A los nuevos cardenales con sus familiares y amigos
CONSISTORIO ORDINARIO PÚBLICO
PARA LA CREACIÓN DE NUEVOS CARDENALES
PALABRAS DEL PAPA BENEDICTO XVI
A LOS NUEVOS CARDENALES, CON SUS FAMILIARES Y AMIGOS
Lunes 26 de noviembre de 2007
Señores cardenales;
queridos hermanos en el episcopado y en el presbiterado;
queridos amigos:
Este encuentro prolonga el clima de oración y comunión que hemos vivido en estos días de fiesta por la creación de veintitrés nuevos cardenales. El consistorio y la celebración eucarística de ayer, solemnidad de Cristo Rey, nos han brindado una ocasión singular para experimentar la catolicidad de la Iglesia, bien representada por la variada procedencia de los miembros del Colegio cardenalicio, reunidos en estrecha comunión en torno al Sucesor de Pedro.
Por tanto, me alegra dirigir una vez más mi cordial saludo a estos nuevos purpurados y, juntamente con ellos, os saludo a todos vosotros, familiares y amigos, que habéis venido para acompañarlos en un momento tan importante de su vida.
Os saludo en primer lugar a vosotros, queridos cardenales italianos. Lo saludo a usted, señor cardenal Giovanni Lajolo, presidente de la Comisión pontificia y de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano; lo saludo a usted, señor cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la basílica vaticana, mi vicario general para la Ciudad del Vaticano y presidente de la Fábrica de San Pedro; lo saludo a usted, señor cardenal Raffaele Farina, archivero y bibliotecario de la santa Iglesia romana; lo saludo a usted, señor cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo metropolitano de Génova y presidente de la Conferencia episcopal italiana; lo saludo a usted, señor cardenal Giovanni Coppa, ex nuncio apostólico en la República Checa; lo saludo a usted, señor cardenal Umberto Betti, ex rector de la Pontificia Universidad Lateranense.
Venerados y queridos hermanos, muchas personas amigas, unidas a vosotros por diversos vínculos, os acompañan en esta circunstancia a la vez solemne y familiar. Exhorto a cada uno a seguir brindándoos su amistad y su estima, y a orar por vosotros, ayudándoos así a seguir sirviendo fielmente a la Iglesia y a dar en las diversas tareas y ministerios, que la Providencia os encomienda, un testimonio cada vez más generoso de amor a Cristo.
Me alegra saludar a los nuevos miembros del Colegio de los cardenales. Al arzobispo de París, cardenal André Vingt-Trois; al arzobispo de Dakar, cardenal Théodore-Adrien Sarr, así como a sus familiares y diocesanos, que han querido acompañarlos en esta feliz circunstancia. Que las ceremonias que hemos vivido durante los dos días anteriores fortalezcan vuestra fe y vuestro amor a Cristo y a la Iglesia. Os invito también a sostener a vuestros pastores y a acompañarlos con vuestra oración, para que guíen siempre con solicitud al pueblo que les ha sido encomendado. No olvidemos tampoco pedir a Cristo que haya jóvenes que acepten comprometerse en el camino del sacerdocio.
Saludo cordialmente a los prelados de lengua inglesa que he tenido la alegría de elevar a la dignidad de cardenal en el consistorio del sábado pasado. Al cardenal John Patrick Foley, gran maestre de los Caballeros de la Orden ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén; al cardenal Seán Baptist Brady, arzobispo de Armagh (Irlanda); al cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India); al cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston (Estados Unidos); al cardenal John Njue, arzobispo de Nairobi (Kenia); al cardenal Emmanuel III Delly, patriarca de Babilonia de los caldeos.
Asimismo, me alegra tener esta oportunidad de saludar a sus familiares y amigos, y a todos los fieles que los han acompañado a Roma. El Colegio de los cardenales, cuyo origen se remonta al antiguo clero de la Iglesia romana, se encarga de la elección del Sucesor de Pedro y de aconsejarle en las cuestiones más importantes. Tanto en las oficinas de la Curia como en su ministerio en las Iglesias locales en todo el mundo, los cardenales están llamados a compartir de modo especial la solicitud del Papa por la Iglesia universal. El vivo color púrpura de su vestido se ha considerado tradicionalmente como signo de su compromiso de defender la grey de Cristo incluso con el derramamiento de su sangre. Al aceptar los cardenales la carga de este oficio, confío en que contarán con el apoyo de vuestras constantes oraciones y vuestra cooperación en sus esfuerzos por edificar el Cuerpo de Cristo en unidad, santidad y paz.
Dirijo un saludo cordial al cardenal Paul Josef Cordes, a su familia, a sus amigos y huéspedes procedentes de Alemania, así como a los fieles de su archidiócesis de Paderborn, de la que ha sido también obispo. Juntamente con vosotros, agradezco a nuestro nuevo cardenal el valioso servicio que presta al Sucesor de Pedro desde hace muchos años como presidente del Consejo pontificio "Cor unum". Seguid acompañándolo con vuestra oración y sostenedlo en su importante tarea de solicitud concreta por el servicio amoroso del Papa a los pobres y necesitados. Que el Señor os otorgue a todos su gracia.
Saludo cordialmente a los nuevos cardenales de lengua española, acompañados de sus familiares y de tantos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos venidos de Argentina, España y México. Argentina exulta de gozo por el cardenal Leonardo Sandri que, después de su servicio a la Santa Sede como sustituto de la Secretaría de Estado, preside ahora la Congregación para las Iglesias orientales, y también por el cardenal Estanislao Esteban Karlic, arzobispo emérito de Paraná, que durante tantos años ha servido solícita y abnegadamente a aquella comunidad eclesial. La Iglesia en España se alegra por el cardenal Agustín García-Gasco Vicente, arzobispo de Valencia, ciudad que visité el año pasado con motivo de la Jornada mundial de la familia; por el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, que anteriormente ha desarrollado un fructuoso ministerio en Tortosa y Tarragona; y también por el cardenal Urbano Navarrete, antiguo rector de la Pontificia Universidad Gregoriana, que ha consagrado su vida al estudio y enseñanza del derecho canónico. La Iglesia que peregrina en México se congratula por el cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Monterrey, cuya constante entrega pastoral se manifestó también en Toluca. Dirigimos nuestro pensamiento a la Virgen María, de la que vuestros pueblos son tan devotos, y le rogamos que interceda ante su divino Hijo por estos cardenales, para que haga muy fecundo su servicio a la Iglesia.
Saludo al cardenal Odilo Pedro Scherer, a los obispos que han querido acompañarlo juntamente con su familia, amigos y huéspedes. Aprovecho esta ocasión para recordar los días de mi viaje pastoral de este año a São Paulo y para renovar mi gratitud por la acogida que me dispensaron en su archidiócesis. Formulo votos para que este nombramiento a la púrpura cardenalicia contribuya a profundizar su amor a la Iglesia y a fortalecer la fe de sus fieles en Jesucristo, nuestro Salvador y Señor.
Saludo al cardenal Stanislaw Rylko y a sus huéspedes. Le agradezco todo lo que hace en favor de la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y le deseo abundantes gracias. Os encomiendo a todos al amor de Dios y os bendigo de corazón.
Por último, a vosotros, venerados y queridos neo-cardenales, os renuevo mi saludo fraterno y, a la vez que os aseguro mi oración, os pido que me acompañéis siempre con vuestra apreciada experiencia humana y pastoral. Cuento mucho con vuestro valioso apoyo, para poder desempeñar del mejor modo posible mi ministerio al servicio de todo el pueblo de Dios. Necesito este apoyo.
Y a vosotros, queridos hermanos y hermanas que los acompañáis con afecto, os doy una vez más las gracias por vuestra participación en los diversos ritos y momentos del consistorio. Seguid rezando por ellos y también por mí, a fin de que sea cada vez más fuerte la comunión de los pastores con el Papa, de forma que demos al mundo entero el testimonio de una Iglesia fiel a Cristo y dispuesta a salir con valentía profética al encuentro de las expectativas y exigencias espirituales de los hombres de nuestro tiempo.
Os pido que, al volver a vuestras diócesis, llevéis a todos mi saludo y la seguridad de mi recuerdo constante ante el Señor. Sobre vosotros, queridos nuevos cardenales, y sobre todos vosotros aquí presentes, invoco la protección de la celestial Madre de Dios y de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Con estos sentimientos, os imparto de corazón mi bendición.
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