A los niños y muchachos de la Acción católica italiana
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS NIÑOS Y MUCHACHOS
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA
Jueves 21 de diciembre de 2006
Queridos muchachos y muchachas de la Acción católica italiana:
También este año habéis querido visitar al Papa en la inminencia de la santa Navidad. Os acojo con afecto y os agradezco de corazón vuestra presencia, portadora como siempre de alegría y entusiasmo. A través de vosotros saludo a todos los muchachos de la Acción católica de todas las diócesis italianas, a quienes vosotros representáis aquí. Saludo de corazón a vuestro consiliario general, mons. Francesco Lambiasi, y al presidente, prof. Luigi Alici, así como a todos vuestros educadores.
Me habéis dicho que este año vuestro camino formativo se centra en la belleza al buscar la verdad. Por eso, habéis escogido un eslogan sencillo y eficaz: "Belleza y verdad". La Navidad es el gran misterio de la verdad y de la belleza de Dios, que viene a habitar en medio de nosotros para la salvación de todos.
El nacimiento de Jesús no es una fábula; es una historia que aconteció realmente en Belén hace dos mil años. La fe nos hace reconocer en ese pequeño Niño, nacido de María Virgen, al verdadero Hijo de Dios, que por amor a nosotros se hizo hombre. "El rey del cielo viene a una cueva, en medio del frío y del hielo", reza el villancico "Tu scendi dalle stelle", conocido en todo el mundo.
En el rostro de Jesús niño contemplamos el rostro de Dios, que no se revela en la fuerza o el poder, sino en la debilidad y en la frágil constitución de un niño. Este "Niño Dios", envuelto en pañales y recostado en el pesebre con maternal solicitud por su madre, María, revela toda la bondad y la infinita belleza de Dios. Manifiesta la fidelidad y la ternura del amor ilimitado que Dios nos tiene a cada uno.
Por esto hacemos fiesta en Navidad, reviviendo la experiencia de los pastores de Belén. Juntamente con muchos padres y madres que trabajan cada día afrontando continuos sacrificios, hacemos fiesta con los niños, los enfermos, los pobres, porque con el nacimiento de Jesús el Padre celestial respondió al deseo de verdad, de perdón y de paz de nuestro corazón. Y respondió con un amor tan grande que nos sorprendió: nadie hubiera podido imaginarlo jamás, si Jesús no nos lo hubiera revelado.
El asombro que experimentamos ante el encanto de la Navidad se refleja, de alguna manera, en la maravilla de todo nacimiento y nos invita a reconocer al Niño Jesús en todos los niños, que son la alegría de la Iglesia y la esperanza del mundo. El recién nacido que viene al mundo en Belén es el mismo Jesús que recorrió los caminos de Galilea y dio su vida por nosotros en la cruz; es el mismo Jesús que resucitó y, después de subir al cielo, sigue guiando a su Iglesia con la fuerza de su Espíritu. Esta es la verdad hermosa y grande de nuestra fe cristiana.
Queridos muchachos de la Acción católica, el Papa os quiere, confía en vosotros y os encomienda hoy la tarea de ser amigos y testigos de Jesús, que en Belén vino a habitar en medio de nosotros. ¿No es hermoso darlo a conocer cada vez más entre vuestros amigos, en las ciudades, en las parroquias y en vuestras familias? La Iglesia os necesita para estar cerca de todos los niños y muchachos que viven en Italia. Testimoniad que Jesús no quita nada a vuestra alegría, sino que os hace más humanos, más verdaderos, más hermosos. Gracias, una vez más, por vuestra visita. Os bendigo con afecto a vosotros, a vuestros seres queridos, educadores y consiliarios, así como a todos los amigos de la Acción católica. ¡Feliz Navidad!
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