Audiencia general del 12 de octubre de 1988
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 12 de octubre de 198
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1. Al final de mi viaje apostólico a la región francesa de Alsacia-Lorena que terminó ayer tarde, deseo, en esta audiencia general, recorrer con vosotros las etapas principales de esta cuarta visita a Francia, dedicada a las Instituciones Europeas que tienen su sede en la capital alsaciana, y a las diócesis de Estrasburgo, Metz y Nancy.
Mi gratitud se eleva, antes que nada, al Señor, que en su Providencia amorosa me ha concedido volver a la querida nación francesa, visitando en mi peregrinación pastoral a las comunidades eclesiales de Alsacia-Lorena, que ―en cuanto regiones de frontera, teatro de tantas vicisitudes históricas― tienen una vocación especial en orden al encuentro de los pueblos europeos, así como a la unidad política y espiritual del continente.
Doy las gracias también, de todo corazón, a todos aquellos que han organizado y han hecho posible la realización de esta visita: en primer lugar, al Presidente de la República, señor Francois Mitterrand, que me ha acogido en Estrasburgo y con quien he tenido un largo encuentro privado; doy las gracias también, profundamente, al Primer Ministro, señor Rocard, al Presidente del Consejo de Europa, Louis Jung, y al Secretario General, Marcelino Oreja, al Presidente Lord Plumb y a cada uno de los miembros del Parlamento Europeo: por todas partes la acogida ha sido cordial y gentil, testimonio de la nobleza de sentimientos de cuantos he encontrado.
Pero la expresión de mi reconocimiento se dirige de un modo especial a los obispos de las diócesis visitadas y a todas las autoridades religiosas y civiles, que se han empeñado con gran diligencia para el logro feliz de la peregrinación. Finalmente doy las gracias con profunda emoción a todos los franceses que han rezado conmigo y me han escuchado con gran cordialidad.
2. El motivo particular que ha sugerido la visita ha sido la conmemoración del segundo milenio de la fundación de Estrasburgo, ciudad verdaderamente rica de historia, que iniciaron los romanos, antes de la era cristiana, con una serie de campamentos militares junto al Rin, entre los que se encontraba el de Argentoratum, lugar de la ciudad actual. En los inicios del siglo IV, los asentamientos germánicos sucedieron al período de ocupación romana; los alemanes se establecieron en Alsacia; a este período de ocupación alemana se remontan los primeros vestigios del cristianismo. Estrasburgo es famosa por su espléndida catedral gótica, comenzada en el siglo XII, y por las grandes figuras de Alberto Magno y de los "místicos renanienses": Maestro Eckart, Tauler. Dramáticas y dolorosas vicisitudes se desarrollaron en Estrasburgo durante la Reforma. Grandes fueron también los sufrimientos de la población durante la guerra de 1870, así como durante la primera y segunda guerra mundial. Cuando terminó el último y terrible conflicto, Estrasburgo recuperó su antigua fisonomía: precisamente en esta histórica ciudad, sede del Consejo de Europa, una de las sedes también de la Comunidad Económica Europea, y elevada ahora por mí a la dignidad de archidiócesis, se han concentrado los principales actos de mi visita.
3. El sábado pasado, 8 de octubre, tuvo lugar el encuentro con los miembros de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, que actualmente comprende 21 naciones, y después con la Corte y Comisión de los Derechos Humanos. Ayer, martes 11 de octubre, tuvo lugar el encuentro con los miembros del Parlamento Europeo. Numerosos han sido también los encuentros con los fieles de la ciudad: recuerdo las celebraciones eucarísticas en la catedral de Notre-Dame y en el estadio; la reunión con los jóvenes, el sábado por la tarde, en el estadio "Meinau", con tres representaciones alegóricas sobre los temas: "crear-amar-soñar" y la reflexión sobre la "Carta a los jóvenes": la visita al centro "Louis Braille" donde se cuida a los invidentes y a los sordos; el sugestivo recorrido fluvial a través del Rin y el encuentro con portuarios y bateleros, que llegaron también de Alemania y de los Países Bajos, y a los que he hablado de los problemas sociales, y también del respeto que, desde el punto de vista ecológico, hay que tener al río. Muy importantes han sido los encuentros con los hermanos protestantes en la iglesia de Santo Tomás y con los representantes de la Comunidad judía: en estos encuentros se ha indicado la necesidad de profundizar en la fe, con toda su riqueza revelada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y se ha hablado también de los compromisos de caridad fraterna y de colaboración para el bien social y espiritual de los pueblos. Finalmente en la plaza de la catedral, se ha conmemorado oficialmente el "bimilenario" de la fundación de la ciudad: con este motivo he invitado ardientemente a las autoridades civiles y a toda la población a permanecer fieles a la vocación de Estrasburgo, encrucijada de Europa, y símbolo de reconciliación.
4. La visita pastoral ha continuado en Metz, la antigua ciudad de Lorena, con una ferviente cita eucarística en la grandiosa catedral gótica; luego, en la catedral de Nancy, he hablado a los miembros del Sínodo diocesano y, después, a los fieles en una "celebración de la Palabra" desarrollada en la plaza Carnot. Con ocasión de este encuentro he entregado a un capellán de cárceles un mensaje dirigido a todos los presos del país. He tenido la alegría de encontrarme con los religiosos y religiosas en el santuario de Mont Sainte Odile, y, por último en el estadio de Ill, en Mulhouse, se realizó la última celebración eucarística.
La característica fundamental de estos encuentros ha sido la proclamación de la Palabra de Dios aplicada a los varios aspectos de la vida cristiana. Ha sido reafirmada la urgencia de la fidelidad al patrimonio cristiano, tan profundamente impreso en la cultura europea, para no ceder ante la invasión de la descristianización y para testimoniar siempre con coraje y con caridad la propia fe. He tratado de sembrar con abundancia la Palabra de Dios, ayudando así al ministerio de los obispos y de los sacerdotes; junto con ellos he rezado a la Virgen Santísima, confiándole la esperanza de que gracias a su intercesión, la semilla echada pueda dar buenos frutos.
5. Como ya he dicho, la finalidad especial de la visita a Estrasburgo, ha sido el encuentro con las Instituciones Europeas, en respuesta a la invitación que, hace tiempo, se me había hecho. Ya el día 15 de mayo de 1985 visité tales Instituciones que tienen su sede en Luxemburgo; más tarde, el 20 de mayo, hice una visita a la Comunidad Económica Europea en Bruselas, subrayando la necesidad que Europa tiene de lograr no solamente una cohesión económica y política, sino también, y sobre todo, una cohesión espiritual y moral en la perspectiva de su plena dimensión geográfica, que va desde el Atlántico a los Urales, desde el Mar del Norte hasta el Mediterráneo.
6. En los tres encuentros fundamentales de Estrasburgo he lanzado un grito de alarma sobre la necesidad de salvaguardar algunos valores humanos que se hallan en serio peligro. Entre éstos, el sentido de la familia "que se desestabiliza y se disgrega por concepciones que desvalorizan el amor"; el respeto a los procesos genéticos cada vez más expuestos a "manipulaciones abusivas"; la defensa de la vida humana contra la práctica del aborto y la tentación de la eutanasia: la cuestión ecológica que ha llegado a ser hoy en día algo inaplazable; el problema de una sana educación de los jóvenes, y de su integración en el trabajo en un contexto social particularmente difícil. Al expresar el deseo de que se haga más eficaz la cooperación ya iniciada con las otras naciones, también con las del tercer mundo, pero en particular con las del Este europeo, me he constituido en intérprete de millones de hombres y mujeres "que se sienten vinculados por una historia común y que esperan en un destino de unidad y solidaridad a la medida de este continente".
Finalmente, en el discurso programático al Parlamento Europeo, he reafirmado el interés y el apoyo de la Iglesia para la integración de Europa, puesto que el cristianismo es la heredad común de todos sus pueblos; y he subrayado de nuevo que la fe cristiana es elemento fundamental de la identidad europea, exhortando a Europa a que vuelva a ser un faro de civilización mundial mediante la fe en Dios, la paz entre los hombres y el respeto de la naturaleza.
7. Echando ahora una mirada global a este viaje apostólico, que acabo de realizar en el centro de Europa, siento la necesidad de poner de relieve una vez más, como lo he hecho allí, el problema verdaderamente apremiante de la "segunda evangelización" de Europa, es decir, de la necesidad de reaccionar con coraje y decisión a la descristianización y de reconstruir las conciencias a la luz del Evangelio de Cristo, corazón de la civilización europea, como ya tuve ocasión de decir a los obispos europeos participantes en el VI Simposio (11 de octubre, 1985) y de escribir en la Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas (2 de enero, 1986). Debemos comprometernos todos a reconstruir la unidad en la verdad, escuchando el mensaje de Cristo y viviéndolo con coherencia.
Nos asista, nos inspire, nos ayude María Santísima, a quien pedimos que sostenga la fe de sus hijos en toda Europa.
Saludos
Amadísimos hermanos y hermanas:
Deseo ahora dirigir mi más cordial saludo a todos los peregrinos y visitantes de los diversos países de América Latina y de España aquí presentes. En particular, saludo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y almas consagradas y les invito a un renovado empeño en testimoniar con ilusión y alegría la Buena Nueva de Cristo que nos salva y que nos hace sentir hermanos.
A todas les personas, familias y grupos de lengua española imparto con gran afecto mi bendición apostólica.
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