Al final de la visita a la casa Don de María
PALABRAS DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA VISITA A LA CASA "DON DE MARÍA"
Viernes 4 de enero de 2008
Queridas hermanas y queridos hermanos:
Os saludo con afecto y os agradezco vuestra acogida cordial. Os ruego que transmitáis a sor Nirmala mi saludo más afectuoso, asegurándole mi oración por ella y por la congregación. Me alegra encontrarme con los superiores generales de las dos ramas masculinas de la familia fundada por la beata madre Teresa, los Misioneros de la Caridad y los Hermanos Contemplativos Misioneros de la Caridad.
Asimismo, saludo con viva cordialidad a los colaboradores laicos y a los invitados aquí presentes. Expreso mi aprecio a todos los que en este lugar prestan su servicio para hacer que los huéspedes se sientan como en su casa. Todos juntos formáis una cadena de caridad cristiana, sin la cual esta casa, como las demás obras de voluntariado, no podría existir y seguir sirviendo a las numerosas personas que atraviesan dificultades y necesitan ayuda. Por tanto, a cada uno de vosotros expreso mi agradecimiento y mi aliento, porque sé que lo que hacéis aquí a cada hermano y hermana lo hacéis como si fuera a Cristo mismo.
La visita que he querido realizar hoy se sitúa en la línea de las numerosas visitas de mi amado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo II, que impulsó con empeño esta casa de acogida para los más pobres, precisamente aquí, en el centro mismo de la Iglesia, al lado de Pedro, que sirvió, siguió y amó a Jesús, el Señor.
Este encuentro tiene lugar casi a veinte años de distancia de la construcción e inauguración de esta casa dentro de la muralla Leonina. Efectivamente, el 21 de mayo de 1988, el amado Juan Pablo II inauguró la casa "Don de María". ¡Cuántos gestos de comunión, de caridad concreta, se han realizado durante estos años entre estas paredes! Para las comunidades cristianas son un signo y un ejemplo que los impulsa a esforzarse por ser siempre comunidades acogedoras y abiertas.
El hermoso nombre de esta casa, "Don de María", nos invita, al inicio del año nuevo, a hacer que nuestra vida sea siempre un don. La Virgen María, que se entregó totalmente al Omnipotente y fue colmada de toda gracia y bendición con la venida del Hijo de Dios, nos enseñe a hacer cada día de nuestra existencia un don a Dios Padre, sirviendo a los hermanos, escuchando su palabra y cumpliendo su voluntad.
Y, como los santos Magos que llegaron de lejos para adorar al Rey Mesías, id también vosotros, queridos hermanos y hermanas, por los caminos del mundo, siguiendo el ejemplo de la madre Teresa, testimoniando siempre con alegría el amor de Jesús, especialmente hacia los más desfavorecidos y pobres, y desde el cielo vuestra beata fundadora os acompañe y proteja.
A todos vosotros, aquí presentes, a los huéspedes de la casa y a todos los colaboradores, imparto de nuevo de corazón la bendición apostólica.
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