Regina caeli 8 de junio

Autor: Juan Pablo II

  VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A CROAZIA

"REGINA CAELI"
Domingo de Pentecostés, 8 de junio de 2003

1. Al final de esta solemne celebración, deseo saludar de modo particular a los jóvenes de Croacia. Vosotros, queridos amigos, sabéis que el Papa os mira con confianza y esperanza, y os renueva la invitación a ser centinelas del mañana y pueblo de las bienaventuranzas, como os definí durante las últimas Jornadas mundiales de la juventud.

A vosotros, que con la vida familiar y profesional, para la que ahora os preparáis, asumiréis grandes responsabilidades para el bien de la sociedad civil y eclesial, os recuerdo que el hombre vale por lo que es antes que por lo que hace o posee; que pequeñas metas no saciarán jamás la sed de felicidad y de plenitud que arde en vuestro corazón; y que nadie podrá  cumplir  por vosotros la misión que la Providencia os ha confiado a cada uno. Haced del Señor Jesús, a quien escucháis y seguís como Maestro de vida, el compañero de vuestro camino.

2. Saludo a los fieles de lengua italiana, en particular a las familias aquí reunidas. El Espíritu del Señor fortalezca los vínculos que os unen y os haga en el mundo testigos del amor fiel y gratuito de Dios.

Dirijo mi saludo cordial a los peregrinos que han venido de Eslovenia. Al recordar mis visitas a vuestro hermoso país, os invito a todos a estar disponibles al don del Espíritu Santo, que en Pentecostés el Señor Jesús derrama en su Iglesia. Os imparto mi bendición.

Saludo a los fieles de lengua alemana, con el deseo de que la gracia de Dios sostenga sus pasos por el camino de la fraternidad y de la paz. Os bendigo de corazón a todos.

Dirijo un saludo particular también a los peregrinos de lengua albanesa. Dios omnipotente os colme de su consolación con el don del Espíritu que viene de lo alto.

Saludo con afecto a mis compatriotas:  la Madre de Dios os guíe hacia su Hijo y os dé a conocer los tesoros de su Corazón. Os imparto mi bendición.

3. Dirigiendo ahora nuestra mirada a María, reunida en el Cenáculo con los Apóstoles, la contemplamos como Madre de la Iglesia, atenta y solícita con todos sus hijos. Le pedimos que obtenga para todo el pueblo de Dios, con su poderosa intercesión, la docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo, la fuerza de la coherencia de la fe y la valentía del testimonio en todas las circunstancias de la vida.

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