Al Ministro General de los Frailes Menores, 2000
CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL MINISTRO GENERAL DE LA ORDEN FRANCISCANA
DE LOS FRAILES MENORES
Al reverendo padre
GIACOMO BINI, o.f.m.
Ministro general de la orden
franciscana de los Frailes Menores
Con ocasión de la inauguración, el día 8 de julio, del eremitorio franciscano edificado junto a la Colina de las cruces en Siauliai (Lituania), deseo dirigir mi saludo a usted y a sus hermanos de la provincia toscana de san Francisco estigmatizado y de la provincia de san Casimiro en Lituania, así como a cuantos participen en la sagrada celebración, asegurándoles mi cercanía espiritual y mi profunda gratitud por la realización de esta iniciativa tan significativa.
La construcción de ese eremitorio en un lugar tan denso de recuerdos me trae a la memoria el momento de oración que viví el 7 de septiembre de 1993, en la Colina de las cruces, durante mi viaje apostólico a Lituania. También me trae a la memoria la peregrinación a La Verna, que tuve la oportunidad de realizar pocos días después, el 17 de septiembre del mismo año. En esas singulares ocasiones comprendí más profundamente las grandes ventajas que tiene para la humanidad y para Europa, en el alba de un nuevo milenio, peregrinar espiritualmente a Siauliai y a La Verna, localidades marcadas por el misterio de la cruz, a fin de meditar con mayor intensidad en la pasión, muerte y resurrección del Señor y abrirse a la gracia de la conversión.
Las provincias de los Frailes Menores de Lituania y de Toscana se hallaban unidas por vínculos de colaboración fraterna ya antes de la llegada del comunismo, cuando los jóvenes de la tierra lituana, deseosos de seguir el carisma franciscano, eran enviados precisamente a Toscana para realizar su formación en la vida religiosa. Estos vínculos se han intensificado durante el decenio que acaba de terminar, y ahora me alegra constatar que La Verna y la Colina de las cruces se unirán más estrechamente aún gracias a ese providencial eremitorio franciscano.
Las cruces de la Colina de Siauliai testimonian permanentemente la tremenda prueba sufrida a causa de un régimen dictatorial y constituyen, al mismo tiempo, un signo de la grandeza de alma de un pueblo que ha sabido sacar de sus tradiciones espirituales y culturales la fuerza indispensable para seguir esperando un futuro mejor. En los momentos más duros de la historia de Lituania, las cruces de Siauliai han sido una fuente inagotable de fuerza, un baluarte interior de fe en Cristo y de fidelidad a la Iglesia.
Deseo de corazón que, también gracias a la presencia del eremitorio, la Colina de las cruces sea cada vez más un signo elocuente de la misericordia y de la salvación que se encuentran en la cruz y en la resurrección de nuestro Redentor.
A san Francisco y a santa Clara encomiendo esta obra franciscana y a cuantos acudan a ella para vivir momentos de oración, silencio y meditación.
Que la santísima Virgen de los Dolores y san Casimiro, patrono de Lituania, intercedan para que esta iniciativa, cuyo desarrollo apoyo con mi bendición apostólica, dé abundantes frutos de bien.
Vaticano, 29 de junio de 2000