Ángelus del domingo 14 de agosto de 1983

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 14 de agosto de 1983

1. La vigilia de la fiesta de la Asunción al cielo de la Santísima Virgen María se ha celebrado desde la antigüedad de diferentes formas, pero siempre con gran solemnidad. En este Año Jubilar de la Redención, la fiesta cobra relieve particular pues en la glorificación en alma y cuerpo de la Inmaculada Madre de Dios, asociada generosamente al Redentor, la obra redentora de Cristo Señor alcanza su meta primera y más significativa.

En efecto, el misterio escatológico con que se concluyó el camino histórico de María presenta dos aspectos fundamentales, el referente a su persona y el concerniente a Cristo y su obra. En cuanto a lo personal, la Asunción significa para María el punto de llegada de la misión cumplida por Ella en el plan salvífico de Dios y la coronación de todos sus privilegios. Desde el punto de vista cristológico, la gloria de la Asunción y realeza de María representa la actuación plena del decreto único de predestinación que vincula la vida, privilegios y cooperación de María no sólo a la vida y obra histórica de Cristo, sino también a su realeza y gloria de Señor.

2. La Asunción es la conclusión escatológica de la conformación progresiva con Cristo que en las etapas del camino histórico de María se expresó a través de las angustias de su fe, esperanza y amor, de su aceptación plena y disponibilidad ante la voluntad salvífica de Dios y de su servicio generoso y responsable en la obra redentora del Hijo.

Con razón recuerda la Iglesia entera en la fe y la liturgia este dogma mariano, pues en él se celebra del modo más significativo la gran victoria de Cristo sobre el pecado y sus consecuencias, sobre la corruptibilidad de la materia y caducidad del tiempo.

3. En este Año Jubilar de la Redención tendré la alegría de celebrar la solemnidad de la Asunción en Lourdes, donde nada menos que dieciocho veces se apareció la Virgen a la pequeña Bernardita; allí llegaré esta tarde en peregrinación.

Os estaré sumamente agradecido si me acompañáis con vuestras oraciones. Me seguirá a Lourdes la amargura y angustia por las dolorosas situaciones que afligen a tantas partes del mundo; pienso sobre todo en la tragedia interminable del Líbano y en los tristes sucesos recientes de Chile. Oraré para que se vuelva a encontrar el camino de la fraternidad y la cordura; en particular oraré por las víctimas de la violencia y sus familias.

En la gruta de Massabielle ante la Virgen os recordaré a todos y también vuestras intenciones junto con las múltiples necesidades de la Iglesia y de la familia humana.

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