Ángelus del domingo 7 de enero de 1979
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 7 de enero de 1979
Fiesta de la Epifanía
1. En la festividad de la Epifanía la Iglesia da gracias a Dios por el don de la fe que han compartido y comparten tantos hombres, pueblos y naciones. Y precisamente, según la tradición, aquellos tres hombres de Oriente, los tres Magos que llegaron a Belén, se cuentan entre los primeros testigos y portadores de este don. En ellos la fe, entendida como apertura interior del hombre, como la respuesta a la luz, a la Epifanía de Dios, encuentra su expresión transparente. En esta apertura a Dios el hombre aspira eternamente a la realización de sí mismo. La fe es el comienzo de esta realización, y de ella es condición.
Al agradecer a Dios el don de la fe, le damos gracias a la vez por la luz: por el don de la Epifanía y por el don de la apertura de nuestro espíritu a la luz divina. Tal es asimismo el significado de la fiesta a través de la que la Iglesia expresa, por así decir, hasta el fin el gozo de Navidad, del nacimiento del Señor.
2. Desde hace más de cien años, al hombre creyente se le ha sometido a una acusación grave. Según las palabras de la acusación, la religión "aliena al hombre", o sea, como que lo priva de lo que es sustancialmente humano.
Se ha hecho una escisión radical entre lo que es "sustancialmente humano", y lo que es "trascendental". En tiempos modernos se ha repetido la antigua fórmula altiora te nonquaeras (no pretendas lo que es superior a ti).
En contraste con esta acusación y este veto, los Reyes Magos de Oriente se apresuraron a ir a Belén. Y junto con ellos, tantos, tantísimos hombres. Todos ellos son testigos de que lo "sustancialmente humano" se expresa no en la fórmula citada, sino en otra igualmente antigua: altiora te quaeras (aspira a lo que es superior a ti).
¿Acaso es posible sentenciar sobre cuanto es "sustancialmente humano" sin recurrir a la experiencia plena del hombre? ¿Quién tiene derecho a afirmar que esta experiencia plena del hombre se expresa precisamente en la fórmula altiora te non quaeras? ¿Quién tiene derecho a afirmar que la realización plena del hombre quiere decir que el hombre se cierre sobre sí, y no significa cabalmente apertura, o sea, el altiora te quaeras?
3. En nuestros tiempos se invoca con frecuencia el principio de libertad religiosa. Y con razón. Es éste uno de los derechos más fundamentales del hombre. El Concilio Vaticano II dedicó a la libertad religiosa uno de sus documentos. Con más frecuencia cada vez, ocupa este derecho un puesto clave en los documentos legislativos. Pero queda todavía mucho por hacer para que funcione correctamente este principio en la vida social, pública, estatal e internacional. Y aquí no queda otro camino, sigue en pie éste: hay que liberar al hombre creyente de la acusación de alienación Y es por cierto esta acusación el origen de grandes daños inferidos a los hombres en nombre del "progreso" humano.
Hay que dejar a los Reyes Magos que vayan a Belén. Junto con ellos camina todo hombre que considera definición de su humanidad, la verdad de la apertura de su espíritu a Dios, la verdad que se expresa en la frase altiora te quaeras!
No se puede imponer a los hombres una fórmula contraria. No se puede entender e interpretar según esta fórmula: altiora te non quaeras, el mismo principio de la libertad religiosa en la vida social y pública, porque entonces quedaría tergiversado.
Hoy la Iglesia agradece a Dios la fe, el don de la Epifanía y, al mismo tiempo, el don de la apertura.
Toda la Iglesia suplica y actúa en este sentido para que el doble don que está en la base de tantas cuestiones y aconteceres humanos, encuentre derecho de ciudadanía en la vida de los individuos, naciones estados y continentes, en la vida de toda la humanidad.
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