Al presidente de la República de Corea, 15 de febrero del 2007
CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COREA,
ROH MOO-HYUN.
A su excelencia
Señor Roh Moo-hyun
Presidente de la República de Corea
Me complace dar la bienvenida al Vaticano a su excelencia y le agradezco su visita, que sirve para fortalecer las buenas relaciones que existen entre su país y la Santa Sede. Su presencia aquí es también un claro signo de su estima por la Iglesia católica. Le ruego que transmita mi saludo afectuoso al pueblo de Corea, y le asegure mis oraciones por la paz y la estabilidad en la península coreana y en toda la región.
Durante más de cincuenta años el pueblo coreano ha sufrido las consecuencias de la división. Muchas familias han estado divididas, los parientes cercanos han estado separados unos de otros. Comuníqueles, por favor, que estoy espiritualmente cerca de ellos en sus sufrimientos. Por razones de compasión, ruego a Dios por una rápida solución del problema que impide a tantos comunicarse unos con otros.
Lamentablemente, el mundo moderno está marcado por un creciente número de amenazas contra la dignidad de la vida humana. Por eso, deseo elogiar a todos los que trabajan en su país para sostener y defender la santidad de la vida, el matrimonio y la familia, ámbitos en los que, como usted sabe, la Iglesia católica en Corea es particularmente activa. El riesgo de una carrera de armamentos nucleares en la región es también una fuente de preocupación, compartida plenamente por la Santa Sede. Exhorto a todas las partes implicadas a hacer todo lo posible para resolver las tensiones actuales con medios pacíficos y a abstenerse de cualquier gesto o iniciativa que pueda poner en peligro las negociaciones, garantizando que la parte más vulnerable de la población de Corea del Norte tenga acceso a la ayuda humanitaria.
Señor presidente, su país ha experimentado un notable crecimiento económico en los últimos tiempos, por lo cual doy gracias a Dios. Al mismo tiempo, soy consciente de que en la actualidad no todos los ciudadanos pueden beneficiarse plenamente de esta mayor prosperidad. Por eso, exhorto a su Gobierno a trabajar en armonía con todos los que procuran promover el bien común y la justicia social.
Mientras tanto, pido a san Andrés Kim Taegon y a los mártires coreanos que protejan a los ciudadanos de su amada nación, y le aseguro mis oraciones y mis mejores deseos para todo el pueblo de Corea.
Vaticano, 15 de febrero de 2007
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