Al profesor Mario Agnes, 20 de agosto del 2007
CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL PROFESOR MARIO AGNES,
DIRECTOR DE "L'OSSERVATORE ROMANO"
Al ilustrísimo señor profesor
MARIO AGNES
Con gran estima y sincero afecto me dirijo a usted, ilustre y querido profesor, en el momento en que, después de años de empeño en un servicio de gran responsabilidad cual es el de Director de "L'Osservatore Romano", deja el cargo por haber alcanzado el límite de edad. Ante todo, siento el deber de manifestarle mi profundo aprecio por las dotes de inteligencia y de corazón que usted ha manifestado en el desempeño de sus delicadas y exigentes funciones. Me alegra confirmar, al respecto, el juicio manifestado por mi amado predecesor, el Papa Juan Pablo II, el cual en una carta que le dirigió en marzo de 1985 subrayaba "su competencia profesional y, de modo especial, su coherente empeño cristiano, su amor a la Iglesia y su fidelidad ejemplar al Magisterio".
En realidad, el "coherente empeño cristiano, el amor a la Iglesia y la fidelidad ejemplar al Magisterio" son características que han acompañado siempre su testimonio de creyente. En efecto, ¿cómo no recordar el servicio que prestó como presidente nacional de la Acción católica italiana de 1973 a 1980? Es además cosa sabida que en las filas de dicha Asociación usted ya militaba desde los primeros años juveniles, inicialmente como responsable de los muchachos de Acción católica en su parroquia, luego como presidente diocesano y delegado regional.
Es de destacar que en todas estas fases de su servicio eclesial ha mostrado siempre un interés especial por la comunicación escrita del mensaje cristiano. Como presidente diocesano de la Acción católica, fundó y dirigió una revista quincenal que durante años recogió de modo vivo y estimulante la voz de los estudiantes católicos. Como presidente nacional cuidó de modo especial el sector de la prensa, ocupándose, entre otras cosas, de la coordinación y calidad de las publicaciones existentes, para hacer más incisiva en el ágora de los medios de comunicación social la presencia del laicado católico. Para ello no dejó de solicitar la intervención concorde sobre temas de gran relieve eclesial y social, como la profundización en el conocimiento de las enseñanzas conciliares y su traducción a la vida concreta, la atención a la realidad de la persona humana y a las exigencias vinculadas al respeto de su dignidad, la defensa de la vida humana en todo el arco de su existencia, el empeño en hacer de los grupos asociados auténticas escuelas de formación en la democracia.
Confiando en este rico bagaje de experiencia, el Papa Pablo VI le llamó a presidir la Sociedad editorial del periódico "Avvenire", que en aquellos años se distinguió por una incidencia especial al tratar varios temas de la vida eclesial, cultural y política italiana. Después, fue el Papa Juan Pablo II quien, conociéndolo bien, le encomendó la dirección de "L'Osservatore Romano", encargo que usted ha desempeñado eficazmente hasta el día de hoy.
A la luz de este prolongado y cualificado servicio que ha prestado a los Papas y a la Iglesia, ¿cómo no experimentar hacia usted, querido profesor, sentimientos de sincera consideración y profunda gratitud? Viene espontáneo pensar en las múltiples fatigas afrontadas en estos años para cumplir el deber diario y no defraudar las expectativas de los Superiores. Es también un deber reconocer su empeño en crear entre el personal de "L'Osservatore Romano" una comunidad de trabajo que estuviera a la altura de las nobles tradiciones heredadas. Por todos estos motivos y en señal de mi aprecio personal, he querido nombrarlo gentilhombre, introduciéndolo así establemente en la Familia pontificia. Le estoy muy cercano con la seguridad de una plegaria especial al Señor a fin de que le otorgue amplias consolaciones interiores y lo sostenga en las actividades que seguirá desempeñando en espíritu de amor y servicio a la Iglesia. Invocando sobre usted la materna protección de María Santísima y la especial protección de san Pedro, a cuyos Sucesores ha prestado en estos años su generosa obra, de buen grado le imparto, como prenda de abundantes favores celestiales, mi afectuosa bendición.
Castelgandolfo, 20 de agosto de 2007
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