Audiencia general del 1 de marzo de 1995

Autor: Juan Pablo II

 

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERALMiércoles 1 de marzo de 1995

 

Sentido de la Cuaresma

(Lectura:
capítulo primero del evangelio de san Marcos, versículos 14-15)

1. "¡Reconciliaos con Dios!" (2 Co 5, 20). Hoy, miércoles de ceniza, empieza el tiempo de la Cuaresma, tiempo de oración y de penitencia, que nos acompañará durante cuarenta días hasta la celebración del Triduo pascual. Entremos, amadísimos hermanos y hermanas, en el clima de oración, de reflexión y de ayuno característico de este día penitencial, como nos invita a hacer la liturgia de hoy.

¡Reconciliaos con Dios! Una de las llamadas más apremiantes que este día se dirigen indistintamente a todos los fieles es, precisamente, la invitación a la conversión y a la reconciliación. Las dos fórmulas litúrgicas que acompañan el rito de la imposición de la ceniza expresan precisamente este contenido, aunque con palabras diversas. La primera fórmula litúrgica es: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". Esta expresión remite al relato del primer pecado de la humanidad, el pecado original (cf. Gén 3, 19). De este modo, se invita al hombre a que reconozca su realidad de criatura mortal y su condición de pecador, para confiar en la misericordia de Dios y, mediante el perdón divino, recuperar o intensificar el estado de gracia, es decir, la comunión con la vida misma de Dios.

La segunda fórmula litúrgica del rito de la ceniza se refiere a los comienzos de la predicación de Jesús: "Convertíos y creed en el Evangelio"(cf. Mc 1, 15). Se trata de una invitación apremiante a la penitencia evangélica, o sea, a abandonar las falsas seguridades del mundo, a renunciar a las opciones egoístas, y a liberarse de la tiranía del mal y de un excesivo amor a sí mismo, para aceptar la buena nueva, la salvación que Dios ofrece a todo hombre en Cristo Jesús.

2. La actitud de penitencia y de conversión debe traducirse en gestos concretos de renovación espiritual y de caridad hacia los hermanos. Esto es lo que destaca una significativa exhortación del Concilio Vaticano II: "La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese y recomiéndese la práctica penitencial de acuerdo con nuestro tiempo y con las posibilidades de las diferentes regiones, así como con las situaciones de los fieles" (Sacrosanctum concilium, 110).

Un signo característico de penitencia del miércoles de ceniza es la tradicional práctica de la abstinencia y del ayuno. Abstenerse de comer o, incluso, aceptar una disciplina restrictiva responde a diversas necesidades de la existencia humana y, en consecuencia, adquiere un significado que influye tanto en la vida física como en la experiencia espiritual del hombre. Ante todo, está en juego la protección de la salud física. En efecto, una alimentación sana implica la renuncia periódica a ciertos tipos de alimentos, además de oportunas pausas entre una comida y otra. Esto sirve también para restablecer el autocontrol necesario frente al impulso de la gula. No hay que subestimar tampoco la posibilidad que ofrece esa disciplina de practicar la solidaridad con cuantos pasan necesidad. Asimismo la abstinencia y el ayuno recuerdan los limites de todo alimento natural e indican la necesidad de buscar un alimento espiritual, según las palabras de la Escritura: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4).

3. Así pues, el ayuno exterior ha de ir acompañado por la escucha de la palabra de Dios Del compromiso de la oración. En la liturgia de este día se proclama repetidamente la invitación del Señor: "Volved a mí de todo corazón" (Jl 2, 12; cf. primera lectura). Esta invitación resonará en todo el tiempo cuaresmal, durante el cual los fieles están llamados a hacer una pausa para meditar y orar, dando cabida a la palabra de Dios en su existencia que, con mucha frecuencia, es frenética o se llena sólo de realidades limitadas o pasajeras. Es necesario prestar cada vez mayor atención a la sagrada Escritura, también a través de las múltiples ocasiones que ofrece el tiempo cuaresmal mediante la participación en la liturgia dominical y diaria, los encuentros comunitarios o la meditación personal.

Si en cada período del año la oración constituye el centro de la existencia cristiana y la expresión más auténtica de la vida de fe, ello vale con mayor razón durante la Cuaresma. En este período la oración deberá adquirir una típica acentuación penitencial. Se expresará especialmente en la petición del perdón divino por los pecados personales y comunitarios, por la perduración de las situaciones de injusticia y de violencia en el mundo, así como por los conflictos y las guerras que aún hoy amenazan a poblaciones enteras. La oración cuaresmal es la fuerza más poderosa para vencer el mal latente en el corazón de los hombres, porque se funda en el mismo poder redentor de Dios, revelado y comunicado a los hombres en la cruz de Cristo.

4. Por último un elemento característico del miércoles de ceniza y del tiempo cuaresmal es el ejercicio de las obras de caridad. En el mensaje que he enviado con ocasión de la Cuaresma de este año he indicado la plaga del analfabetismo como campo privilegiado para el ejercicio de las obras de caridad. Se trata de un ámbito muy urgente en nuestro tiempo, pues, junto con la pobreza material, sigue manifestándose la pobreza cultural, que condena al hombre a la ignorancia de sus mismos derechos y deberes (cf. n. 1).

La Cuaresma de este año tiene, además, una característica del todo especial y propone a los creyentes el compromiso de vivir estos cuarenta días con singular intensidad. En efecto, se encuentra en la primera fase de preparación para el gran jubileo del año 2000. El período de oración y de penitencia que nos llevará a la próxima Pascua forma parte del itinerario plurianual de preparación para el gran encuentro con el amor misericordioso de Dios, que nos espera al comienzo del tercer milenio cristiano. María que siguió a su Hijo como discípula fiel hasta el pie de la cruz, nos acompañe y nos sostenga con su intercesión maternal en nuestro camino penitencial, en unión con los fieles de la entera comunidad eclesial, difundida en todos los rincones de la tierra.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Saludo con afecto a todos los peregrinos procedentes de América Latina y de España.

En especial a los componentes de la Corporación Bíblica de Puente Genil (Córdoba), así como a los alumnos de diversos Colegios de Madrid, Toledo y Cartagena, y del Instituto “Menéndez Tolosa” de la Línea de la Concepción.

A todos imparto de corazón la bendición apostólica.

 

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