Alocución al final de un concierto ofrecido en su honor, 2 agosto, 2009 -Benedicto XVI

Autor: Benedicto XVI

CONCIERTO DE LA "BAYERISCHES KAMMERORCHESTER BAD BRÜCKENAU"
EN HONOR DEL SANTO PADRE

PALABRAS DE BENEDICTO XVI

Patio del Palacio Apostólico de Castelgandolfo
Domingo 2 de agosto de 2009

Distinguido decano Kemmer;
distinguidos músicos;
queridos amigos: 

Hoy, por primera vez, después de un concierto tan bello, no he podido aplaudir con vigor. Así que me alegra más todavía poder expresar al señor Albrecht Mayer y a los músicos de la Bayerisches Kammerorchester Bad Brückenau el agradecimiento y la admiración de todos los presentes. Igualmente doy las gracias al decano Kilian Kemmer por sus palabras de saludo y a cuantos han organizado y hecho posible este concierto en Castelgandolfo. Para nosotros, naturalmente, la gran fascinación de esta tarde ha sido el sonido del oboe que usted, querido señor Mayer, nos ha brindado magistralmente.

Ha sido conmovedor observar cómo de un trozo de madera, de este instrumento, fluye todo un universo de música:  lo insondable y lo gozoso, lo serio y lo gracioso, lo grandioso y lo humilde, el diálogo interior de las melodías. He pensado cuán magnífico es que en un pequeño fragmento creativo se esconda una promesa tal, que el maestro puede liberar. Y ello significa que toda la creación está llena de promesas y que el hombre recibe el don de hojear, al menos un poco, este libro de promesas. Pienso que esta tarde nos invita no sólo a reservar las fuerzas naturales que nos ayudan a que emerjan las energías físicas, que son una promesa de la creación, sino también a guardar las promesas más profundas, mayores que las que esta música nos ha indicado, con el corazón vigilante, que nos permite comprender también este trozo de creación.

El programa de sala, con la descripción del concierto, nos ha introducido un poco en las obras de los compositores. Creo que para todos nosotros es conmovedor que tales maestros se hayan comportado como el buen padre de familia del Evangelio del que habla el Señor. No extraen sólo lo antiguo y lo nuevo de sus riquezas. Bajo el impulso de sus tareas, no sólo pueden crear siempre cosas nuevas, sino también volver a considerar lo antiguo; por eso se hacen visibles nuevas potencialidades que estaban presentes en la obra precedente. Este concierto, con los solos del oboe, ha cumplido la tarea de expresar nuevas potencialidades, en las que la música prosigue, permanece viva y renace en cada ejecución, como ahora.

Tengo presente que hoy en la Iglesia se celebra el día de la Porciúncula, que nos recuerda la milagrosa visión de san Francisco. En la pequeña iglesia de la Porciúncula, en Asís, vio al Señor, a su Madre y a los ángeles alrededor. El Señor le concedió que expresara un deseo y san Francisco pidió poder llevar a casa el perdón. La petición fue aceptada; regresó a casa y dijo gozoso a sus hermanos:  "Amigos, el Señor quiere tenernos a todos en el paraíso". Hoy pienso que deberíamos vivir este momento como una hora de paraíso, observar y escuchar el paraíso y la belleza incorrupta y el bien de la creación. No se trata de huir de la miseria de este mundo y de la cotidianidad, porque sólo podemos seguir contrarrestando el mal y las tinieblas si nosotros mismos creemos en el bien; y sólo podemos creer en el bien si lo experimentamos y lo vivimos como realidad. En esta hora hemos rozado el bien y la belleza con nuestro corazón.

Queridos amigos, he hablado en alemán porque los músicos y la mayor parte de los presentes son alemanes. Lamentablemente, después de los sucesos de la torre de Babel las lenguas nos separan, crean barreras. Pero en esta hora hemos visto y oído que existe una parte intacta del mundo, incluso después de la torre y de la soberbia de Babel, y es la música: el lenguaje que todos podemos entender, porque toca el corazón de todos nosotros. Esto nos da la garantía no sólo de que la bondad y la belleza de la creación de Dios no se han destruido, sino que estamos llamados y somos capaces de trabajar por el bien y la belleza, y son también una promesa de que llegará el mundo futuro, de que Dios vence, de que la belleza y la bondad vencen.

Por este consuelo en nuestro trabajo cotidiano os damos las gracias a vosotros, músicos. Gracias a todos vosotros. Buena tarde y buena semana.

 

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