Ángelus del domingo 28 de junio de 1981
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 28 de junio de 1981
1. Queridos hermanos y hermanas que en esta vigilia de la solemnidad litúrgica de San Pedro y San Pablo, os unís a mí para el rezo del "Ángelus".
Os invito a recordar conmigo las palabras que el Señor dirigió a Pedro: "¿Me amas?", y también: "¿Me amas más...?" (Jn 21, 15).
Deseo muy cordialmente dar las gracias a todos los que -viendo mi debilidad- me han ayudado y siguen ayudándome para que pueda responder adecuadamente a estas palabras, a las palabras del amado Señor y Maestro; y esto con suprema humildad, porque sólo así se puede estar en disposición de responder...
Para que yo, como Sucesor de Pedro, sepa responder a estas palabras "¿Me amas? ¿Me amas más...?"; sepa responder especialmente en el curso de estas semanas meses difíciles, en los que, por disposición del Señor, me veo afectado por una enfermedad que, incluso en el día solemne de los Santos Apóstoles, me impide encontrarme en el altar de San Pedro y celebrar la Santa Misa junto a su sepulcro.
2. ¡Cuánto rezo ―yo, romano de adopción en virtud de la elección del Señor (igual que el mismo Pedro)―, cuánto rezo por todos vosotros, romanos de antigua solera y nuevos habitantes de la Ciudad Eterna, así como por todos los hijos e hijas de toda la Iglesia Romana: guardemos la santidad de este día tan particular en el curso del año ¡No permitamos que su carácter sagrado sea desarraigado de nuestra vida! ¡O más bien, no destruyamos la raíz sobre la que crecemos desde hace 2.000 años!...
Es la súplica que os dirijo desde el hospital donde, por disposición de la Divina Providencia, he de pasar el día santo del 29 de junio en unión espiritual con vosotros, los romanos, y con toda la Iglesia.
3. Me es grato, en esta circunstancia, dar públicamente la bienvenida a la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que, presidida por el Eminentísimo Metropolita de Calcedonia, Melitón, ha venido a Roma para participar en las celebraciones dedicadas a los Apóstoles Pedro y Pablo.
Deseo expresar mi viva gratitud por este gesto de comunión en la caridad y en la oración, que la Iglesia de Constantinopla viene realizando, desde hace varios años, para con la Iglesia de Roma.
4. Mi pensamiento se dirige, luego, al Líbano, tan probado, y especialmente a la ciudad de Zahlé.
Sé que están en curso negociaciones y reuniones para llevar de nuevo la tranquilidad y seguridad a la gente de esta nación, que sufre desde hace tanto tiempo.
Durante estas semanas de mi enfermedad no he cesado jamás de orar por la querida tierra libanesa. Invito hoy a todos a rogar a María para que estas iniciativas de paz tengan éxito.
En el espíritu de esa unidad, de la que he tratado de explicar el significado en el "Angelus Domini", saludo cordialmente a mis connacionales, tanto a los que están presentes en Roma, como a los que festejan la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo en la Iglesia que está en Polonia.
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