Ángelus del domingo 12 de agosto de 1984

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 12 de agosto de 1984

"Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida".

Así reza en este domingo toda la Iglesia durante la liturgia de la Santa Misa. Ella eleva esta plegaria, como siempre, al Padre, por medio de Cristo, Hijo de Dios, en el Espíritu Santo.

Recojamos esta plegaria de toda la Iglesia ―la plegaria de la liturgia dominical― y recemos, en esta hora meridiana, el Ángelus, meditando el misterio contenido en él.

En efecto, tenemos el privilegio de llamar a Dios Padre, precisamente porque el Hijo Eterno, de la misma naturaleza que el Padre, se hizo hombre, se hizo uno de nosotros. Fue concebido en el seno de María Virgen, en el momento de la Anunciación del Ángel, y nació de Ella. Precisamente Él ―Hijo de María― nos dio el privilegio de llamar a Dios con el nombre de Padre.

Y nos ha dado este privilegio, porque en Él y por Él nos hemos convertido en hijos e hijas adoptivos de Dios. Tenemos esta adopción en Cristo, nacido de una Madre terrena, de María. Y Ella coopera constantemente a fin de que el espíritu de esta filiación divina adoptiva no se debilite en nosotros, sino que se refuerce.

La Madre de Cristo, Madre de la gracia divina, contribuye también a que nosotros, adoptados en el Hijo, como hijos e hijas de Dios, podamos obtener la herencia que Dios nos ha prometido: la herencia del amor y de la verdad, la herencia de la gracia santificante, la herencia de la vida eterna.

© Copyright 1984 - Libreria Editrice Vaticana