Angelus: 27 de junio
JUAN PABLO II
ANGELUS
Domingo 27 de junio de 1999
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Hoy la plaza de San Pedro acoge una singular iniciativa. Se trata de la representación sagrada de los así llamados «misterios», realizada por los peregrinos de Molise, a quienes dirijo un cordial saludo. Doy las gracias a monseñor Armando Dini, arzobispo de Campobasso-Boiano, a los organizadores, a los portadores, a los artistas, y a cuantos han cooperado en la realización de esta sugestiva expresión de religiosidad popular.
Con ocasión de algunas grandes fiestas litúrgicas, ya desde la época medieval, ha ido difundiéndose en muchos países europeos la tradición de organizar el desfile de representaciones, que se suelen llamar «misterios». En Campobasso alcanzó un notable desarrollo en el siglo XVIII, en el ámbito de la solemne procesión del Corpus Christi. Se trata de trece grupos vivientes, montados ingeniosamente sobre estructuras de hierro forjado, que representan, en este orden, a san Miguel arcángel, la Inmaculada Concepción, Abraham, la Sagrada Familia, santa María Magdalena, san Crispín, san Jenaro, san Antonio abad, san Nicolás de Bari, san Leonardo de Noblat, san Isidro, san Roque y la Asunción de la Virgen.
2. Los «misterios» no sólo tienen un carácter folclórico; sobre todo revisten un valor religioso, pues, con el mismo orden de su secuencia, invitan a meditar en la historia de la salvación.
Al disponernos a la plegaria del Ángelus, me complace destacar que María ocupa en esta representación sagrada el lugar singular que le corresponde. El «misterio» de la Inmaculada Concepción, que desfila inmediatamente después del que alude a la victoria primordial de los ángeles fieles sobre los rebeldes (cf. Ap 12, 7), recuerda que en los inicios de la historia del hombre se halla la gracia de Dios. Su designio providencial de salvación derrota el poder del maligno. Por último, se encuentra el «misterio» de la Asunción al cielo de María santísima en cuerpo y alma: representa la gloria en la que ya ha entrado la Virgen y a la que están llamados todos los que acogen la redención de Cristo. Otros «misterios» representan a santos particularmente venerados por la devoción popular, y ponen de relieve las maravillas que el amor misericordioso de Dios ha realizado en el hombre a lo largo de los siglos.
3. Deseo de corazón que estas significativas formas de religiosidad popular, que han surgido en comunidades de profunda fe, sigan siendo también hoy instrumentos eficaces de evangelización. Ojalá que impulsen a la contemplación y a la oración y susciten, especialmente en los jóvenes, el mismo entusiasmo espiritual de las generaciones pasadas.
La Virgen María, que acompaña el camino del pueblo cristiano, nos ayude a traducir a nuestra vida diaria el «misterio» de la redención, preparándonos así para celebrar el gran jubileo del año 2000.
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