Ángelus del domingo 23 de octubre de 1988

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUSDomingo 23 de octubre de 1988
Día Mundial de las Misiones

Muy queridos hermanos y hermanas:

1. Hoy se celebra el Día Mundial de las Misiones. Nuestra reflexión que precede a la oración del Ángelus no puede dejar de tratar sobre la misión universal de la Iglesia. El mandato del Señor resucitado: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes" (Mt 28, 19) constituye para la Iglesia la norma fundamental y permanente de su servicio en favor de los hombres de todos los tiempos: pero su esfuerzo evangelizador es más urgente en este penado del segundo milenio de la era cristiana, frente al creciente número de hombres que todavía no han recibido el don de la fe en Cristo.

2. La celebración misionera mundial de hoy me ofrece la oportunidad de dirigir un afectuoso saludo y de animar a todos los misioneros y misioneras, que gastan su vida por el anuncio del Evangelio: al mismo tiempo, a los Pastores y a los fieles de las comunidades cristianas ya sean las antiguas o las jóvenes Iglesias, renuevo la llamada a ofrecer generosamente su colaboración a la actividad misionera.

Esta cooperación se expresa en la oración y en el ofrecimiento de ayudas, que de modo especial en este domingo se recogen en favor de los países y de las Iglesias de misión, para atender a sus necesidades y situaciones de indigencia. La Iglesia universal y las Iglesias particulares se hacen cargo de estas situaciones, distribuyendo los frutos de la generosidad de los fieles.

3. A los jóvenes les repito la invitación que les he dirigido en mi Mensaje misionero: que el ejemplo de María os impulse a ser generosos en decir "sí" a la llamada del Señor.

¡Imitad a María! Sí, porque la Iglesia aprende de Ella a consagrarse a la misión: ninguna criatura, de hecho, se ha asociado como Ella a la persona y a la obra del Salvador.

Por tanto, sea María el modelo en el cual el Pueblo de Dios se inspire para vivir el propio empeño misionero. A Ella le rezamos confiadamente, para que interceda ante su Hijo y obtenga para la Iglesia un nuevo Pentecostés, un nuevo adviento misionero de cara al jubileo del año 2.000 y del inicio del tercer milenio de la fe cristiana.

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