Audiencia general del 18 de octubre de 1989

Autor: Juan Pablo II

 

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles de 18 de octubre 1989

1. Christus, Pax nostra. Bajo este lema se reunió en Seúl, capital de Corea del Sur, el Congreso Eucarístico Internacional, al que, en la serie de los Congresos Internacionales, le corresponde el número 44 (Los últimos tuvieron lugar, respectivamente, en Filadelfia, en Lourdes y en Nairobi). La elección de la ciudad de Seúl está ligada a los significativos progresos realizados por la evangelización en aquella nación, que se manifiesta, en particular, en el número de conversiones y de vocaciones eclesiásticas, tanto masculinas como femeninas. Al mismo tiempo prosigue la veloz reconstrucción del país tras las destrucciones de la no lejana guerra, que dividió la nación coreana en dos Estados separados uno del otro por una frontera muy bien vigilada y por diversos sistemas políticos y económicos.

Sobre ese telón de fondo el lema del Congreso: "Christus, Pax nostra" asumió una elocuencia particular. En efecto, la Eucaristía es el sacramento de aquella paz que "Cristo nos da". Y aunque el mundo por sí no es capaz de "dar" una paz semejante, con todo, en sus multiformes aspiraciones a la paz sobre la tierra, puede y debe remontarse a Cristo, que nos ha reconciliado con el Padre, y la humanidad debe participar de esta reconciliación. La teología de la paz, así entendida, ligada a la Eucaristía, ha constituido la temática del Congreso, que se desarrolló en aquella ciudad del 5 al 8 de octubre.

El domingo 8 de octubre la muchedumbre de los participantes en el Congreso se reunió en la misma plaza donde el año 1984 tuvo lugar la canonización de los mártires de la Iglesia en Corea. Precisamente en ese lugar me ha sido posible realizar el ministerio de la "Statio orbis" eucarística junto con cardenales y obispos procedentes de diversas partes del mundo. El Congreso reunió sobre todo a peregrinos de la misma Corea y de los países del Extremo Oriente.

A primera hora de la tarde del día anterior se había celebrado la Liturgia Eucarística, destinada de modo especial a la juventud.

2. "Laetentur insulae multae" (Sal 96/97, 1). Sería preciso hacer referencia a estas palabras, hablando de la ulterior etapa de mi peregrinación de octubre a Extremo Oriente. Indonesia es un enorme archipiélago, compuesto por más de trece mil islas, de las que sólo una pequeña parte está habitada. Algunas de estas islas han acogido la Buena Nueva desde hace tiempo. El Islam apareció pronto en algunas zonas de la actual Indonesia. En el gran archipiélago se distinguen islas como Java, Sumatra, Borneo y Célebes. En estas islas existían diversos reinos. Esa división política facilitó la colonización, realizada aquí principalmente por Holanda, que durante unos 400 años ha dominado las islas del archipiélago.

Tras el fin de la última guerra mundial, las aspiraciones y la lucha del pueblo hicieron posible la independencia de Indonesia y la fundación del Estado que abraza todo el archipiélago. Este actualmente constituye un gran país de cerca de 180 millones de habitantes, que ha sabido crear un propio modelo de convivencia, respetuosa del pluralismo étnico, cultural e incluso religioso de sus ciudadanos. Una expresión de ese modelo es el sistema filosófico del "Pancasila", es decir, de los cinco principios que forman como columnas de la cultura y de la sociedad indonesia. Entre estos principios destaca en primer lugar la religión monoteísta, luego el humanitarismo, como características de las iniciativas que tienden a favorecer la convivencia pacífica de todos los ciudadanos.

3. Los cristianos en Indonesia tienen los mismos derechos que los musulmanes, aunque estos sean mucho más numerosos. En esas condiciones la misión de la Iglesia y su actividad se desarrollan de modo armonioso. El episcopado indonesio está compuesto por cerca de 40 obispos, de los que algunos pertenecen al clero misionero, pero la mayoría es de origen indonesio.

A lo largo de cinco días me fue posible visitar algunas de las ciudades principales. Sin embargo, no me fue posible incluir en el programa del viaje la visita a las comunidades cristianas que viven en vastas islas como Borneo (Kalimantan) o Célebes (Sulawesi). Las etapas de la visita fueron: Yakarta - Yogyakarta en la isla de Java, Maumere en la isla Flores, y Medán en la isla de Sumatra. En cada uno de estos lugares el momento central del encuentro fue la Santa Misa. En la liturgia eucarística se manifestó la gran riqueza del canto y de los gestos sagrados que expresan la piedad del pueblo.

El encuentro con la población de la diócesis de Dili, en la isla de Timor, tuvo una importancia particular por causa de la pertenencia a la Iglesia católica de gran parte de sus habitantes. Por eso era oportuno que la peregrinación papal incluyera una etapa entre los miembros de la comunidad católica de esta isla que tanto ha sufrido en los últimos años.

4. Durante este viaje también tuvo lugar el encuentro con los representantes de las religiones de Indonesia: musulmanes, hinduistas y budistas. Aunque los cristianos (católicos y protestantes) constituyen una minoría de la población, es motivo de satisfacción constatar que la Iglesia católica demuestra en diversos campos un gran dinamismo. Lo testimonia el creciente número de bautizados y también la cantidad de las vocaciones masculinas y femeninas. En Maumere me encontré con cerca de 600 seminaristas, procedentes solamente de la Pequeña Sonda. Los ocho seminarios mayores del país albergan más de dos mil alumnos.

Un rasgo particular, que merece subrayarse, es el dinamismo apostólico de los seglares. Me fue posible visitar la Universidad católica Atma Jaya en Yakarta, que en sí misma es una manifestación de la alta calidad del compromiso del laicado. En toda Indonesia existen en la actualidad diez universidades católicas. Además, hay toda una serie de campos diversos, en los que se desarrolla activamente el apostolado de los laicos y la cooperación con los Pastores de la Iglesia.

5. "Laetentur insulae multare", en el primer año de mi servicio a la Sede de Pedro pude realizar la beatificación del Padre Jacques-Désiré Laval, misionero del siglo XIX, que fue un verdadero apóstol de la isla Mauricio. Como tal ha permanecido en la memoria de sus habitantes, de los que sólo una parte son católicos. La herencia espiritual del Beato Laval plasma aún hoy la vida de la Iglesia y de la sociedad en la isla Mauricio. Y la visita lo ha puesto de manifiesto de una forma particular. Esta fue la tercera etapa del viaje: Seúl, Indonesia, Mauricio. El programa de la visita reflejaba los frutos de la vida y de la actividad de la Iglesia, de la que es obispo, desde hace veinte años, el cardenal Jean Margéot. La belleza de la liturgia eucarística celebrada en la capital Port-Louis, y también en la isla Rodríguez, el encuentro con la juventud, con los sacerdotes, con los laicos, y, al final, con los niños: todo esto ha demostrado una particular vitalidad de la Iglesia. Muy sólido y coherente es el trabajo ligado a la formación para una paternidad y maternidad responsables; ese trabajo abarca también notables círculos de no-cristianos (hinduístas y musulmanes). De verdad se puede decir que la heroica misión del Padre Laval permanece y se desarrolla en las generaciones actuales.

6. Para concluir esta catequesis, deseo una vez más expresar mi gratitud a todos aquellos que han colaborado en la realización de este importante viaje. Mi gratitud se dirige, ante todo, a los representantes de la Iglesia: cardenales, obispos, sacerdotes, familias religiosas masculinas y femeninas, y a todo el laicado. Y se dirige también, con particular deferencia, a los gobernantes de los Estados y a las personas e instituciones que de ellos dependen y que han colaborado de modo notable, en cada uno de los países visitados, al sereno desarrollo de la visita.

Por consiguiente digo a todos "Que Dios os lo pague"; y, más allá de los hombres, doy gracias sobre todo a Dios mismo y a su benévola Providencia.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Deseo saludar cordialmente ahora a los grupos y peregrinos de lengua española, venidos de España y de América Latina. De modo particular saludo a la “Asociación Misionera Club de Paz” de Costa Rica, que trabaja especialmente por las misiones. Os aliento a todos a intensificar vuestro apostolado y a sensibilizar a los demás en favor de las obras misionales.

A todos vosotros y a vuestras familias imparto con afecto mi bendición apostólica.

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