Ángelus del martes 8 de diciembre de 1987
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Martes 8 de diciembre de 1987
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Entre los distintos santuarios marianos, hoy quisiera recordar el célebre santuario de Loreto, uno de los más famosos entre los más de mil quinientos templos italianos dedicados a María.
Aparte de lo que cuentan sobre la milagrosa "traslación" de la Santa Casa de Nazaret las tradiciones que todavía son objeto de estudio y de análisis por parte de historiadores y de mariólogos, lo que impresiona es la gran afluencia de pueblo, atestiguada desde el siglo XIV, hacia este santuario, convertido rápidamente de una humilde casita en templo grandioso, admirable por las obras de arte y por la magnificencia de su arquitectura. La devoción popular a la Virgen de Loreto es antigua por lo que respecta a la tradición sobre los sucesos de la "traslación" de la casita de Nazaret a la "colina de los laureles", junto a la ciudad de Ancona.
Humildes y desconocidos peregrinos, junto a personajes de importancia, han ido a Loreto para rezar a la Virgen Santísima. Allí han acudido grandes Santos, y también numerosos Pontífices. Yo mismo fui peregrino a Loreto en septiembre de 1979, y luego en abril de 1985, con ocasión de la Asamblea de la Iglesia italiana sobre la reconciliación.
El santuario de Loreto es ciertamente una página de historia eclesial, rica de acontecimientos y densa de fe y de devoción.
2. ¿Cómo es posible tanta afluencia de pueblo a Loreto? ¿Cuál es el mensaje que brota de esos muros misteriosos?
La atracción especial que, desde hace ya setecientos años, ejerce el santuario mariano de Loreto sobre los fieles, y especialmente sobre los enfermos, los pobres, los humildes, los marginados, nace precisamente de su mensaje único y perenne: ¡El mensaje de la Encarnación de Dios para la salvación del hombre!
En Loreto se medita y se redescubre el nacimiento de Cristo, el Verbo Divino, y su vida terrena, humilde y escondida, para nosotros y con nosotros, en Loreto la realidad misteriosa de la Navidad y de la Sagrada Familia se hace de alguna manera palpable, se hace experiencia personal, que conmueve y transforma. El pensar en la humilde casa en la que el Verbo Encarnado vivió durante años convence al peregrino de que verdaderamente Dios ama al hombre tal como es, y lo llama, lo sigue, lo ilumina, lo perdona, lo salva. En efecto, en Loreto multitudes innumerables, cada día, y de todo el mundo, se acercan al sacramento de la confesión y de la Eucaristía, y muchos se convierten de la incredulidad a la fe, del pecado a la gracia, de la tibieza y de la superficialidad al fervor espiritual y al compromiso del testimonio.
3. Loreto es un remanso de paz para el alma; es un encuentro particular con Dios; es un refugio para el que busca la Verdad y el sentido de su vida. Loreto es el santuario de la Encarnación, que proclama el amor de Dios, la dignidad de cada persona, la santidad de la familia, el valor del trabajo y del silencio, la necesidad de la oración, el mandamiento de la caridad para con todos los hermanos.
Escuchemos su mensaje, confiando en María, nuestra Madre.
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