Ángelus del domingo 29 de octubre de 1989

Autor: Juan Pablo II

VISITA PASTORAL A TARENTO

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 29 de octubre de 1989

"Ne timeas, Maria" (Lc 1, 30). "¡No temas María!"

1. Queridísimos hermanos y hermanas: estas palabras, dirigidas por el ángel a la Virgen María, hacen de marco a la escena de la Anunciación, reproducida en vuestra con-catedral. Al final del misterioso diálogo con el mensajero divino, María declara: "¡He aquí la esclava del Señor! - Ecce ancilla Domini!" (Lc 1, 38). Situándome idealmente ante esa imagen, en el lugar que está reservado al Sucesor de Pedro en vuestro Templo, deseo repetir ahora la antigua oración del Ángelus.

2. Lo hago con vosotros aquí presentes y con los fieles de vuestra archidiócesis profundamente mariana; lo hago pensando en los títulos de alabanza, reservados a la Santísima Virgen por vuestros antecesores, y en las invocaciones que tan frecuentemente han subido hacia ella procedentes de sus labios. En esas expresiones, además de vuestra historia del pasado, aprendéis a leer también las indicaciones para vuestro futuro.

Con los fieles de la ciudad de Tarento le atribuimos los títulos de la Inmaculada, el Carmen, la Dolorosa y el Rosario, con los habitantes de Martina y de Pulsano invocamos a la "Salus infirmorum" protectora especial en todas las enfermedades; a la "Stella maris" confiamos a los pescadores y la gente de la mar. De Grottaglie y de San Marzano, de Lama y de Crispiano, de Talsano, Carosino y Monteparano, de cada centro de la Iglesia tarentina reunimos las notas de esta devoción concorde hacia la "Madre del Redentor".

3. Deseo confiar a su guía maternal el camino de vuestra comunidad para que crezca en la fe y en la caridad. Que María, que acogió la invitación de no temer y respondió con un sí sin reservas, ayude a los sacerdotes y laicos de Tarento a vencer todo temor. Que con su intercesión y su ejemplo, María os haga atentos y dóciles al Espíritu, testigos libres y alegres de la "buena noticia", siervos humildes y valientes de vuestros pobres y vuestros niños. Que Ella, como primera discípula y misionera de su Hijo Jesús, os haga disponibles y generosos en vuestro testimonio cristiano y os proteja no sólo para que conservéis una incomparable herencia de valores religiosos, sino también para que la irradiéis hacia otras tierras y otros hermanos.

Como María, pues, "ne timeas!", ¡No temas", Iglesia de Tarento! ¡El Señor está contigo! ¡El Señor esté contigo siempre!

© Copyright 1989 - Libreria Editrice Vaticana