Angelus, Bautismo de Jesús, 7 enero 2001
JUAN PABLO II
FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS
ÁNGELUS
Domingo 7 de enero de 2001
1. Ayer, solemnidad de la Epifanía, concluyó el gran jubileo del año 2000, y hoy celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús. Como todos los años, he tenido la alegría de administrar el bautismo a algunos recién nacidos. Al renovar un cariñoso saludo a las familias, deseo a sus hijos un futuro lleno de bendiciones del Señor.
2. Algunas Iglesias de Oriente, siguiendo su calendario, celebran hoy la Navidad. En esta feliz circunstancia, me siento espiritualmente cercano a esos queridos hermanos en la fe, a quienes expreso mis mejores deseos de alegría y paz.
Unidos a ellos en la fe y en la caridad de Cristo, repito hoy lo que dije el 25 de diciembre del año pasado en el mensaje Urbi et orbi: "¡Tú, Cristo, que contemplamos hoy en brazos de María, eres el fundamento de nuestra esperanza! (...) En ti, y sólo en ti, se ofrece al hombre la posibilidad de ser una "criatura nueva". ¡Gracias por este don tuyo, Niño Jesús!" (n. 6: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de diciembre de 2000, p. 20).
3. Durante estos días el sentimiento más fuerte en mi corazón es el de gratitud. Ayer pude dar gracias al Señor por el don extraordinario del jubileo y a cuantos han trabajado generosamente por el éxito de sus diferentes momentos.
Hoy siento el deber de expresar una vez más mi sincera gratitud especialmente a los voluntarios que aquí en Roma, en Jerusalén y en muchos otros santuarios y basílicas, metas de numerosos peregrinos, han prestado su servicio de acogida. Lo hago dirigiéndome a vosotros, amadísimos voluntarios, que acabáis de participar en la celebración eucarística en la basílica vaticana, presidida por el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000.
Veo en vosotros, hermanos y hermanas amadísimos, a los casi setenta mil voluntarios, jóvenes y adultos de tantos países, que durante el Año jubilar han venido a esta ciudad de los Apóstoles para ponerse al servicio de los peregrinos del Año santo. Fieles al lema que lleváis escrito en vuestro uniforme: "Era forastero y me acogisteis" (Mt 25, 35), habéis acompañado a miles de personas hacia la Puerta santa de las basílicas patriarcales. Así, habéis sido guías expertos, ayudantes solícitos y testigos privilegiados de las maravillas de Dios, experimentando la verdad de las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Hay mayor felicidad en dar que en recibir" (Hch 20, 35).
En nombre de todos los peregrinos, el Papa os dice ¡gracias! Y os desea que aprovechéis la experiencia vivida: al volver a vuestra casa, conservad en el corazón los momentos jubilares en los que habéis participado y manifestad en vuestra vida diaria una actitud de "voluntario", que os haga reconocer en toda persona que encontráis a un hermano al que debéis amar y servir, y os impulse a ser constructores de la civilización del amor en este nuevo milenio que comienza.
4. Las Naciones Unidas han proclamado el 2001 Año internacional del voluntariado; por eso, en vosotros deseo saludar y alentar a todos los voluntarios del mundo, hombres y mujeres, que ofrecen gratuitamente una parte de su tiempo a través de múltiples formas de solidaridad fraterna para la promoción y la educación de la persona humana, en particular estando junto a los más pobres y a cuantos sufren material y espiritualmente.
El voluntariado, en todas sus formas, es ante todo una actitud del corazón; de un corazón que sabe abrirse a las necesidades de los hermanos, reconociendo en ellos la altísima dignidad humana en la que se refleja la grandeza misma de Dios, a cuya imagen ha sido creado todo ser humano (cf. Gn 1, 27; Mt 25, 40).
Amadísimos voluntarios, encomendemos todos vuestros propósitos de bien a María con la plegaria del Ángelus.
© Copyright - Libreria Editrice Vaticana