Ad limina de los obispos checos, 14 de septiembre de 1998

Autor: Juan Pablo II

 

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE LA REPÚBLICA CHECA
EN VISITA «AD LIMINA»Lunes 14 de septiembre de 1998

Venerados hermanos en el episcopado:

1. ¡Bienvenidos a la casa de Pedro! Quisiera repetiros las palabras que el Señor Jesús dirigía a los Doce cuando los reunía a su alrededor, después de un tiempo de misión: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6, 31).

Este encuentro de hoy prolonga la serie, breve pero muy significativa, de mis encuentros con los pastores de la Iglesia que está en la República Checa, tras los cambios políticos de 1989. Sigue siendo inolvidable el viaje de 1990, así como la histórica visita ad limina que dos años más tarde realizaron todos los obispos de las Conferencias episcopales checa y eslovaca, que aún estaban unidas. Después de la división de Checoslovaquia, he ido dos veces a vuestro país.

Impresiones indelebles ha dejado en mi corazón la visita de 1995, durante la cual tuve la alegría de incluir en el catálogo de los santos a Jan Sarkander y a Zdislava de Lemberk, dos insignes figuras que honran la historia secular de vuestra Iglesia y que se han añadido a la gran multitud de almas elegidas que han florecido a lo largo de los siglos en las tierras de Bohemia, Moravia y Silesia.

Estas observaciones e indicaciones siguen la línea de las más globales y articuladas que propuse a vuestra Conferencia episcopal durante la visita que realicé el año pasado, con ocasión del milenario de san Adalberto.

2. Me agrada ver la actual visita ad limina bajo la particular luz que irradia de estos intrépidos testigos del Evangelio. Los santos Adalberto y Jan Sarkander indican el camino de la fe profesada y testimoniada hasta el derramamiento de la sangre, como respuesta a las diversas pruebas que la comunidad eclesial está llamada a afrontar al cambiar las situaciones. Y santa Zdislava muestra que la familia es el camino privilegiado de la Iglesia para renovar a los hombres y la sociedad con la levadura del Evangelio.

En efecto, el compromiso en favor de la fe y la pastoral de la familia constituyen dos directrices fundamentales de la acción de la Iglesia: la fe remite, por decirlo así, al eje vertical, a la tarea prioritaria de anunciar a Dios y guiar a los hombres hacia él; la familia representa, más bien, la dimensión horizontal, el entramado social que hay que animar con los valores cristianos.

En cada continente y en cada país, éste es el doble compromiso que la acción pastoral tiene que poner en práctica. En particular, en una realidad como la vuestra, caracterizada por la rica tradición espiritual de la región y por las heridas de la descristianización y los retos de la nueva fase sociocultural, los objetivos de la fe y de la familia sobresalen con gran urgencia.

Me voy a permitir centrar vuestra atención en dos fenómenos, que desde hace tiempo son objeto de especial solicitud por parte de los pastores de la Iglesia en todo el mundo y que, como bien sé, también os comprometen directamente a vosotros: me refiero a la nueva evangelización, contrastada hoy por la difusión de las sectas, y a los problemas relacionados con la moral familiar y con el respeto a la vida. Bien sabéis que esos fenómenos exigen estudios específicos y respuestas adecuadas: no pueden afrontarse con soluciones superficiales. Se requieren intervenciones específicas, insertadas en un plan pastoral de conjunto, encaminado a consolidar las convicciones de fondo en que se basa la conducta privada y pública de los fieles.

3. En el ámbito de la fe, es necesario ante todo un serio trabajo de consolidación de las bases de la vida cristiana, para el cual vuestras diócesis están dotadas de estructuras en general bastante adecuadas, de las que legítimamente se sienten orgullosas. Sin embargo, ese patrimonio de personas y de medios requiere un mantenimiento y una actualización constantes, para que conserve su eficacia en la transmisión del mensaje a los hombres de nuestro tiempo. Con este espíritu habéis vivido el decenio de preparación para el milenario del martirio de san Adalberto: un tiempo de renovación espiritual, promovido por el recordado y venerado cardenal František Tomášek, que sin duda producirá frutos más allá del umbral del tercer milenio.

Desde este punto de vista, os animo a proseguir, ante todo, la pastoral litúrgica y catequística, bien enraizada y desarrollada en vuestras parroquias, así como la multiforme pastoral de la caridad, que da frutos valiosos de testimonio en las situaciones normales de la vida, y que se pone en práctica con una creatividad continua durante las emergencias, como aconteció con las inundaciones del año pasado, y también recientemente. A este propósito, quisiera expresar mi felicitación a los fieles de vuestras diócesis, a las parroquias, a las asociaciones y, en particular, a la Cáritas de toda la República, organizadas en una amplia red de conexiones, con proyectos generales y con intervenciones concretas, por todo lo que hicieron en Moravia y están haciendo, durante este año, en el este de Bohemia. No se han desalentado ante los inmensos problemas suscitados por la furia destructora de las aguas, y han dado admirables testimonios de solidaridad concreta. Llevad el saludo y la felicitación del Papa a vuestros solícitos colaboradores que, sin pedir ninguna compensación y con admirable altruismo, han prestado su ayuda con tanta eficacia y con igual modestia.

4. La Iglesia debe afrontar hoy el desafío del secularismo, que exige un renovado impulso tanto en la dirección de la profundización espiritual como en la del compromiso misionero. Se trata de la urgencia de la nueva evangelización, que implica a toda la comunidad cristiana.

Por eso, os exhorto a cada uno de vosotros a cultivar siempre una estrecha y cordial unidad con vuestro respectivo presbiterio diocesano, para que las líneas de acción trazadas por el obispo se compartan ideal y prácticamente, y el dinamismo pastoral desarrolle toda su eficacia.

Al mismo tiempo, y precisamente con el trabajo formativo guiado por los sacerdotes, es preciso hacer que el laicado crezca en la espiritualidad y en la corresponsabilidad, según las orientaciones del concilio Vaticano II. Para alcanzar este objetivo, es muy valiosa la obra de las asociaciones y de los movimientos, con tal de que trabajen en constante sintonía con los pastores y no se encierren en sí mismos, para que los diversos carismas contribuyan efectivamente a la edificación de toda la comunidad eclesial.

Con este fin, es indispensable una eficaz pastoral de la cultura y de las comunicaciones sociales: me complace la gran actividad que vuestras diócesis llevan a cabo también en este sector. A vosotros, sobre todo, os corresponde la labor de promover esta atención y velar por la calidad de los contenidos. En este campo abierto a la creatividad, serán particularmente interesantes y útiles la confrontación y el intercambio de experiencias con los demás países europeos, mediante un diálogo constructivo, que sin duda será beneficioso para todos.

5. Otra gran línea de acción es la pastoral familiar: debe reafirmarse como una exigencia prioritaria, que ha de ocupar el centro de vuestra atención. En la actual situación cultural, sin un trabajo serio y orgánico con las familias, también la pastoral vocacional y la juvenil en sentido amplio se debilitan inevitablemente. Como habéis experimentado, las familias creyentes han sido el baluarte de la fe en los tiempos oscuros de la persecución, y las vocaciones han surgido naturalmente en estos ambientes de fe vivida y probada como el oro en el crisol. Por eso, expreso mi aprecio por las múltiples iniciativas en favor de las familias, de las que depende precisamente la preparación del terreno favorable para la educación de los jóvenes y para las vocaciones. Una buena red formativa al servicio de las familias, que arranque de la parroquia y que, con la ayuda de los movimientos y de las asociaciones, trate de implicar a las familias mismas mediante una presencia discreta pero efectiva allí donde la gente vive y sufre, es también la respuesta más eficaz al proselitismo de las sectas y a la mentalidad hedonista y permisiva, que mina en su raíz la fecundidad de la vida cristiana.

Como servicio indispensable a las familias hay que considerar asimismo el esfuerzo por la institución, la defensa y el desarrollo de las escuelas católicas, que, entre otras cosas, dan una valiosa contribución a la misma cultura de la nación, como la experiencia confirma ampliamente. Por tanto, os exhorto a sostenerlas, promoviendo a la vez la enseñanza de la religión en las escuelas estatales, porque esto corresponde a un derecho fundamental de los adolescentes y de sus padres.

A este propósito, expreso mi estima también por el empeño que ponéis para que las relaciones con las autoridades civiles se caractericen siempre por la lealtad y la colaboración. Esto permitirá afrontar del modo más provechoso las diferentes cuestiones que quedan por resolver y que tanto la Iglesia como el Estado tienen interés en solucionar de modo conveniente.

6. Amadísimos hermanos, quisiera ahora dirigirme más en particular a vosotros con unas palabras personales de agradecimiento y estima por vuestro generoso trabajo pastoral y, sobre todo, para deciros: ¡Ánimo, el Señor está con vosotros! Cuanto más cansancio sintáis y cuanto mayores sean las dificultades personales o ambientales, tanto más podéis contar con una especial presencia de Cristo, buen Pastor, que os llama a una conformación más íntima a él en la fe y en la gracia de vuestro estado.

Estad cerca de los sacerdotes que la Providencia sigue suscitando en medio de vuestro pueblo. Escuchadlos, sostenedlos, valoradlos, orientadlos y amonestadlos cuando sea necesario, pero siempre con sabiduría y, sobre todo, con caridad paterna. Sed para ellos maestros de discernimiento, para que ellos, a su vez, sepan enseñar a las comunidades que les han sido encomendadas a discernir y cumplir lo que el Espíritu les sugiere para alimentar la fe y mantener alto el temple espiritual, que ha distinguido a las familias checas, de manera especial en los tiempos de la opresión atea.

Ojalá la Iglesia, que testimonia su fe en Cristo en vuestra tierra, conozca un florecimiento de carismas y de iniciativas que, gracias a vuestro ministerio de pastores, den frutos abundantes de vida cristiana en el umbral del nuevo milenio.

Con estos deseos, os encomiendo a María santísima, a quien vuestro pueblo venera con tanta devoción en los innumerables santuarios esparcidos por toda la República. Que ella os obtenga las gracias que más anheláis y os sostenga siempre en el servicio eclesial. Os acompañe también mi bendición, que os imparto de corazón a cada uno de vosotros y a vuestras comunidades diocesanas.

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