A los miembros de la Fundación Papal
PALABRAS DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA "FUNDACIÓN PAPAL"
Viernes 5 de mayo de 2006
Queridos amigos en Cristo:
En este tiempo gozoso, en el que damos gracias y alabamos a Dios por la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, me complace saludaros a vosotros, miembros de la "Fundación Papal", con ocasión de vuestra peregrinación anual a Roma. "Gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Flp 1, 2).
Nuestra fe pascual nos da la esperanza de que el Señor resucitado transformará verdaderamente el mundo. En su resurrección reconocemos el cumplimiento de la promesa de Dios al pueblo exiliado de Israel: "He aquí que yo abro vuestros sepulcros; os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel" (Ez 37, 12). En verdad, Cristo resucitado da una esperanza y una fuerza renovadas a muchas personas de nuestro tiempo que sufren injusticias o privaciones y anhelan vivir con la libertad y la dignidad de los hijos de Dios.
Cristo prometió enviar el Espíritu Santo para encender el corazón de los creyentes, impulsándolos a amar a sus hermanos y hermanas como Cristo los amó y a testimoniar, con su actividad caritativa, el amor del Padre a toda la humanidad (cf. Deus caritas est, 19). El fruto de ese don del Espíritu puede verse claramente en la ayuda que la "Fundación Papal" da en nombre de Cristo a los países en vías de desarrollo, en forma de proyectos de ayuda, subvenciones y becas. Os agradezco sinceramente vuestro apoyo y la ayuda que me dais en el cumplimiento de mi misión de apacentar la grey de Cristo en todo el mundo.
Os aseguro que vuestro amor a la Iglesia y vuestro compromiso en la práctica de la caridad cristiana son profundamente apreciados.
Mientras nos preparamos para celebrar la gran efusión del Espíritu en Pentecostés, os animo a continuar en vuestro generoso compromiso para que la llama del amor divino siga resplandeciendo por doquier en el corazón de los creyentes.
Encomendándoos a la intercesión de la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, os imparto de corazón mi bendición apostólica a vosotros y a vuestras familias como prenda de alegría y de paz en el Salvador resucitado.
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