Angelus 5 de enero

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 5 de enero de 2003

 

1. La liturgia de este domingo nos vuelve a proponer, en el prólogo del evangelio de san Juan, el misterio sublime de la encarnación del Verbo eterno, que vino a habitar entre nosotros.

Escribe el evangelista:  "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres", que "brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la acogieron" (Jn 1, 4-5). Pero a los que la acogieron, les dio "poder de hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 12). Y termina con esta afirmación solemne:  "A Dios nadie lo ha visto jamás:  el Hijo unigénito,  que está en el seno del Padre, es  quien  lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18).

Estas palabras, aunque resuenan en el corazón de la Iglesia desde hace más de dos mil años, conservan toda su novedad y actualidad. En Jesús, Hijo unigénito del Padre, Dios se revela totalmente y hace partícipe de su vida a todo ser humano que lo reconoce como Salvador. El Niño nacido en Belén es verdaderamente el "coetáneo" de toda persona que viene a la tierra.

2. Por tanto, es también nuestro "contemporáneo". Los dones del Señor no caducan nunca. Esta es la buena nueva de la Navidad:  la luz divina, que inundó el corazón de María y de José, y guió los pasos de los pastores y de los Magos, brilla también hoy para nosotros.

El drama es que muchos no conocen a Cristo, luz del mundo, mientras que otros no lo acogen o, incluso, lo rechazan. Desgraciadamente, en nuestra sociedad se ha difundido una cultura impregnada de egoísmo y cerrada al conocimiento y al amor de Dios. Es una cultura que, rechazando de hecho una sólida referencia a la trascendencia divina, engendra extravío e insatisfacción, indiferencia y soledad, odio y violencia. ¡Cuán urgente es, por tanto, testimoniar con alegría el único mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo, del Evangelio de la vida y de la luz, de la esperanza y del amor!

3. María, Estrella de la evangelización, a quien invocamos con confianza, nos sostenga siempre para que permanezcamos fieles a la vocación cristiana y realicemos las aspiraciones de justicia y paz, que anhelamos ardientemente al inicio de este nuevo año.

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