Ángelus del domingo 22 de julio de 1984
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 22 de julio de 1984
En la liturgia de este domingo la Iglesia nos recuerda la parábola con la que Jesucristo habló del reino de Dios.
"El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza... se parece a la levadura..." (Mt 13, 31-33).
El reino de los cielos se puede comparar a un campo en el que se siembra buena semilla, pero un enemigo siembra cizaña en medio del buen trigo. El amo deja que uno y otra crezcan juntos hasta la siega (cf. Mt 13, 24-30).
Recordando esta enseñanza la Iglesia nos invita a encontrar nuestro puesto en el reino de Dios y actuar de manera que crezca en cada uno de nosotros.
Por ello nos enseña a rezar.
En efecto, el reino de Dios crece en nosotros, ante todo, mediante la oración. En la plegaria, la debilidad del hombre se encuentra con el poder de Dios.
"El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inenarrables. El que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu y que su intercesión por los santos es según Dios" (Rom. 8, 26-27). Así escribe San Pablo a los Romanos.
¡Ninguno de los hombres, ninguno de los santos, ha rezado tan intensamente en el Espíritu Santo como María!
Cuando rezamos el "Angelus Domini" rezamos en unión con Ella.
¡Que el Espíritu Santo, por intercesión de la Virgen Santísima, su Templo Inmaculado, sostenga nuestra plegaria a fin de que mediante ella se acerque el reino de Dios a nosotros y a todo lo creado!
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