Ángelus del domingo 4 de agosto de 1985

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 4 de agosto de 1985

1. Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos reunidos para venerar ese momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret.

Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del "Angelus Domini";

"Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1, 31-32).

María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).

Y desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"!

2. Nos unimos con la Madre de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la unión hipostática (unión de las naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón de Dios.

Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen.

Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel.

Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"!

Sí. ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente a causa de este oprobio y humillación! En efecto, entonces el Corazón del Redentor alcanza el culmen del amor de Dios.

¡Y precisamente el Amor es digno de toda alabanza!

Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Gál 6, 14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8).

3. Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. De esta gloria el Padre rodeó en el Espíritu Santo, el Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos la asunción al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para confesar: "Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros".

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