Ángelus, 19 agosto 2001

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II 

ÁNGELUS

Domingo 19 de agosto de 2001

    

1. El año pasado, precisamente a esta hora, concluía en Roma la XV Jornada mundial de la juventud con el grandioso encuentro de Tor Vergata. Me vuelven a la memoria las imágenes sugestivas de la emotiva vigilia del sábado por la tarde y de la solemne celebración eucarística del domingo, con la que concluyó el encuentro. Aquel acontecimiento extraordinario, situado en el corazón del gran jubileo del año 2000, ha quedado grabado en la memoria de todos, especialmente de los jóvenes, que son los protagonistas de una prometedora primavera de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Durante la vigilia les dije con gran afecto:  "En vosotros veo a los centinelas de la mañana en este amanecer del tercer milenio"; y, al día siguiente, en la homilía de la misa de clausura, les dije que, si son lo que deben ser, "prenderán fuego al mundo entero".

2. Sigo reviviendo espiritualmente aquellos momentos de intensa emoción y, en mi interior, me proyecto ya hacia el próximo encuentro mundial, que tendrá lugar en julio de 2002. Será una nueva etapa de la peregrinación juvenil que comenzó con el Año de la juventud de 1985 y que, de vez en cuando, invita a reunirse en torno a la cruz a un número creciente de participantes en diferentes lugares de los cinco continentes. Esta vez nos encontraremos en Toronto, moderna metrópoli de Canadá, en América del norte, donde conviven habitantes de origen, culturas y religiones diversas.

En una realidad tan variada y compleja, se advierte de manera inmediata cuán necesario es para los cristianos ser "sal de la tierra" y "luz del mundo". Por eso, las palabras de Jesús:  "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-14) serán el tema y el motivo inspirador de la próxima Jornada mundial de la juventud.

Los jóvenes creyentes, conscientes del compromiso que deriva de su bautismo, no se conforman con diversiones vanas, con modas pasajeras y con proyectos limitados; al contrario, cultivan altos anhelos por el Señor y se esfuerzan por evitar la mediocridad y el conformismo, por desgracia muy difundidos en la sociedad actual.

3. Queridos jóvenes, vosotros comprendéis bien que sólo se puede ser "sal de la tierra" y "luz del mundo" tendiendo a la santidad. Ojalá que nunca falte en vuestra  vida este elevado ideal espiritual. La humanidad del tercer milenio necesita jóvenes fuertes en la fe y generosos  en el servicio a sus hermanos. Necesita jóvenes enamorados de Cristo y de su Evangelio.

La Iglesia os pone el ejemplo de muchos de vuestros coetáneos que, en las situaciones más diversas, también en nuestros días, realizan la vocación propia de todo bautizado. Os indica el camino de la oración y del recurso confiado a la ayuda divina y a la intercesión materna de María.

Encomiendo la preparación, las expectativas y el desarrollo de la próxima Jornada mundial de la juventud a la Virgen santísima, a quien en días pasados, recordando el encuentro de los jóvenes hace diez años en Czestochowa, con ocasión de la fiesta de la Asunción, invoqué repetidamente con las palabras de entonces:  "Maria, Regina mundi! Maria, Mater Ecclesiae! Tibi adsumus!".

Al final del rezo del Ángelus, el Romano Pontífice, saludó a los fieles presentes en el patio del palacio apostólico de Castelgandolfo en sus lenguas respectivas:  francés, inglés, alemán, español, portugués, italiano y polaco. Asimismo, hizo el siguiente llamamiento en favor de numerosos cristianos detenidos en el Líbano por las autoridades, con la acusación de haber colaborado con Israel: 

A la dramática situación que atenaza a Tierra Santa se han sumado, en estos días, graves tensiones políticas en Líbano, tras una serie de detenciones que obstaculizan el diálogo nacional.

Apelo al sentido de responsabilidad de las autoridades de esa querida nación, que tanto ha sufrido a causa de sus divisiones internas. Ojalá que no se sacrifiquen los valores de la democracia y de la soberanía nacional a los intereses políticos del momento. Un Líbano pluralista y libre constituye una riqueza para toda la región de Oriente Próximo. Es de desear que todos ayuden a los libaneses a conservarla y a hacerla fructificar.

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