Ángelus del domingo 8 de noviembre de 1981
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 8 de noviembre de 1981
1. La liturgia de este domingo contiene el elogio de la Sabiduría. Comprende también una llamada a la prudencia y a la vigilancia. Y aunque estas últimas tengan un carácter expresamente escatológico, puesto que hablan "de la economía de 1a salvación eterna" del hombre, sin embargo podemos referirlas también a la economía de la temporalidad humana vinculada al trabajo.
Por esto, hoy deseo dirigirme de modo particular a los hombres y a los problemas del trabajo agrícola.
2. Ante todo es preciso recordar que la tierra es un don de Dios, un don que el Omnipotente hace a todos los hombres y que debe producir beneficios en provecho de todos. El moderno desarrollo de la industrialización ha incrementado la crisis rural, favoreciendo el creciente éxodo de los campos y creando problemas de proletarización intensiva. Se impone, pues, la necesidad de estudiar el coordinamiento entre industria y agricultura, para superar su desequilibrio y oposición (cf. Mater et Magistra, 36). Las desigualdades, que se encuentran acá y allá en el mundo de los trabajadores rurales, no dependen sólo del grado de desarrollo de la tecnología, sino también "de las leyes de la política agrícola, del nivel de toda la ética social" (Ángelus del 15 de julio de 1979). Sobre todo en los países del Tercer Mundo, "donde la mayoría de la población vive de la tierra" (ib.), son urgentes cambios radicales que garanticen, mediante una justa legislación, los derechos primarios de los trabajadores del campo.
3. Hoy, 8 de noviembre, se celebra en Italia la anual "Jornada de Acción de Gracias" por los frutos de la tierra y del trabajo humano. Se trata de una iniciativa promovida por la Confederación Nacional de los "Coltivatori Diretti". Por tanto, hoy son protagonistas en la alabanza a Dios precisamente los trabajadores de la agricultura y de las comunidades rurales. Yo me asocio de corazón a su alegría, que sé muy bien es fruto de esfuerzo y de fatiga, pero que es también profunda y genuina. La Iglesia desea manifestar hoy, una vez más, su particular solicitud por la benemérita, laboriosa gente rural, cuyo espíritu religioso aumenta por el continuo contacto con la naturaleza y con Dios; desea que sean reconocidos en el ámbito de la sociedad el prestigio y la consideración que les son debidos; e invita a todos los campesinos que trabajan la tierra a superar toda forma de individualismo y aislamiento y a sentir la mutua solidaridad como una exigencia vital. La Iglesia considera este compromiso de justicia social como "su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo" (Laborem exercens 8).
4. El mes de noviembre nos dispone de modo particular a la oración por los difuntos.
San Pablo, en su primera Carta a los Tesalonicenses, nos invita a no sucumbir bajo la tristeza en relación con los muertos, como hacen, en cambio, los que no tienen esperanza. "Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios por Jesús tomará consigo a los que se durmieron en Él" (1 Tes 4, 14).
Dejándonos guiar por esta fe y esperanza, encomendamos todos los difuntos a la infinita misericordia de Dios, rezando el Ángelus.
© Copyright 1981 - Libreria Editrice Vaticana