Al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez
CARTA DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ,
NOMBRÁNDOLO ENVIADO ESPECIAL A LAS CELEBRACIONES
DEL IV CENTENARIO DE LA MUERTE
DE SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
A mi venerable hermano
Cardenal Nicolás de Jesús
LÓPEZ RODRÍGUEZ
Arzobispo de Santo Domingo
La Iglesia católica suele rendir un culto adecuado a todos los santos y principalmente a aquellos que con gran fervor y empeño llevaron a cabo obras insignes, y que, habiendo trabajado por el bien de la Iglesia, dieron ejemplo de excelentes virtudes e, impulsados por un celo ardiente, se consagraron totalmente a Dios y al servicio de la Iglesia. Entre estos se debe incluir, ciertamente, santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima y patrono celestial de todo el Episcopado de América Latina. Dotado de una óptima formación e inflamado de celo apostólico, trabajó intensamente para que el anuncio del Evangelio se difundiera entre los habitantes del Perú y para que la Iglesia se consolidara allí gracias a su actividad.
Al acercarse el IV centenario de la muerte de este santo, su sucesor, mi venerable hermano el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, también él arzobispo metropolitano de Lima, desea honrar su memoria con dignas celebraciones, que tendrán lugar en Lima del 24 al 29 del próximo mes de abril. Por eso, con el fin de que ese acontecimiento cobre mayor relieve, me pidió que enviara un eminente prelado para que me representara. Y yo pensé en ti, venerable hermano, pues por tu prestigio te considero plenamente adecuado para cumplir esta misión. Así pues, a la vez que te manifiesto mi gran estima, te nombro y constituyo mi enviado extraordinario para presidir esas celebraciones.
A todos los que participen en esa conmemoración y a todos los presentes transmíteles mis palabras, manifestándoles el afecto que siento por el pueblo peruano. Asimismo, invoco la intercesión del mismo santo Toribio en favor de todos, para que se digne ayudarles con beneficios celestiales, a fin de que los fieles sigan siempre sin dudas ni vacilaciones las huellas de ese santo.
Por último, quiero que impartas en mi nombre la bendición apostólica, para que sea prenda de la ayuda divina e impulso de renovación espiritual. Vaticano, 4 de marzo de 2006, primer año de mi pontificado
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