Ángelus del domingo 31 de diciembre de 1989
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 31 de diciembre de 1989
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. La fiesta de hoy nos invita a contemplar la Sagrada Familia de José, María y Jesús, y a admirar su armonioso entendimiento y su perfecto amor. A la luz de ese modelo podemos comprender mejor el valor de la institución familiar y la importancia de su serena convivencia.
Por la narración bíblica de la creación sabemos que la familia ha sido querida por Dios, cuando creó al hombre y la mujer y, bendiciéndolos, les dijo "Sed fecundos y multiplicaos" (Gn 1, 28).
Además, la gracia de Cristo, transmitida mediante el sacramento del matrimonio, hace a las familias capaces de realizar la unión a la que han sido llamadas. En especial las familias cristianas están comprometidas a reproducir el ideal enunciado por Jesús en la oración sacerdotal: "Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros" (Jn 17, 21). Aquel que hizo esta oración obtuvo con su sacrificio un don especial de unidad para todas las familias.
2. El Hijo de Dios se hizo sacerdote en la Encarnación, pero precisamente en virtud de ese ministerio tuvo necesidad de una educación familiar. Jesús obedecía a María y a José: "Vivía sujeto a ellos", dice el Evangelio (Lc 2, 51). Esta sumisión contribuía a la unión del Niño con sus padres y al clima de perfecto entendimiento que reinaba en la casa de Nazaret.
La educación recibida en familia preparó de hecho a Jesús para la misión que debía realizar en la tierra, según la revelación del ángel en el momento de la Anunciación. Fue, por consiguiente, una formación para el cumplimiento de su ministerio sacerdotal, más particularmente para la ofrenda del sacrificio de sí mismo al Padre.
Así queda iluminado el papel de la familia cristiana en el desarrollo de las vocaciones sacerdotales. El próximo Sínodo no podrá dejar de considerar este papel, reconocer su importancia y reflexionar sobre los medios adecuados para favorecerlo.
3. La vocación es una llamada que viene del poder soberano y gratuito de Dios. Pero dicha llamaba debe abrirse un camino en el corazón; debe entrar en las profundidades del pensamiento, del sentimiento, de la voluntad del sujeto, para llegar a influir en el comportamiento moral. El joven tiene necesidad de un ambiente familiar así, que lo ayude a tomar conciencia de la llamada y a desarrollar todas sus virtualidades.
Orando hoy por todas las familias del mundo, pediremos en particular a María, Madre de Dios y Madre nuestra, que favorezca el desarrollo de las vocaciones sacerdotales y que bendiga a aquellas familias que se han mostrado disponibles, regalando uno de sus hijos a la Iglesia.
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