Audiencia general del 19 de diciembre de 1984
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 19 de diciembre de 1984
La preparación catequística a la vida sacramental
1. La vez pasada hablamos de la catequesis en relación con la institución del catecumenado tal y como se formó en el período más antiguo de la historia de la Iglesia. Después cuando se fue afianzando cada vez más universalmente la costumbre de administrar el bautismo a los niños poco después de su nacimiento, comenzó a desaparecer la institución del catecumenado en su forma primitiva. Según ya se dijo, éste se conservo donde al bautismo se preparan los adultos, y entonces el tiempo del catecumenado es un período de catequesis muy intensa, unida a la "iniciación" en el mysterium del bautismo y de toda la vida sacramental, y a una introducción gradual de los catecúmenos en la vida de la comunidad eclesial.
La usanza de conferir el bautismo a los niños poco después de su nacimiento, se desarrolló como expresión de fe viva de las comunidades y, en primer lugar, de las familias y de los padres; éstos habiendo crecido también ellos en la fe, deseaban este don para sus hijos lo antes posible después del nacimiento. Como es sabido, esta costumbre se mantiene constantemente en la Iglesia como signo del amor preveniente de Dios. Los padres solicitan el bautismo para sus hijos recién nacidos, comprometiéndose a educarlos cristianamente. Para dar una expresión todavía más completa a este compromiso, piden a otras personas, los llamados padrinos, que se comprometan a ayudarles y en caso de necesidad sustituirles a educar en la fe de la Iglesia al recién bautizado.
Este uso, practicado corrientemente, tiene una importancia eminente para el problema de la catequesis. No puede llevarse a cabo la educación de un niño bautizado en la fe de la Iglesia sin que haya una catequesis sistemática. Lo que en el caso del bautismo de los adultos comprendía el programa del catecumenado antes de la admisión a este sacramento, en la nueva situación se pasa en cierto sentido a después del mismo bautismo al tiempo en que el pequeño cristiano sea ya capaz de recibir una instrucción sobre las verdades cristianas de fe y de moral, e irse introduciendo en las sucesivas etapas de la vida sacramental de la Iglesia. De este modo, por un lado sigue manteniéndose la relación especial de la catequesis con el bautismo relación resaltada desde el principio, desde el día de Pentecostés; y por otro lado la catequesis aplazada sobre la base del compromiso de los padres y padrinos, en el tiempo siguiente al bautismo, se abre ampliamente y se extiende, puede de decirse, a toda la vida del cristiano.
2. ¿Podría afirmarse que esta vida, en cierto sentido, se transforma en un "segundo catecumenado"? Si por "catecumenado" entendemos la instrucción vinculada a la preparación concreta al bautismo, entonces naturalmente tal modo de hablar lo más que puede tener es un sentido metafórico. Pero si "catecumenado" significa no tanto dicha instrucción, cuanto la disponibilidad interior proyectada a perseverar en la fe y a madurar en ella, entonces la expresión "segundo catecumenado" tiene un sentido plenamente apropiado. Pues la catequesis responde a una necesidad de la fe: a la necesidad de profesarla, de perseverar y de crecer en ella.
Los compromisos que asumen los padres y padrinos durante el bautismo de un recién nacido, se refieren en primer lugar al tiempo de la infancia y de la adolescencia. De hecho, cuando la catequesis no ha precedido al bautismo, en cuanto introducción al misterio de Cristo, deberá estar mucho más presente en la preparación a los otros sacramentos de la iniciación cristiana (Eucaristía y confirmación), y también en la preparación al sacramento de la penitencia. Pero tampoco los demás momentos de la vida cristiana deben excluirse de la labor catequética (catequesis permanente). Sobre todo, en el momento de la elección del estado de vida, no puede faltar una catequesis sobre el sacramento del matrimonio. Si se trata del sacramento del sacerdocio , todo el sistema de formación en el seminario es también, en cierto sentido, una "gran catequesis". A lo mismo responden de algún modo el noviciado y las siguientes etapas de formación en caso de vocación religiosa. Varios tipos de ejercicios espirituales, y también las funciones penitenciales introducidas después del Concilio Vaticano II, pueden ser una catequesis del sacramento de la penitencia. Existen asimismo varias posibilidades de catequesis en relación con el sacramento de la unción de los enfermos.
3. Por constituir la vida sacramental de los cristianos una llamada repetida e inmediata a la catequesis a una catequesis más intensa y con un objetivo más preciso, es menester decir que la apertura a la catequesis, instaurada por el bautismo, no solo se proyecta a la catequesis ocasional, sino sobre todo a la catequesis sistemática: a lo que los Padres de la Iglesia llamaban "instrucción cristiana". En ésta no se trata de adquirir la ciencia "de la religión" (en este caso cristiana), sino más bien de profundizar globalmente en los contenidos de la fe, de cuanto está comprendido en la Palabra de Dios que revela y es enseñado sistemáticamente por la Iglesia (magisterio y vida).
La catequesis nace de la fe y está al servicio de la fe. Por ello precisamente debe acompañar toda la vida del cristiano, adecuándose a las varias etapas del camino de la vida, a las distintas tareas y obligaciones, a la multiplicidad de situaciones en que va discurriendo dicho camino. Es cuestión de conseguir que la "palabra salida de la boca de Dios" (cf. Mt 4, 4) llegue constantemente hasta el hombre y "no vuelva vacía" (cf. Is 55, 11), sino que resulte siempre fecunda en los varios aspectos de la vida humana.
Saludos
Y ahora deseo presentar mi cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española. En particular al Capítulo general de las Religiosas Siervas de María Ministra de los enfermos, y a las Hermanas Carmelitas de la Caridad. Saludo igualmente a los grupos de Venezuela, Colombia y Ecuador.
A todos los peregrinos procedentes de España y de los diversos países de América Latina doy con afecto mi bendición apostólica.
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