Angelus del 10 de octubre de 1998
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 11 de octubre de 1998
Concluimos esta solemne celebración con la plegaria del Ángelus. Miramos a la Virgen con los ojos de la nueva santa que, contemplando el misterio de la Presentación en el templo, escribió: «Cuando la Virgen llevó al Niño al templo, le profetizaron que una espada le atravesaría el alma. (...) Es el anuncio de la pasión, de la lucha entre la luz y las tinieblas, que ya se manifiesta ante el belén».
Santa Teresa Benedicta de la Cruz comprendió que el belén y la cruz estaban íntimamente unidos entre sí. Esta certeza interior le permitió entrar en profunda sintonía con la Virgen. Sobre ella escribió: «Estar en oración ante Dios, amarlo con todo el corazón, implorar su gracia sobre el pueblo pecador, ofreciéndose como reparación por este pueblo, y como esclava del Señor estar atenta a cada gesto suyo: ésta fue su vida». Edith Stein, también ella hija del pueblo judío, hablaba de María y, casi sin darse cuenta, trazaba el programa de su opción existencial.
Pidamos a la nueva santa que interceda por nosotros ante la Virgen, para que cada uno pueda responder generosamente a su vocación.
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Después del Ángelus
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta solemne canonización de Edith Stein. Al encomendaros a la intercesión de la nueva santa, hija del Carmelo teresiano, os imparto complacido la bendición apostólica.
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