sed a la vez, aun dentro de las justas exigencias del patriotismo, portavoces de esa unidad que en Cristo y ante Dios, Creador y Padre, abraza a todos los pueblos y naciones, por encima de lo que los distingue, divide o incluso opone recíprocamente.

La Iglesia, aun conservando el amor hacia cada nación particular, no puede menos de tutelar la unidad universal, la paz y la comprensión mutua. De esta manera, aun en medio de las tensiones políticas y de las calamidades que comporta la guerra, la Iglesia no deja de testimoniar la unidad de la gran familia humana y busca los caminos que ponen de manifiesto tal unidad, por encima de divisiones trágicas. Son los caminos que conducen a la justicia, al amor y la paz.

En prueba de mi afectuosa cercana os envío, con la seguridad de mis oraciones, una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 25 de Mayo de 1982.

IOANNES PAULUS PP. II