Ángelus del domingo 21 de marzo de 1982
JUAN PABLO II
ÁNGELUSDomingo 21 de marzo de 1982
1. El pasado mes de enero dirigí a los obispos de todo el mundo una Carta para invitar a las comunidades católicas a rezar porla Iglesia en China. Esta mañana hemos ofrecido en la basílica de San Pedro el Sacrificio eucarístico por esta intención que todos llevamos tan hondamente en el corazón.
Al encontrarnos ahora, como todos los domingos, para el Ángelus, confiamos nuestras súplicas a la potente intercesión de María Santísima, a la que los fieles chinos invocan con fervor y gran confianza bajo el título de Reina de China. Roguemos a la Madre de Dios y Madre nuestra para que obtenga de la misericordia divina los dones, la luz y las fuerzas espirituales con el fin de que ―como dije en la citada Carta― "le sean garantizadas a la Iglesia que está en China las condiciones indispensables para que pueda gozar de la unión también visible con la Iglesia de Jesucristo, que es una, santa, católica y apostólica".
Queridos hermanos y hermanas de China:
Todos estamos unidos a vosotros con el recuerdo, con el afecto y, sobre todo, con la oración. Mediante la oración de toda la Iglesia, vosotros ―aunque lejanos― nunca dejáis de permanecer en el corazón mismo de nuestra gran familia católica, en la que Cristo está siempre presente, como lo ha prometido. En su nombre os bendigo de corazón.
En esta oportunidad me siento feliz al renovar la expresión de mi simpatía y estima a todo el pueblo chino, al que dirijo un deseo sincero de prosperidad, progreso y paz.
2. Ahora quiero continuar con el tema "La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia", tema que nos acompaña durante toda la Cuaresma, con miras al Sínodo de los Obispos que esta en preparación.
La primera y fundamental reconciliación, con Dios en Jesucristo y la primera conversión (esto es: penitencia) se realizan en el sacramento del bautismo.
En el caso del bautismo de los adultos esta primera conversión a Dios y la fundamental reconciliación con Él en Cristo son fruto de una larga preparación: de una iniciación profunda. Esta preparación se llama ―desde los primeros siglos de la Iglesia― catecumenado.
El catecumenado ha sido siempre particularmente intenso durante el tiempo de la Cuaresma. Esta tradición continúa viva también en nuestro tiempo, en el que reciben el sacramento del bautismo, en gran parte, los recién nacidos dentro de las familias cristianas. Pero también en nuestro tiempo la Cuaresma debe servir ―si no a la preparación de la primera conversión mediante el bautismo― al menos, a la profundización y renovación del mismo. ¡Y muy frecuentemente debe servir para la nueva conversión y reconciliación con Dios en el sacramento de la penitencia!
Por esto, especialmente en el período de la Cuaresma se intensifica la catequesis de la Iglesia bajo varias formas (por ejemplo, en parroquias, en grupos o en ejercicios espirituales individuales, llamados retiros).
La catequesis es también el medio mejor para la reflexión sobre el problema mismo de la reconciliación y de la penitencia en la misión de la Iglesia, como lo espera de nosotros el Sínodo de los Obispos.
Encomendemos a Dios este trabajo cuaresmal de la Iglesia mediante la intercesión de la Madre del Verbo Encarnado.
3. El miércoles, 24 de marzo, es el segundo aniversario de la muerte de mons. Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, que, víctima indefensa, dio la vida por la Iglesia y por el pueblo de su amado País.
Al recordar la figura de este celoso Pastor, roguemos al Señor para que la ofrenda de su vida y el sacrificio de tantas otras víctimas obtengan que la nación salvadoreña encuentre pronto, en la reconciliación y con la colaboración de todos, una solución justa para los graves problemas que la atormentan.
Que puedan finalmente esos hermanos nuestros, tan probados, conseguir el gran bien de la paz y un progreso humano, social y político de su comunidad nacional.
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