Ángelus del domingo 27 de enero de 1980
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 27 de enero de 1980
1. La semana pasada estaba llena de acontecimientos importantes, que han hecho dirigir nuestra atención hacia el misterio de la Iglesia, recordándonos que en ella vive y actúa incesantemente Cristo con la luz y la fuerza de su Espíritu.
Con esta fe hemos vivido la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, meditando las palabras de la oración del Señor: "Venga tu Reino". A pesar de todas las dificultades que se puedan encontrar en el camino de la unidad, no nos abandonan la fe y la esperanza de que se cumplirán las palabras de nuestro Señor, pronunciadas la víspera de la pasión: "para que todos sean uno" (Jn 17, 21). También la semana de oración ha reforzado este año en nosotros esta fe y esperanza común, cuya fuente es Cristo viviente en su Iglesia. Aun cuando esta Iglesia "humanamente" puede parecer a algunos dividida, no cesa de ser un Cuerpo en Él.
Al mismo Cristo, que vive en su Iglesia y la une, se dirigen también los pensamientos y los corazones de los obispos que participan en el Sínodo de la provincia eclesiástica holandesa. La riqueza del tema y la multiplicidad de los problemas exigen que los trabajos del Sínodo se prorroguen todavía durante los próximos días de la semana. Al agradecer a todos las oraciones, encomendamos de nuevo este problema, para que el Señor que ha comenzado en nosotros la obra buena quiera llevarla a cumplimiento (cf. Flp 1, 6).
2. Séame permitido, además, referirme al día 24 de enero, en que la Iglesia ha conmemorado a San Francisco de Sales, a quien el Papa Pío XI proclamó, en 1923, patrono de los escritores y de los periodistas (cf. Encíclica Rerum omniun del 26 de enero de 1923: AAS XVI, 1923, 61). Es necesario que todos estos profesionales sepan cuán cercana está al corazón de la Iglesia y a la palabra del Evangelio su actividad creadora. A ellos se ha dirigido con particular atención el Concilio Vaticano II, recordando las responsabilidades especiales que ellos y los demás operadores de los medios de comunicación social tienen en la evolución de la sociedad de hoy, en cuanto que disponen de la posibilidad de dirigir a la humanidad al bien, o al mal, con sus informaciones y presiones (cf. Decreto Inter mirifica, 11).
3. Este domingo la diócesis de Roma celebra la "Jornada de los leprosos", y quiere expresar su solidaridad con los veinte millones de pacientes que están afectados por esta terrible enfermedad en diversos continentes. La conciencia cristiana, la más amplia opinión pública, se han dado cuenta con madurez de este grave problema que envuelve en carne viva a tantos hermanos nuestros. El mal está quizá circunscrito, pero se trata sobre todo de dar una esperanza a los enfermos, que recuperen el ánimo de vivir, de curarles en el cuerpo y rehabilitarlos en el espíritu, permitiéndoles reintegrarse en la familia y en la sociedad. No se debe olvidar, además, que la lepra está presente y se difunde en esos países que sufren ya cruelmente por el flagelo del hambre y que ciertamente no están en condiciones, si se ven privados de ayuda, de procurarse el personal calificado y las instalaciones necesarias.
La Iglesia siempre ha considerado esta obra como un aspecto privilegiado de esa caridad que Cristo la llama a ejercitar: "Los leprosos quedan limpios" (Mt 11, 5), es uno de los signos del anuncio de la Buena Nueva. Efectivamente, en diversas ocasiones vemos a Jesús extender su mano potente sobre los leprosos para liberarlos y restituirlos a la sociedad civil. Por tanto, hoy me dirijo a todos los romanos para invitarles a socorrer generosamente a tantos hermanos que sufren, obrando, a la vez, en sí mismos una conversión profunda, duradera, hacia el amor y la justicia. De manera muy especial dirijo mi llamada a vosotros jóvenes, tan vibrantes de vida y entusiasmo, que habéis tomado parte en la marcha silenciosa de solidaridad y de reflexión. Estoy contento de vuestro compromiso que llena tan dignamente vuestra juventud y que os hace vivir por un ideal tan humano y tan cristiano.
4. Recuerdo a los fieles de la querida diócesis de Roma que el próximo domingo se celebrará la Jornada de oración y la colecta de las ofrendas para las nuevas iglesias de Roma. La capital crece continuamente, adquiriendo cada vez más el aspecto de una moderna megalópolis, especialmente en la periferia. Pero la falta de iglesias o de lugares idóneos, donde los fieles se reúnan en asamblea para asistir a la celebración eucarística y para proclamar juntos su fe, se convierte en un problema cada vez más dramático. ¡Los buenos cristianos piden iglesias! 79 parroquias no cuentan aún con las estructuras definitivas para una decorosa vida cultural comunitaria.
Por tanto, recomiendo a todos, principalmente la oración y también la generosidad, esa generosidad, que ha sido ejemplar durante los siglos en los romanos, que han sabido construir basílicas y templos, admirados por el mundo entero.
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