Angelus del 2 de agosto de 1998

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 2 de agosto

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El jueves próximo será la fiesta de la Transfiguración del Señor, un día particularmente significativo y lleno de recuerdos. Hace veinte años, precisamente el 6 de agosto, moría aquí, en Castelgandolfo, mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, de cuyo nacimiento se está celebrando el centenario. Tendré nuevamente la posibilidad de rendir solemne homenaje a su memoria el próximo día 20 de septiembre, con mi peregrinación a Brescia. Hoy quisiera remontarme idealmente al 6 de agosto de 1964, cuando, durante el concilio ecuménico Vaticano II, él, que era Papa desde hacía poco más de un año, publicó su primera encíclica: Ecclesiam suam.

Aunque él mismo declaró que quería simplemente dar a la Iglesia un «mensaje fraterno y familiar» (n. 7), esa encíclica constituye el documento programático de su pontificado y, en cierto modo, una síntesis de toda su personalidad de pastor, de maestro y de atento conocedor de los hombres y de la historia.

2. Al releer las páginas de la encíclica Ecclesiam suam, nos damos cuenta de que es, ante todo, un acto de amor a la Iglesia, una profunda reflexión sobre tres aspectos vinculados entre sí: la conciencia de la Iglesia, su renovación auténtica y su relación con el mundo.

La tercera parte, titulada «El diálogo », ilustra, como escribió el mismo Pontífice, la actitud «que la Iglesia católica debe adoptar en esta hora de la historia del mundo» (n. 60). Al tema del diálogo, como estilo y método de relacionarse con la sociedad moderna, está dedicada una gran parte del documento. Por eso, la encíclica Ecclesiam suam suele definirse como la «encíclica del diálogo», que conserva también hoy plena actualidad.

En nuestra época, proyectada hacia el tercer milenio, es preciso releerla de manera más atenta y profunda, para captar todo su valor profético y poner en práctica cada vez más adecuadamente las directrices conciliares.

3. Pablo VI, al concluir la quinta sesión del Concilio, el 21 de noviembre de 1964, afirmó que «el conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre la santísima Virgen María será siempre una ayuda eficaz para la recta inteligencia del misterio de Cristo y de la Iglesia» (AAS 56 [1964], 1115). Y, a continuación, proclamó a María «Madre de la Iglesia».

Al recordar esos momentos de gran fervor espiritual, que Dios me concedió vivir, quisiera hoy renovar la consagración de toda la comunidad eclesial y de todo el mundo a María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia.

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Después del Ángelus

Doy una cordial bienvenida a los fieles de lengua española que han participado en esta oración mariana del Ángelus. Os invito a que, también en este tiempo estivo, imitéis a María, escuchando con docilidad la voz de Dios y acogiendo con gozo a Jesús en vuestras vidas. A todos os bendigo con afecto.

(En italino)
 Quisiera dirigir también un cordial saludo a quienes ya han dejado las ciudades y a los que en estos días están de viaje para ir a las diversas localidades de veraneo, sin olvidar a cuantos .y son muchos. desgraciadamente no tienen la posibilidad de tomar vacaciones. A todos les deseo que pasen un período de serenidad y de descanso físico y espiritual.

Palabras del Santo Padre sobre la religiosa asesinada en Ruanda

No puedo menos de recordar que a los religiosos y a las religiosas asesinados en los días pasados se añade el nombre de sor Valens Mukanoheli, de la congregación de Benebikira, trágicamente asesinada en Ruanda el viernes pasado. Mientras oramos por el alma de esta hermana nuestra, sigamos implorando con confianza al Señor el don de la paz para África y para el mundo entero.

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