Al presidente de la República federal de Alemania, Horst Köler, 4 mayo 2009 -Benedicto XVI

Autor: Benedicto XVI

 

CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA,
HORST KÖLER

Muy estimado señor presidente federal Köhler:

En la víspera de mi primer viaje apostólico a África recibí su carta, muy instructiva, con la que usted me informaba de sus numerosos encuentros con personas del continente cercano a nosotros y me hacía partícipe de sus ideas sobre el desarrollo de África y sus perspectivas sobre el futuro de ese continente. Sus reflexiones me acompañaron durante mi viaje. Ahora, tras mi regreso, puedo confirmar con plena convicción sus experiencias: África es un continente joven, lleno de alegría de vivir y de confianza, con un enorme potencial de creatividad. Ciertamente los intereses extranjeros y las tensiones de su historia pesan todavía en el presente y amenazan el futuro. Pero la fe viva, la lozana fuerza moral y la creciente competencia intelectual crean un clima de esperanza que resiste a los desafíos y hace posible su superación.

Gracias a las visitas ad limina, en los últimos cuatro años ya he podido mantener conversaciones personales con la mayor parte de los obispos africanos sobre el estado de sus respectivas diócesis y hacerme una idea de la situación de ellas. Este otoño, en Roma, el Sínodo de los obispos africanos sobre el tema "La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-14)"ofrecerá la ocasión para un amplio intercambio de ideas y para la creación de un programa pastoral común.

La fe puede dar una contribución decisiva para la necesaria formación humana interior. Al respecto, en Yaundé, cité unas palabras de Lactancio, escritor eclesiástico africano del siglo IV: "El primer deber de la justicia es reconocer al hombre como hermano. En efecto, si el mismo Dios nos ha hecho y nos ha engendrado a todos de la misma condición, con vistas a la justicia y a la vida eterna, ciertamente estamos unidos por vínculos de fraternidad: quien no los reconozca es injusto" (Epítome de las instituciones divinas, 54, 4-5: SC 335, p. 210: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de marzo de 2009, p. 13). En este sentido la Iglesia procura formar las conciencias y actuar casi desde el interior para que los africanos, como protagonistas del desarrollo de sus países, utilicen sus numerosos dones en favor de la edificación de la sociedad y de la paz. Un comportamiento honrado y solidario que no ceda a la ley del más fuerte y que no busque sólo el propio interés es como una esperanza que actúa, una semilla que lleva ya en sí un futuro mejor. En ese contexto se requiere también el apoyo de la comunidad internacional, no de mala gana, sino precisamente con motivo de la actual crisis financiera y económica que afecta particularmente a África y a los países más pobres.

Cada uno de nosotros ha sido pensado, querido y amado por Dios. Sobre esta base también he alentado a la Iglesia en África para que siga asistiendo a las víctimas de la violencia y de las enfermedades, como el sida, la malaria y la tuberculosis, y luche eficazmente contra esos terribles flagelos. Los cristianos, inspirados por un auténtico humanismo cuya perfecta medida es Cristo, prestarán también en el futuro su servicio en los hospitales y en las escuelas, y junto a ellos habrá numerosas personas de buena voluntad. En este sentido he dicho que la Iglesia, suscitando en el corazón de los hombres el amor a los que sufren y la disponibilidad a ayudar, hace mucho más contra las enfermedades devastadoras que muchas otras instituciones.

El encuentro con nuestros hermanos y hermanas africanos, y de manera particular con los niños y con los jóvenes, me ha hecho bien. Espero y rezo para que el intercambio personal y la colaboración internacional continúen creciendo y lleven abundantes bendiciones a los hombres de todos los continentes, especialmente a África.

Con la expresión de mi alta consideración y con los mejores deseos de bendición para usted y para su familia.

Vaticano, 4 de mayo de 2009

BENEDICTUS PP. XVI

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