Audiencia general del 12 de septiembre de 1990
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 12 de septiembre de 1990
1. El inicio de la evangelización en África se remonta a la época apostólica. En los primeros siglos, la Iglesia africana cobró una gran importancia, especialmente a lo largo de las costas del mar Mediterráneo. Baste pensar en san Cipriano, obispo mártir de Cartago, y, menos de dos siglos después, san Agustín de Hipona.
En nuestra reflexión sobre la peregrinación al África de nuestros tiempos, conviene no olvidar ese inicio. El cristianismo que hoy encontramos en las vastas áreas del continente negro, es joven. Se difundió entre los diversos grupos étnicos y los pueblos africanos durante los últimos cien años, gracias al gran trabajo de los misioneros. En la segunda mitad de nuestro siglo, los países africanos han conquistado su autonomía política, haciéndose Estados independientes. Al mismo tiempo, las Iglesias particulares han llevado a cabo un rápido proceso de africanización. La mayor parte de los Episcopados está formada hoy por obispos del lugar. Crece también el número de los sacerdotes y de los religiosos y, en especial, el de las religiosas. Con todo, la presencia de los misioneros y misioneras, tanto eclesiásticos como laicos, sigue siendo necesaria y, a veces, incluso indispensable.
2. He realizado ya varios viajes a diversas naciones africanas para encontrarme con las comunidades cristianas del lugar. Esta vez he podido dedicar los primeros diez días de septiembre a la visita a Tanzania, Burundi y Ruanda. Deseo dar gracias a la divina Providencia y a las personas que me han invitado, acogido y hospedado. Me refiero, ante todo, a los respectivos Episcopados. Al mismo tiempo, expreso mi gratitud a los diversos jefes de Estado, a los representantes de las autoridades locales y a todas las personas e instituciones cuya ayuda ha sido preciosa para la realización del programa.
3. Por lo que se refiere a la geografía ―principalmente en sentido misionero y desde el punto de vista de la actividad de la Iglesia― este viaje pastoral me ha llevado a la vasta Tanzania, donde los católicos constituyen alrededor del 20 por ciento de los habitantes (todos los cristianos suman alrededor del 30 por ciento), y luego a dos países de escasa superficie, pero con una gran densidad de población. Burundi, y de manera especial Ruanda, son dos países de África con un número elevado de habitantes, lo cual implica también algunos deberes de naturaleza moral, no sólo con respecto a sí mismos, sino también con respecto a toda África que, en su mayor parte, está muy poco poblada. Burundi y Ruanda ―países de "mil colinas"― cuentan, además, con el mayor porcentaje de bautizados. El hecho de que la mayoría de los habitantes sea católica es un signo de la intensa obra misionera llevada a cabo por la Iglesia en el arco de estos cien años.
4. La comunidad cristiana manifiesta la plenitud de su misterio en la Eucaristía, en el sacrificio que es el sacramento del altar. Por eso, para hacer un resumen de mi peregrinación apostólica a Tanzania, Burundi y Ruanda, es necesario, en primer lugar, señalar los lugares en los que se celebró el sacrificio eucarístico. En Tanzania, ante todo: en Dar as Salam, al sur del país (misa con ordenaciones sacerdotales); en Songea, al norte (misa con el sacramento de la confirmación); en Mwanza, en la ribera del lago Victoria (misa para las familias, con la ceremonia de las primeras comuniones); en Tabora, en el centro del país (liturgia de la Palabra), y finalmente en Moshi, a los pies del Kilimanjaro.
La celebración de la Eucaristía es una síntesis particular de lo que una Iglesia vive: en ella se pueden apreciar las riquezas de la cultura, de la lengua, del canto y de la danza, muy sugestiva, que acompaña algunos momentos de la acción litúrgica. Es también una síntesis singular de la participación: en torno al altar se reúnen los "participantes" de una determinada región, mientras la gente espera formando valla a lo largo del trayecto. Se trata de una participación indirecta y, muchas veces, muy significativa.
5. Lo que acabo de decir de Tanzania vale también para Burundi y Ruanda. He aquí las localidades en las que tuvieron lugar las celebraciones eucarísticas: en Burundi: en Gitega (la sede arzobispal) y en Buyumbura (la capital del país); en Ruanda: en Kabgayi (la cuna de la evangelización, donde se halla la iglesia en la que reposan los restos de los primeros obispos misioneros) y en Kigali (la capital del país). Las ordenaciones sacerdotales tuvieron lugar, respectivamente, en Buyumbura y en Kabgali.
Las ordenaciones sacerdotales, que se celebraron en cada uno de los tres países, muestran el crecimiento de las Iglesias locales, que avanza al ritmo del apostolado de los seglares. En efecto, es conocido el papel que han desempeñado los catequistas seglares desde los albores de la evangelización. Hoy siguen colaborando con los sacerdotes y las religiosas del lugar, así como hicieron en el pasado con los misioneros. Con todo, los campos del apostolado seglar se multiplican, como se ha visto claramente en los encuentros con los representantes del mundo de la cultura. Además, en todas partes se presta mucha atención a la pastoral juvenil (los jóvenes han desempeñado un papel particular durante la visita), al apostolado de la caridad y al cuidado de los enfermos. Por fin, es preciso mencionar el compromiso, muy serio, en favor de la familia, con especial atención a la educación en la paternidad y maternidad responsables.
6. En los países visitados no faltaron los encuentros ecuménicos. A los hermanos cristianos no católicos se unieron también los representantes de las religiones no cristianas, en especial los musulmanes.
Además, tuve oportunidad de encontrarme con el Cuerpo Diplomático y los representantes de los organismos internacionales. Con ellos pude hablar de la solidaridad hacia estas naciones y, sobre todo, de la necesidad de hacerla aún más amplia, ante las preocupantes dificultades que esos pueblos encuentran en su desarrollo.
7. Desde el 6 de enero de 1989 se están llevando a cabo los trabajos del Sínodo africano, y es importante que las fases de su desarrollo se hagan accesibles, en diversos lugares, a las vastas poblaciones del continente africano. Es lo que se hizo, por primera vez, en Yamoussoukro, nueva capital de Costa de Marfil, en el último día de mi viaje. Con ese fin, la reunión del Consejo de la Secretaría general del Sínodo de los obispos, que se prolongó durante varios días, se enlazó con la consagración de la monumental basílica dedicada a Nuestra Señora de la paz, el 10 de septiembre. El señor Félix Houphouët-Boigny, presidente de la República, ha donado, además, un vasto terreno alrededor de la misma basílica para una fundación al servicio de la Iglesia en África.
Entre las iniciativas de esa fundación está prevista la construcción de un hospital, un centro universitario e instalaciones para los medios de comunicación social.
Le doy las gracias al donante: ¡Que Dios se lo pague! Deseo y espero que, bajo la protección de la Madre de África, de la Reina de la paz, el centro que se construirá contribuya al progreso de la evangelización y de la edificación de la Iglesia en el continente africano.
Saludos
Amadísimos hermanos y hermanas:
Saludo con afecto a los peregrinos de América Latina y España presentes en esta audiencia. Me es grato saludar también a la peregrinación de la parroquia de San Esteban, de Cartago (Costa Rica).
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