A los obispos de Escandinavia en visita ad limina,25 marzo 2010 -Benedicto XVI
DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE ESCANDINAVIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Jueves 25 de marzo de 2010
Queridos hermanos en el episcopado:
Os doy la bienvenida a Roma con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum y agradezco al obispo Arborelius las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Ejercéis el gobierno pastoral sobre los fieles católicos en el extremo norte de Europa y habéis venido hasta aquí para expresar y renovar los vínculos de comunión entre el pueblo de Dios en aquellas tierras y el Sucesor de Pedro en el corazón de la Iglesia universal. Vuestro rebaño es pequeño numéricamente y se encuentra esparcido en un área muy vasta. Numerosos fieles deben recorrer grandes distancias para encontrar una comunidad católica en la que asistir al culto. Para ellos es muy importante comprender que cada vez que se reúnen en torno al altar para el sacrificio de la Eucaristía, están participando en un acto de la Iglesia universal, en comunión con todos sus hermanos católicos del resto del mundo. Esta comunión se ejerce y se profundiza mediante las visitas quinquenales de los obispos a la Sede apostólica.
Me complace saber que en mayo de este año tendrá lugar en Jönköping un Congreso sobre la familia. Uno de los mensajes más importantes que la gente de las tierras nórdicas necesita escuchar de vuestros labios es una exhortación a la centralidad de la familia para la vida de una sociedad sana. En los últimos años hemos asistido, tristemente, a un debilitamiento del compromiso en favor de la institución del matrimonio y de la concepción cristiana de la sexualidad humana, que durante tanto tiempo fue el fundamento de las relaciones personales y sociales en la sociedad europea.
Los niños tienen derecho a ser concebidos y llevados en el vientre, a nacer y crecer en el ámbito del matrimonio: a través de la relación segura y reconocida de sus padres pueden descubrir su propia identidad y alcanzar su desarrollo humano adecuado (cf. Donum vitae, 22 de febrero de 1987).
En sociedades con una noble tradición en la defensa de los derechos de todos sus miembros, cabría esperar que se diera prioridad a este derecho fundamental de los niños respecto a cualquier supuesto derecho de los adultos a imponerles modelos alternativos de vida familiar y, ciertamente, respecto a todo supuesto derecho al aborto. Puesto que la familia es "la primera e insustituible educadora para la paz" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2008), la promotora más fiable de cohesión social y la mejor escuela de virtudes de buena ciudadanía, defender y promover la vida familiar estable interesa a todos y, especialmente, a los gobiernos.
Aunque la población católica de vuestros territorios constituye sólo un pequeño porcentaje del total, está creciendo y, al mismo tiempo, un buen número de otras personas escucha con respeto y atención lo que la Iglesia tiene que decir. En las tierras nórdicas la religión tiene un papel importante a la hora de conformar la opinión pública e influenciar decisiones sobre asuntos concernientes al bien común. Os exhorto, por tanto, a seguir transmitiendo a los ciudadanos de vuestros respectivos países la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales y éticas, como estáis haciendo mediante iniciativas como vuestra carta pastoral "El amor a la vida" en 2005 y el próximo Congreso sobre la familia. La apertura del Instituto Newman en Uppsala es un avance muy positivo en este sentido, pues asegura que la enseñanza católica ocupe el lugar que le corresponde en el mundo académico escandinavo, a la vez que ayuda a las nuevas generaciones a adquirir una comprensión madura e informada de su fe.
En vuestro rebaño, es preciso que os dediquéis con empeño y con especial cuidado a la labor pastoral con las familias y los jóvenes, porque muchos han atravesado dificultades como consecuencia de la reciente crisis financiera. Es necesario mostrar la debida sensibilidad hacia los matrimonios en los que sólo uno de los cónyuges es católico. Los inmigrantes que forman parte de la población católica de las tierras nórdicas tienen sus propias necesidades, y es importante que vuestro enfoque pastoral respecto a las familias incluya a estas personas y las ayude a integrarse en la sociedad. Vuestros países han sido especialmente generosos con los refugiados de Oriente Medio, muchos de los cuales son cristianos procedentes de las Iglesias orientales. Por vuestra parte, al acoger "al forastero que reside junto a vosotros" (Lv 19, 34), aseguraos de que ayudáis a estos nuevos miembros de vuestra comunidad a profundizar su conocimiento y comprensión de la fe mediante programas apropiados de catequesis. En el proceso de integración en su país de acogida deben sentirse alentados a no alejarse de los elementos más valiosos de su propia cultura, especialmente de la fe.
En este Año sacerdotal os pido que deis especial prioridad a alentar y apoyar a vuestros sacerdotes, quienes con frecuencia deben trabajar aislados unos de otros y en circunstancias difíciles para llevar los sacramentos al pueblo de Dios. Como sabéis, he propuesto la figura de san Juan María Vianney a todos los sacerdotes del mundo como fuente de inspiración y de intercesión en este año dedicado a analizar más a fondo el significado y el papel indispensable del sacerdocio en la vida de la Iglesia. Él se entregó incansablemente a fin de ser un canal de la gracia taumatúrgica y santificante de Dios para el pueblo al que servía, y todos los sacerdotes están llamados a hacer lo mismo. Como Ordinarios suyos, tenéis la responsabilidad de procurar que estén bien preparados para esta tarea sagrada. Asimismo, aseguraos de que los fieles laicos aprecien lo que sus sacerdotes hacen por ellos, y de que les ofrezcan el aliento y la ayuda espiritual, moral y material que necesitan.
Quiero elogiar la inmensa contribución que los religiosos y las religiosas han dado a la vida de la Iglesia en vuestros países durante muchos años. Las tierras nórdicas cuentan también con la bendición que representa la presencia de buen número de nuevos movimientos eclesiales, que aportan un dinamismo renovado a la misión de la Iglesia. Frente a esta amplia variedad de carismas, hay numerosos caminos para atraer a los jóvenes a dedicar su vida al servicio de la Iglesia mediante la vocación sacerdotal o religiosa. Puesto que tenéis la responsabilidad de favorecer esas vocaciones (cf. Christus Dominus, 15), debéis dirigiros tanto a las poblaciones nativas como a las inmigrantes. En el corazón de toda comunidad católica sana el Señor siempre llama a hombres y mujeres a servirlo de ese modo. El hecho de que un número creciente de vosotros, obispos de las tierras nórdicas, provengáis de los países en los que prestáis vuestro servicio es un signo claro de que el Espíritu Santo está actuando en vuestras comunidades católicas. Rezo para que esta inspiración siga dando frutos entre vosotros y aquellos a los que habéis dedicado vuestra vida.
Empeñad vuestras energías en promover, con gran confianza en la fuerza vivificante del Evangelio, una nueva evangelización entre las personas de vuestros territorios. Forma parte de esta tarea seguir prestando atención a la actividad ecuménica, y me complace tener noticia de las numerosas circunstancias en las que los cristianos de las tierras nórdicas se reúnen para dar testimonio de unidad ante el mundo.
Con estos sentimientos, os encomiendo a todos vosotros y a vuestro pueblo a la intercesión de los santos nórdicos, especialmente de santa Brígida, copatrona de Europa, y de buen grado os imparto mi bendición apostólica como prenda de fuerza y paz en el Señor.
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