Pentecostés
JUAN PABLO II
REGINA CAELI
Domingo de Pentecostés, 19 de mayo de 2002
1. Al final de esta solemne celebración, saludo cordialmente a los peregrinos, en particular a los de Piamonte, Calabria y Liguria, que, junto con sus pastores y las autoridades civiles, han venido para rendir homenaje a los nuevos santos. Estos luminosos testigos del Evangelio, que hoy la Iglesia nos señala, nos invitan a dirigir nuestra mirada a la Virgen. A ella acudieron constantemente a lo largo de su existencia.
2. Me dirijo ahora con mucho afecto a los peregrinos españoles que participan en la canonización de san Alonso de Orozco, junto con otros nuevos santos. Saludo a los señores cardenales y obispos, a las autoridades civiles, a los sacerdotes y fieles y, muy especialmente, a los miembros de la gran familia de san Agustín, enriquecida hoy con un nuevo santo. Que, como él, también todos podáis experimentar siempre la protección de la Madre de Dios y Madre nuestra.
3. Saludo con afecto a los peregrinos de Brasil, pastores y fieles que han venido para asistir a la canonización de santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús. Saludo en particular al señor presidente de la República y a las demás autoridades civiles que han participado en esta celebración. Ojalá que la vida de la madre Paulina siga sirviendo como modelo de santidad para las Hermanitas de la Inmaculada Concepción, para que "nuestro Señor sea conocido, amado y adorado por todos y en todo el mundo".
4. Ayer se celebró en Italia una jornada de sensibilización sobre el grave problema del trabajo de los menores, organizada por la Marcha global contra el trabajo infantil y la asociación "Manos tendidas". Que esa iniciativa sea una ocasión propicia para buscar vías eficaces de solución a ese intolerable fenómeno.
Saludo asimismo a los jóvenes reunidos en San Giovanni Rotondo con el fin de prepararse para la canonización del padre Pío. Caminad con valentía, queridos jóvenes, por la senda de la santidad.
Por último, deseo expresar mi gratitud por las felicitaciones que, en nombre de todos, me ha dirigido el señor cardenal Bernardin Gantin, decano del Colegio cardenalicio. En particular, me ha confortado la promesa de oraciones especiales por mi persona y por el cumplimiento del servicio petrino, que me ha confiado el Señor. Desde esta perspectiva, os invito a invocar ahora junto conmigo a la Virgen María, a la que nos dirigimos cantando la antífona Regina caeli.
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