Ángelus del domingo 11 de julio de 1982
JUAN PABLO II
ÁNGELUSDomingo 11 de julio de 1982
1. El Padre de Nuestro Señor Jesucristo penetre en nuestros corazones con su luz para hacernos comprender la esperanza a la que nos ha llamado.
Así oramos hoy, inspirándonos de lleno en la Carta a los Efesios.
Unamos esta plegaria a nuestra meditación del Ángelus:
― "El ángel del Señor anunció a María. Y concibió por obra del Espíritu Santo".
― "Y el Verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros".
Desde ese momento precisamente, el Eterno Padre penetró en nuestros corazones con su luz. Desde ese momento sabemos "a qué esperanza nos ha llamado'' (cf. Ef 1, 18).
Unamos hoy nuestra plegaria del Ángelus a la meditación sobre nuestra vocación: humana y cristiana.
2. Hemos sido llamados en Jesucristo desde la eternidad: "Dios Padre nos eligió antes de la constitución del mundo..." (Ef 1, 4); por amor nos predestinó "a la adopción de hijos suyos por Jesucristo (Ef 1, 5).
"En Él tenemos la redención por su sangre, la remisión de los pecados, según las riquezas de su gracia" (Ef 1, 7).
He aquí algunas frases de la Carta a los Efesios que leemos en la liturgia de hoy. Ellas nos dicen a qué esperanza Dios nos ha llamado. Nos dicen a qué nos ha llamado a cada uno de nosotros el Padre Eterno ya desde esta vida y en la perspectiva de toda la eternidad.
Estas palabras hablan de la elevación sobrenatural de cada uno de los hombres en Jesucristo: de la dignidad de hijos adoptivos de Dios, que nos ha sido dada en Él.
3. Queridos hermanos y hermanas:
Nunca pensaremos lo suficiente en estas cosas. Nunca las meditaremos bastante con fe, esperanza y caridad.
Recemos hoy, recitando el Ángelus, para que todos los hombres descubran y acepten esta vocación, a la que participan eternamente en Cristo Jesús.
Recemos para que bocios los cristianos ―los hombres que ya conocen a Cristo― comprendan cada vez más plenamente la esperanza a la que Dios nos ha llamado.
El Padre celestial penetre los corazones de todos con su luz.
4. Recemos también para que aquellos que han sido llamados a un servicio especial en el reino de Cristo, los llamados al sacerdocio o a la vida religiosa, acojan esta llamada y la sigan.
El Padre Eterno penetre en sus corazones con una luz particular.
5. Oremos, finalmente, de nuevo por nuestros hermanos del Líbano. En la capital, Beirut, la gente sufre bajo el fuego de los bombardeos y se encuentra exhausta por las privaciones; el prolongamiento del asedio aumenta la amenaza del hambre y de las epidemias y hace pensar en nuevas víctimas y en sufrimientos aún mayores.
Esperanzas, desilusiones y temores se alternan estos días prolongando una situación de incertidumbre y de sufrimientos que viene ya de lejos.
Dios omnipotente inspire pensamientos de paz a las partes en conflicto y dé acierto a todos los responsables para que se pueda llegar rápidamente al entendimiento anunciado y deseado desde hace tantos días.
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