Ángelus del domingo 9 de agosto de 1981

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 9 de agosto de 1981

1. Nuestra plegaria del "Ángelus Domini", momento de intensa comunión de espíritu entre vosotros y yo, también hoy quiere encontrar alimento en la Palabra de Dios. Damos gracias al Señor porque "podemos llamar Padre a Dios" (1° oración). Asimismo el Antiguo Testamento contiene la revelación de la paternidad divina, pero fue Jesús quien nos enseñó expresamente a invocar al "Padre nuestro" para que en el mismo Jesús llegásemos a ser de verdad hijos de Dios.

2. Dios mismo ha manifestado a Jesús como Hijo suyo, el "Elegido" (Lc 9, 35), tanto en el Bautismo como en la Transfiguración que hemos celebrado en la liturgia del 6 de agosto. Igual que resonó en el Jordán, también en el Tabor se oyó la voz del Padre: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo toda mi complacencia; escuchadle" (Mt 17, 5). Cuando se encarnó en el seno de María Virgen, el Hijo de Dios se hizo hermano nuestro, y en Él todos nosotros hemos llegado aser "hijos en el Hijo"; y por esto ha infundido Dios en nosotros un "espíritu de hijos adoptivos" (cf Rom 8, 15).

Y esta gran verdad exige de nosotros una respuesta coherente, la respuesta de la fe.

3. Queridísimos: Según recordé ya el domingo pasado, hace tres años, justamente el día de la Transfiguración, volvía a Dios el alma grande de mi predecesor Pablo VI. ¿Cómo no agradecer al Señor el haberlo dado a su Iglesia precisamente como maestro de la fe? Él nos repitió que Dios es Padre, que Jesucristo es el Hijo de Dios, Salvador y Redentor, que el Espíritu Santo "es Señor y da la vida". Pablo VI nos ha confirmado en la fe durante todo su pontificado y nos la inculcó especialmente en el "Año de la Fe", que culminó con la proclamación solemne, intrépida y ardorosa del "Credo del Pueblo de Dios". Recojamos esta herencia suya junto con su último y elocuente testamento espiritual.

Que nuestra oración del Ángelus de hoy sea también un firme acto de fe en Cristo, Hijo de Dios; fe que confiamos a las manos de María. "Virgo fidelis".

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