A los Obispos de Zaragoza en visita ad limina Apostolorum, 2 de febrero de 1982
DISCURSO DE JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS DE ZARAGOZA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
2 de febrero de 1982
Amadísimos hermanos en el Episcopado de la provincia eclesiástica de Zaragoza:
1. Os doy mi más cordial bienvenida a este encuentro, con el que culmina vuestra visita ad limina Apostolorum, que habéis preparado con tanta diligencia e iniciado con ese espíritu de sincera comunión con el Sucesor de Pedro “en el vínculo de la unidad, de la caridad y de la paz”.
Por ello, al recibiros ahora conjuntamente, después del coloquio privado con cada uno de vosotros, os manifiesto gustosamente mis sentimientos de profunda benevolencia, que a través de vosotros extiendo a todos los miembros de vuestras respectivas comunidades eclesiales.
Puedo aseguraros que a ellas va con frecuencia mi pensamiento lleno de afecto y mi recuerdo en la plegaria, para que el Señor las mantenga y corrobore cada día más en su tradición de fe, que hunde sus raíces en los primeros tiempos de la era cristiana.
2. Reunidos en el nombre de Cristo y con la cercanía de vuestros fieles, que se hacen presentes en vosotros, sentimos la llamada urgente del Maestro, que nos apremia a pensar en los caminos por los que hemos de guiarlos, para que vivan del modo más pleno posible el misterio de su incorporación a Cristo, modelo de vida y meta de su existencia temporal y eterna.
Así pues, la primera reflexión que quiero compartir ahora con vosotros se refiere precisamente a esa transmisión del mensaje cristiano y a la educación en la fe de los miembros de la grey de Cristo, que la Providencia ha encomendado a vuestra solicitud de Pastores.
Bien sé que vosotros, vuestros sacerdotes y agentes de la pastoral estáis sensibilizados en este tema. Porque, en efecto, para lograr ese objetivo es importantísimo que se potencie al máximo la organización de una catequesis adecuada, empezando por las parroquias. Una catequesis orgánica y progresiva que abarque a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos. No ha perdido actualidad ese fundamental método de apostolado, que tanto puede contribuir a la sólida formación religiosa de los cristianos, y que por ello ha sido cultivado, en el pasado, con un esmero que hay que emular y mejorar en el presente.
Una preciosa ayuda pueden prestar a los sacerdotes los religiosos, religiosas y los seglares mejor formados, que en esa transmisión de la fe a los demás han de hallar una eficaz forma de realizar las exigencias apostólicas inherentes a la propia vocación cristiana.
3. Otro campo a tener bien en cuenta en la transmisión del mensaje de salvación es el de la enseñanza de la religión en la escuela, pública y privada. No se trata de invadir esferas indebidas, sino de dar una respuesta al deber evangelizador de la Iglesia, de acuerdo con el deseo explícito de la gran mayoría de los padres, los primeros responsables de la educación de sus hijos. Un verdadero derecho original que obliga a todas las instancias, públicas o privadas, y a ejercer dentro del pleno respeto a la justa libertad de las conciencias.
Por otra parte, un auténtico derecho-deber de los padres, que han de sentir la grave responsabilidad que su misión les impone. Y que ha de comprometer asimismo a las personas e instituciones que están en contacto con ellos y a su servicio. Ahí halla su puesto importante la parroquia y la escuela.
A esa luz hay que ver el papel de relieve que sigue teniendo concretamente la escuela católica, un tipo de servicio a la formación integral de la persona humana que no ha perdido vigencia, sino que la conserva plenamente; en el actual momento histórico de vuestra región y de toda España.
4. Es lógico que, al tratar de la transmisión de la fe y de la educación completa de las nuevas generaciones, no puede prescindirse del papel insustituible que juega la familia. Más aún, es ella precisamente la que ofrece por sí misma posibilidades inmensas, que hay que valorar en toda su extensión.
Por esto mismo os aliento a potenciar en todo lo posible, a través de vuestras delegaciones diocesanas de pastoral familiar, los planes de un apostolado bien cuidado y preeminente en ese sector, siguiendo las líneas maestras que he indicado en la reciente Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”. Así podréis dar una respuesta válida a la problemática que la transformación de la sociedad española y su ordenación legal plantean en ese terreno.
5. En íntima conexión con los planes que acabo de indicar, habréis de poner igualmente las tareas de promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que en la familia sana y cristiana hallan el clima mejor para su crecimiento.
En este urgente y trascendental problema, sé que estáis realizando un trabajo serio a escala regional, para favorecer la respuesta de los jóvenes a la llamada del Señor. Os alabo y bendigo ampliamente en esa empresa y pido a Dios que acompañe vuestro esfuerzo. Para que nuevas vocaciones maduradas colmen los huecos que se van produciendo en el apostolado y os permitan seguir ayudando a otras porciones eclesiales más necesitadas, como celosamente habéis ido haciendo hasta hoy.
Aliento igualmente a vuestros sacerdotes y comunidades cristianas a ayudaros en esa tarea, asumiéndose la responsabilidad vocacional que les compete.
6. Vuestras diócesis tienen un predominante carácter rural, y a esa condición habréis de acomodar vuestra pastoral evangelizadora y catequética, ajustándola a las situaciones de vuestras gentes, para que eleve todos sus valores humanos y morales y responda a sus expectativas.
Conozco las ventajas y problemas, las dificultades y limitaciones que ese horizonte impone a vuestros sacerdotes y fieles. Y a ellos va mi vivo aprecio y estímulo a seguir siendo fieles a su vocación, a trabajar con entusiasmo, a renovar su entrega generosa y sacrificada a la Iglesia de Cristo, que ahí espera su testimonio de vida.
Pero el irregular crecimiento de vuestra zona comporta también, en algún caso, fenómenos de rápida urbanización, que propone desafíos a la evangelización en sectores como el obrero, el universitario y el profesional. También en esos ambientes habrá que dar un impulso a los movimientos seglares de apostolado, para asegurar una eficaz presencia evangelizadora de la Iglesia.
7. El actual momento socio-político que vive vuestra región, en el contexto más amplio de la vida de toda la Nación, no dejará de enfrentaros con una problemática nueva a la que, Pastores y guías en la fe, habréis de prestar la debida atención.
Vuestro pueblo tiene una rica historia, que tanto ha influido en la historia patria y que él justamente estima. Habrá que esforzarse, pues, para que, partiendo de una firme base religiosa, el pueblo fiel se exprese coherentemente en actitudes prácticas de fidelidad a las propias convicciones religiosas, y no dude en tratar de plasmarlas en un humanismo existencial consecuente, respetuoso y abierto a los demás. Manteniendo siempre una clara conciencia de su propia identidad eclesial, que requiere una comunión afectiva y efectiva con sus Pastores y con el Papa.
8. A la Virgen Santísima del Pilar, tan venerada en Aragón y en España, confío todas estas intenciones y necesidades. A Ella, que siempre ha estado tan cercana en todas las vicisitudes de la vida de sus hijos, pido que os proteja y guíe, que conduzca maternalmente a vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, almas consagradas, fieles, y mantenga y fortifique la solidez de su vida de fe. Así lo espero, con mi cordial Bendición Apostólica para vosotros y vuestras comunidades eclesiales.