Ángelus del domingo 6 de septiembre de 1981
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 6 de septiembre de 1981
1. "...donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20).
Estas palabras del Evangelio de este domingo son particularmente importantes para nosotros que estamos aquí reunidos en el nombre de Jesucristo. Y no somos sólo dos o tres, sino una comunidad muy numerosa procedente de varios países del mundo. Y nos hemos reunido en oración para el rezo del Ángelus, durante el cual meditamos siempre sobre el misterio primero y fundamental de Jesucristo, el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen de Nazaret, cuyo nombre era María. A través de esta oración Cristo está presente de modo particular en medio de nosotros.
2. Pero deseo que nuestra asamblea se amplíe todavía más. Deseo que nos unamos en oración con nuestros hermanos y hermanas que hoy participan, presididos por el cardenal Secretario de Estado, en la celebración en honor de San Antonio de Padua, con ocasión del 750 aniversario de su muerte. El tiempo de convalecencia, después de la larga y grave enfermedad, no me permite tomar parte personalmente en esta conmemoración jubilar, como estaba previsto en el programa al principio. Por ello todavía siento más la necesidad de unirme en espíritu con todos los devotos del Santo, que desde hace tantos siglos sigue atrayendo a multitudes de fieles en torno a su tumba.
Se repite el fenómeno que sorprendió a sus contemporáneos; la gente llega de todas partes y se congrega en torno a San Antonio, atraídos por una fascinación irresistible. ¿Cuál es la razón? El estudio de su vida nos convence de que tal razón debe buscarse en la fidelidad absoluta con que anunció el Evangelio y en la coherencia valiente con que se esforzó por encarnar sus enseñanzas.
3. Pasado mañana, 8 de septiembre, se celebrará en todo el mundo la "XV Jornada Internacional de Alfabetización" encaminada a sensibilizar a todos los hombres sobre el problema del analfabetismo y la urgencia de remediarlo.
Todos sabemos que a lo largo de los siglos la Iglesia ha prestado gran contribución en este sector importante. Y también hoy, sobre todo en países de misión, a la vez que anuncia el Evangelio cumple asimismo esta valiosa actividad de promoción humana, educando a la cultura, que comienza siempre por saber leer Y escribir. Por ello la Iglesia se considera protagonista en esta labor nobilísima, y estimula de corazón a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad a proseguir los esfuerzos en esta dirección de solidaridad humana y cristiana.
4. "Dios ha reconciliado al mundo en Cristo, y ha puesto en nuestras manos la palabra de reconciliación" (Canto al Evangelio, cf. 2 Cor 5, 19).
Con tal meditación y nuestra oración juntos deseamos poner de manifiesto nuestra fidelidad a esta palabra de reconciliación respecto de todos los problemas que deben afrontar los hombres y los pueblos de toda la tierra.
"...el amor es el cumplimiento de la ley" (Rom. 1, 10), escribe el Apóstol.
No obstante todo lo que separa al mundo y a los hombres, no obstante todo lo que parece amenazar de modo creciente al mundo y a los hombres, ¡sea siempre más fuerte el amor!
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