Audiencia general del 25 de abril de 1984
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 25 de abril de 1984
Queridísimos hermanos y hermanas:
1. En esta audiencia en la que todo nos invita a revivir con alegría la irradiación espiritual de la Pascua, quisiera invitaros a reflexionar sobre una frase de los Hechos de los Apóstoles: "A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos" (Act 2, 32).
Esta vigorosa proclamación de Pedro en el alba de la predicación apostólica adquiere, efectivamente, un significado particular en el clima del Aleluya pascual, con el que la Iglesia mide durante 50 días los ritmos de las fiestas.
¡Cristo, realmente muerto, ha resucitado verdaderamente! En el curso de 20 siglos, la Iglesia ha continuado presentando ante el mundo este impresionante testimonio: lo ha hecho en todo contexto cultural y social, bajo todos los cielos, con la voz de sus Pastores, con el sacrificio de sus mártires, con la entrega de la falange innumerable de sus santos.
Este anuncio lo ha repetido también este año, en el culmen del Jubileo extraordinario de la Redención, que ha suscitado en nuestros corazones sentimientos y propósitos saludables.
2. El testimonio del Resucitado es un compromiso que vincula concretamente a todos los miembros del Pueblo de Dios. El Concilio lo ha hecho objeto de una explícita llamada a los fieles laicos, recapitulando la misión que les es propia en virtud de su incorporación a Cristo, mediante el bautismo, con estas comprometedoras palabras: "Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús" (Lumen gentium, 38).
Dar testimonio significa esencialmente atestiguar un hecho sobre la base de una certeza que, de algún modo, es fruto de experiencia personal. Las piadosas mujeres fueron los primeros testigos del retorno del Señor a la vida (cf. por ejemplo Mt 28, 5-8). Ellas entonces no vieron a Jesús, pero adquirieron la certeza de su resurrección a base del descubrimiento del sepulcro vacío y de la explicación que les dio el Ángel, sobre el asombroso acontecimiento. Esta fue la experiencia inicial que tuvieron del misterio, fortalecida después por las apariciones del Resucitado.
Cada uno de los cristianos, bebiendo en la tradición histórica y, sobre todo, en las certezas de la fe, experimenta que Cristo es el Resucitado y, por lo mismo, el perennemente Viviente. Es una experiencia profunda y completa, que no puede quedar encerrada en el ámbito exclusivamente personal, sino que exige necesariamente difundirse: como la luz que se irradia; como la levadura que hace fermentar la masa del pan.
El auténtico cristiano es constitucionalmente un "Evangelio vivo". No es, pues, el perezoso discípulo de una doctrina lejana en el tiempo y extraña a la realidad que vive; no es el mediocre repetidor de fórmulas carentes de garra sino el convencido y tenaz defensor de la contemporaneidad de Cristo y de la incesante novedad del Evangelio, siempre dispuesto, ante cualquiera y en todo momento, a dar razón de la esperanza que alimenta en el corazón (cf. 1Pe 3, 15).
3. El testimonio, como subrayaba mi predecesor Pablo VI, "es un elemento esencial, generalmente el primero, de la evangelización" (Evangelii nuntiandi, 21). En nuestra época es particularmente urgente, dada la desorientación de los espíritus y el eclipse de los valores, que van configurando una crisis, que aparece cada vez más claramente como crisis total de civilización.
El hombre contemporáneo, embriagado por las conquistas materiales y, sin embargo, preocupado por las consecuencias destructoras que amenazan derivarse de esas conquistas, tiene necesidad de certezas absolutas, de horizontes capaces de resistir a la corrosión del tiempo. Insatisfecho o defraudado por el vagabundeo entre los meandros de sistemas ideológicos que lo alejan de sus aspiraciones más profundas, busca la verdad, busca la luz. Frecuentemente, quizá sin tener plena conciencia de ello, busca a Cristo.
Con la amargura de quien ha caminado en vano por los senderos de diferentes fórmulas culturales, el hombre de nuestro tiempo, según una aguda observación de Pablo VI, ''escucha a los que dan testimonio más gustosamente que a los maestros, o si escucha a los maestros es porque dan testimonio" (AAS 66, 1974, pág. 568; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 6 de octubre de 1974, pág. 3).
4. En estas jornadas pascuales que han marcado el Jubileo extraordinario de la Redención, adquiere un valor de gran actualidad la advertencia de San Pablo: "Alejad la vieja levadura para ser nueva masa" (1Cor 5, 7).
Cuanto más se ponen de relieve los caracteres contrastantes del tiempo presente, tanto más nos damos cuenta de que ésta es la hora de los cristianos auténticos, fuertes en la fe, audaces en la esperanza, generosos en la caridad, ardientes, por esto, en "dar testimonio de Cristo", como dice también el nuevo Código de Derecho Canónico (can. 225, par. 2), a propósito de los deberes de los laicos.
Ésta es la hora en que muchos de nuestros hermanos en la fe pagan a muy caro precio su testimonio. Son los mártires de los tiempos modernos, oprimidos por sistemas totalitarios en el ejercicio de la más elemental libertad de profesar abiertamente la fe religiosa. Con su cúmulo de sacrificios y de privaciones, con su intrepidez, constituyen una advertencia y un ejemplo. Quisiera que, lo mismo que ellos, cada uno de vosotros, presentes en este encuentro de la semana de Pascua, hiciese propia, con renovado fervor, la proclamación de Pedro: Cristo ha resucitado y yo soy testigo de ello.
Éste es el deseo que de corazón quiero presentar a todos con mi afectuosa bendición apostólica.
Saludos
Amadísimos hermanos y hermanas:
Ante todo saludo cordialmente a todas las personas y grupos de lengua española que asisten a esta audiencia del miércoles. Mi saludo va en primer lugar al grupo procedente de Medellín (Colombia) que ha realizado su peregrinación a Tierra Santa y Roma; también a los peregrinos de Costa Rica, de Monterrey (México) y de Guatemala, así como a los venidos de varias ciudades de España, particularmente a los jóvenes y estudiantes de diversos centros.
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