Audiencia general del 12 de junio de 1991
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 12 de junio de 199
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1 "Dad en todo gracias a Dios (...) No extingáis el Espíritu" (cf. 1 Ts 5, 18-19).
Deseo hoy, siguiendo ese lema, dar humildemente gracias a la Providencia divina por la peregrinación en Polonia del 1 al 9 de junio. De acuerdo con la idea del Episcopado, esta ha sido, ante todo, una "peregrinación de acción de gracias". Los acontecimientos de los últimos años, y en especial los del año 1989 (50 años después del estallido de la segunda guerra mundial, que comenzó con la invasión hitleriana y, al mismo tiempo, estaliniana de Polonia) han significado el inicio de una situación nueva. El año 1989 sigue siendo una fecha importante, no sólo para mi patria, sino también para toda Europa, y en especial para los países de Europa central y oriental.
Así, pues, doy gracias por la invitación tanto al Episcopado, encabezado por el primado de Polonia en calidad de presidente de la Conferencia episcopal, como a las autoridades del Estado y, en particular, al presidente de la República, al Gobierno y a ambas Cámaras del Parlamento (la Dieta y el Senado).
2. Todo el recorrido de esta peregrinación llevaba el sello de la acción de gracias -"Dad en todo gracias a Dios"- y, al mismo tiempo, de la renovación de la vida de la sociedad mediante el servicio de la Iglesia. El itinerario me llevó de Koszalin-Kolobrzeg en el mar Báltico, hasta las regiones del sudeste del país: Rzeszów-Przemysl-Lubaczów, y luego al centro de la Polonia meridional: Kielce-Sandomiers/Radom, y de nuevo al nordeste: Lomza-Bialystok-Olsztyn (Warmia) para dirigirme, pasando por las antiguas ciudades y las sedes episcopales situadas cerca del Vístula, Wlociawek y Plock, hacia Varsovia, capital del país.
Durante esta peregrinación he podido elevar a la gloria de los altares a tres nuevos beatos: en Rzeszów, a Józef Sebastian Pelczar, obispo de la diócesis de Przemysl; en Bialystok, a la religiosa Boleslawa Lament, que se distinguió en el campo de la caridad y en el ecuménico y, en Varsovia, al franciscano Rafal Chylinski, gran padre de los pobres y de los enfermos.
Durante esta peregrinación, he podido encontrarme, por primera vez con las Iglesias situadas a lo largo de la frontera oriental de la República, y eso ha permitido también la participación de muchos grupos venidos del extranjero: de Ucrania, Bielorrusia, e incluso de Lituania y de otras regiones aún más distantes, hacia el Este.
Es preciso, también, dar gracias a Dios por la participación de los obispos de esos países (hasta Kazajstán: los obispos de Karaganda y de Moscú), así como de los cardenales y obispos de Europa: austriacos, alemanes, italianos, españoles y franceses, checos y eslovacos, húngaros y rumanos; e incluso de África (Costa de Marfil) y de Estados Unidos. La peregrinación revistió una dimensión europea en el sentido de que Europa se abrió también mediante los acontecimientos de los últimos años.
3. "Dad en todo gracias a Dios": hay que dar gracias a Dios por los encuentros entre las naciones: de manera especial, en Lomza, con los lituanos; en Przemysl y Lubaczów, con los ucranios; y en Bialystok, con los bielorrusos. En Przemysl, con la presencia del cardenal Lubachivsky y de los obispos de rito bizantino-ucranio, quedó confirmado el renacimiento de la eparquía de Przemysl de ese rito en Polonia con la institución de su propia catedral episcopal. También se instituyeron las diócesis y las catedrales de Bialystok y Drohiczyn en orden al renacimiento de la jerarquía, más allá de las fronteras, en Vilna y en Pinsk.
4. Conviene subrayar, al mismo tiempo, la dimensión ecuménica de la peregrinación: la oración común en la catedral ortodoxa de San Nicolás en Bialystok, el encuentro con el Consejo ecuménico polaco y la oración común en el conocido templo luterano, dedicado a la Santísima Trinidad, en Varsovia. Por fin el encuentro en la nunciatura con los representantes de los judíos polacos a los que Polonia está vinculada, con lazos pluriseculares, en virtud de la convivencia en la misma tierra y, desde los tiempos de la última guerra, en virtud de la tragedia del holocausto causado por el programa racista del totalitarismo de Hitler. Mi encuentro con los judíos en tierra polaca es siempre especialmente cordial, pues trae a la memoria y renueva también mis lazos personales del período de mi juventud y de los años difíciles de la ocupación.
5. "Dad en todo gracias a Dios (...) No extingáis el Espíritu". Mi peregrinación en Polonia la he realizado durante el 200° aniversario de la Constitución del 3 de mayo de 1791, que fue un gran acto de sabiduría y de responsabilidad política. A pesar de que llegó demasiado tarde y no pudo evitar la tragedia de la división de Polonia, dicho acto se convirtió para las futuras generaciones en un testimonio de la soberanía de la sociedad y en una brújula, que indicaba la dirección hacia la recuperación de la independencia. Esa independencia se alcanzó como consecuencia de la primera guerra mundial, en 1918. Desde este punto de vista, fue muy significativo el encuentro en el Castillo Real y el "Te Deum" en la catedral de Varsovia, dedicada a san Juan Bautista, como había sucedido hace doscientos años. Esa venerable Constitución es de nuevo el punto de referencia para la III República, pues constituye una básica estructura institucional y legal de la nueva sociedad. La obra de "Solidaridad" consistió en sacar a la sociedad de las limitaciones totalitarias del sistema impuesto a la nación contra su voluntad, como consecuencia del pacto unilateral de Yalta, después de 1945. Es necesario que en este terreno, así preparado, se construya el Estado plenamente soberano y justo.
El lema "No extingáis el Espíritu", en este contexto resulta especialmente actual. Siguiéndolo, he concentrado mi enseñanza en Polonia fundándola en el Decálogo y en el mandamiento evangélico del amor. Al parecer, este es el camino más adecuado para lograr la reconstrucción, pues se apoya en los mismos principios que permiten seguir reconstruyendo de modo correcto la vida de los hombres y de la nación, vinculada desde hace mil años al cristianismo. La enseñanza del Concilio Vaticano II favorece la realización de esa tarea: todo el programa de los derechos del hambre, comenzando por el derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, y el derecho a la vida. Así, la defensa del niño aún no nacido encuentra su fundamento en la ley natural, confirmada por el Decálogo y por el Evangelio.
6. A lo largo del itinerario de mi peregrinación, fui testigo de muchos hechos que demuestran "la novedad de la vida". Por primera vez en mi tierra patria, me fue posible encontrarme en oración común con el Ejército polaco, que ya tiene su obispo castrense y sus capellanes. Por primera vez se pudo tratar el tema de un posible encuentro sobre la enseñanza sistemática de la religión (la catequesis) en la escuela. Una novedad absoluta fue el encuentro con el Cuerpo diplomático en la nunciatura apostólica de Varsovia, el primero en la historia de mis peregrinaciones a la patria. También por primera vez, pude visitar a los presos. La Policía junto con las demás fuerzas guiadas por las autoridades eclesiásticas, mantuvo el orden en todos los lugares. Es preciso subrayar aquí que tanto el Ejército como la Policía pudieron manifestar abiertamente su participación en la liturgia, acercándose en uniforme a la Comunión y tomando parte en la procesión de la presentación de los dones.
Doy las gracias a todos mis hermanos del Episcopado polaco; a todos los sacerdotes, incansables pastores, y a las familias religiosas, masculinas y femeninas. Doy las gracias a la inmensa multitud de mis compatriotas que, en tantos lugares, me han acompañado durante mi peregrinación por medio de la oración. Doy las gracias a todos los movimientos y las organizaciones del apostolado de los laicos; a los representantes del Gobierno y del Parlamento, junto con el presidente de la República. Todos deseamos seguir unidos frente a las tareas comunes y fieles a esta llamada realmente profética: "Dad en todo gracias a Dios (...) No extingáis el Espíritu".
Saludos
Amadísimos hermanos y hermanas:
Deseo ahora dirigir mi más cordial saludo a todos los peregrinos y visitantes procedentes de los diversos Países de América Latina y de España.
En particular, al grupo de Hermanas Contemplativas del Buen Pastor, a los Legionarios de Cristo y a la peregrinación de la parroquia San Pío X de Barcelona.
A todos bendigo de corazón.
© Copyright 1991 - Libreria Editrice Vaticana