Ángelus del domingo 19 de marzo de 1989
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo de Ramos 19 de marzo de 1989
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Al final de esta celebración eucarística, hemos llegado al momento del Ángelus. En los precedentes encuentros cuaresmales para la plegaria mariana, nos hemos detenido en los misterios dolorosos del rosario. Con este domingo empieza la Semana Santa, durante la cual reviviremos los distintos momentos de la pasión de Jesús, hasta llegar a su dramática y misteriosa invocación: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15, 34), que precedió inmediatamente a su último suspiro. A su muerte ―bien lo sabemos― siguió enseguida la resurrección. Así, esta semana nosotros también haremos con Cristo ese "paso" (Pascua).
2. Por eso, este Ángelus marca en nuestro programa litúrgico como el punto de engarce entre el período preparatorio a los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo y el de su celebración. Hoy podemos, por tanto, dirigir una mirada global a todo el camino espiritual que hemos recorrido y que nos falta por recorrer. Un camino que resume todo el sentido cristiano de la vida: la Vida que nace de la muerte. En cierto sentido, la muerte pertenece al pasado, mientras que la vida nos sonríe en el futuro. Realicemos con Cristo esta Pascua, que "es el paso del Señor". Con Él, hacia la Vida, más allá de la muerte.
3. En segundo lugar, recuerdo una vez más la actual Jornada internacional de los Jóvenes, que tiene por tema las palabras de Jesús: "Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6), y se celebra en todas las diócesis, y en Roma de modo especial. En esta ocasión, envío un afectuoso saludo a todos los jóvenes que celebran hoy esta Jornada. Y repito, además, que ésta continuará en agosto en el santuario de Santiago de Compostela. Por eso invito nuevamente a los jóvenes a que vayan en gran número a implorar la intercesión del gran Apóstol para el renacimiento y el aumento de ese espíritu cristiano, del cual su célebre santuario ha sido y es centro vivísimo para toda Europa. En efecto, éste es uno de esos lugares que recuerdan a los europeos el mensaje evangélico, con el consiguiente compromiso misionero que les ha sido confiado para el bien y la paz del mundo entero.
4. Los jóvenes y la Pascua: ¿Acaso no existe una relación muy estrecha entre estas dos realidades? ¿Acaso la joven generación no es un "lugar" especial para el acontecimiento de la Pascua? ¿Cómo no ver en la juventud y en sus valores ―la vida, la salud, la belleza, el vigor físico, el entusiasmo, la alegría― como un adelanto del triunfo de Cristo resucitado y de su venida gloriosa? ¡Qué gran compromiso, pues, supone para vosotros los jóvenes el vivir, sobre todo interiormente, la victoria sobre el pecado que se obtiene por la Pascua, esa victoria sobre el mal, de la cual vuestra vida interior y vuestro mismo aspecto físico son un símbolo tan hermoso! ¡Que vuestra juventud vivida como cristianos sea, pues, una experiencia de crecimiento y de alegría a la luz de la Pascua de Cristo!
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