Audiencia general del 3 de diciembre de 1986

Autor: Juan Pablo II

 

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 3 de diciembre de 198

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1. Hoy deseo —ante vosotros, aquí presentes para la audiencia general dar gracias a Jesucristo, Pastor de nuestras almas, por el servicio que he podido realizar desde el 18 de noviembre al 1 de diciembre. La ruta que este servicio ha recorrido en su desarrollo ha pasado a través de Bangladesh (Dacca), Singapur, el archipiélago Fiji en el Pacífico, Nueva Zelanda, Australia, deteniéndose, durante el regreso a Roma, también en las Islas Seychelles del Océano Indico.

Respondiendo a la invitación de los respectivos Episcopados, y también de las autoridades civiles, he podido cumplir ese servicio, y, al mismo tiempo, profundizar la experiencia de la Iglesia en esa vasta región del globo terrestre. A todos los que han contribuido a este viaje y han colaborado en su realización, expreso una sentida gratitud.

2. El punto central de todo encuentro ha sido siempre la Eucaristía, y en torno a ella se han desarrollado los programas locales del servicio papal, preparados con solicitud por el clero y por los laicos bajo la guía de los obispos.

Permitidme que exprese la alegría que he experimentado durante la Santa Misa en Dacca al ordenar a 18 nuevos sacerdotes para la Iglesia en Bangladesh, donde los cristianos constituyen una pequeña parte de la sociedad, viviendo en medio de una población principalmente musulmana y en parte hindú. Esta nación es desde hace poco un estado independiente. En un territorio relativamente pequeño se concentran alrededor de cien millones de personas que viven en difíciles condiciones climatológicas y económicas.

3. Diversa es la situación en Singapur, que es también desde hace poco una Ciudad-Estado independiente, con un elevado nivel de desarrollo económico. También aquí la liturgia eucarística fue el punto culminante del encuentro con la Iglesia local. Los cristianos, si bien constituyen una minoría relativamente poco numerosa, intentan dar testimonio del misterio pascual de Cristo en medio de una sociedad cosmopolita, en la que se hace notar —junto con las ventajas del bienestar— el influjo negativo de la secularización.

4. La estancia en las Islas Fiji nos transportó —en medio del Pacífico— al mundo de la cultura polinesia, de la que sigue siendo una expresión típica, por ejemplo, el rito tradicional de bienvenida reservado a los huéspedes importantes. Algunos elementos de este ritual tradicional se han integrado en la liturgia, como se hizo notar durante la Santa Misa. Los resultados conseguidos por la evangelización son notables, y en la cristianización del ambiente la Iglesia católica tiene su parte. Es importante la colaboración que se registra en el ámbito de la Conferencia de los Obispos del Pacífico, que preside actualmente el arzobispo de Suva, un polinesio de nacimiento. Digno de mención es también el seminario interdiocesano.

5. La visita a Nueva Zelanda se ha centrado en torno a la solemnidad de Cristo Rey. El Episcopado local ha querido unirla a la oración por la paz, según el lema "La paz del corazón es el corazón de la paz". La plegaria por la paz ha acompañado las asambleas eucarísticas en Auckland, en Wéllington y en Christchurch. Es digna de particular recuerdo la bella liturgia que se desarrolló allí para los enfermos con la administración del sacramento de la unción.

El programa de la paz en el interior de la sociedad neozelandesa se manifiesta de forma particular por la promoción de una equilibrada relación entre los maorís, primeros habitantes de Nueva Zelanda, y los que llegaron más tarde desde distintas partes del mundo, especialmente el anglosajón. Una condición de esta paz es la solicitud por el justo lugar de los maorís en el conjunto de la vida social y cultural del país.

En el campo religioso ese programa se expresa con la colaboración interconfesional, de la que ha sido una conmovedora expresión durante la visita la celebración ecuménica en Christchurch.

6. El programa australiano merece una relevancia especial, antes que nada a causa del tiempo y del lugar en que se han realizado los principales encuentros, que han tenido siempre su punto central en la Eucaristía. La geografía del servicio papal en Australia ha abrazado, comenzando por la capital Canberra, a Brisbane, Sidney, Hobart en Tasmania, Melbourne, Darwin y Alice Springs (territorio del Norte), Adelaida y Perth. Las dos últimas visitas han coincidido con el primer domingo de Adviento.

De este modo se ha puesto también en evidencia el perfil histórico, que para la sociedad y para la Iglesia australiana tiene un significado importante. Australia, que hace poco ha celebrado el doscientos aniversario de su existencia en la dimensión histórica, se encuentra en el mismo lugar con la propia "prehistoria" que se remonta a lejanos milenios. Los testimonios vivos y constantemente presentes de esta "prehistoria" son en el continente australiano los "aboriginals" (los australianos primitivos), a los que en el encuentro de Alice Springs, he podido asegurar la solicitud y la solidaridad de la Iglesia. El problema de una ordenada reglamentación de las relaciones con ellos, problema que ha tenido sus sombras en el pasado, continúa esperando una adecuada solución. Esta es también tarea de la Iglesia, que es enviada con el Evangelio al encuentro de todos los hombres y de todas las culturas. La Iglesia en Australia ha intentado cumplir esta misión y continúa haciéndolo.

7. Los comienzos de la Iglesia en estos doscientos años no han sido fáciles. No obstante, se puede decir que este período ha tenido como efecto no sólo el arraigo del sentido misionero, sino también una gradual afirmación de la población católica gracias a los emigrados, que han llevado consigo la fe católica y la pertenencia a la Iglesia. Comenzando por los católicos irlandeses, grupos nacionales siempre nuevos de católicos llegaban al continente australiano en busca de la posibilidad de trabajar y de vivir. Estos grupos son numerosos y sería difícil nombrarlos aquí a todos. El período posterior a la segunda guerra mundial acrecentó de forma evidente la presencia de los inmigrados católicos, en primer lugar de Europa (los italianos constituyen quizá el grupo más numeroso), y a continuación también de Asia Meridional (por ejemplo, del Vietnam).

La Iglesia en Australia es consciente de su carácter plurinacional y pluricultural. Esa conciencia es particularmente viva en los grupos que al llegar a Australia han perdido sin culpa suya su primera patria.

8. El programa del servicio pastoral entre los fieles de la Iglesia en Australia ha sido preparado con gran perspicacia. Así ha sido posible no sólo participar en la misión que esta Iglesia está cumpliendo, sino aportar también una contribución a las tareas que propone.

La base de la actividad de la Iglesia en Australia es la parroquia, que por así decirlo está aliada de modo particular con la familia en el desempeño de las tareas educativas. A esto se orienta todo el sistema de las escuelas católicas (en particular las elementales) que desarrollan su actividad en el contexto de las parroquias. La escuela resulta así un campo particularmente importante del apostolado del clero y de los laicos, tanto de los padres como de las familias, de los enseñantes, de los educadores y personal auxiliar. El Estado respeta ese sistema y lo favorece incluso materialmente.

Otra dimensión fundamental de la actividad de la Iglesia en Australia es el servicio de caridad a los necesitados, antes que nada a los enfermos y a los inválidos. Este servicio encuentra su expresión en las organizaciones y en las asociaciones, pero también en instituciones, como en particular los hospitales y diversas casas de asistencia.

9. En el programa de la visita a la Iglesia del continente australiano tenían su lugar los encuentros con los distintos ambientes humanos. Ante todo, según el criterio de la edad: de este modo he estado en el ambiente de los niños, después en el de la juventud, en el de los adultos —esposos y padres— y finalmente en el de los representantes de la "tercera edad". Además, ha habido encuentros según el criterio de las distintas profesiones (o mejor, de las vocaciones): así he visto a los trabajadores de la industria, los agricultores, los grupos de la "intellighenzia". Mediante el contacto con esos ambientes la Iglesia en Australia intenta estar presente en el mundo contemporáneo, incluido también el mundo de la cultura y de la ciencia (desde este punto de vista fue significativa la visita a la universidad más antigua de Australia, en Sidney).

Todo este programa refleja al mismo tiempo la actividad de estas personas y de los grupos que para la evangelización de la Iglesia tienen un significado clave: los sacerdotes diocesanos, las distintas congregaciones religiosas masculinas y femeninas. Australia y la Iglesia en Australia les deben mucho. Un problema siempre actual es la cuestión de las vocaciones, particularmente entre los nuevos grupos étnicos.

La Iglesia en Australia también participa en el trabajo misionero de la Iglesia universal.

10. El servicio papal en el continente australiano —como por otra parte durante las demás etapas de este viaje, en muchos lugares y de diversos modos— se ha encontrado con una colaboración consciente y consecuente en el campo ecuménico. Puede ser simbólico lo que ha sucedido en Melbourne, donde antes de una gran asamblea ecuménica, ha tenido lugar la visita a la catedral anglicana, y la antorcha allí encendida ha sido llevada al estadio, lugar de la plegaria común de todos los cristianos.

Vale la pena añadir que, en el ámbito de la Iglesia católica, están representados también en Australia los diversos ritos que corresponden a las varias Iglesias orientales.

Al terminar, deseo decir también que los representantes de la vida política y del Cuerpo Diplomático han participado en la visita en todas partes. Particularmente elocuente ha sido, en este sentido, el encuentro con los miembros del Parlamento australiano. Deseo agradecer especialmente la sistemática cooperación de las distintas Estancias federales y de todos los Estados, como también de las autoridades municipales, en la preparación y desarrollo de la visita.

11. La Santa Misa en Puerto Victoria —durante una escala de algunas horas en las Islas Seychelles— ha constituido la última etapa del servicio papal a lo largo de este viaje. Esta ha ofrecido la ocasión de un cordial encuentro con la población de ese lugar, que mayoritariamente pertenece a la Iglesia católica, y con las autoridades. La celebración eucarística ha sido seguida con intensa participación, expresada también con fervorosos y devotos cantos.

12. Al mirar el conjunto de este viaje papal —el más largo hecho hasta ahora— deseo, junto con mis hermanos en el Episcopado de Bangladesh, Singapur, Islas Fiji, Nueva Zelanda, Australia e Islas Seychelles, renovar colegialmente la expresión del deseo que hemos heredado de los Apóstoles: que Cristo sea cada vez más el camino, la verdad y la vida para todos aquellos a quienes está dirigida nuestra misión pastoral. ¡Deseamos también ser servidores del Adviento del Señor!

Saludos

Vaya mi más cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española.

En particular saludo al grupo de sacerdotes capuchinos que se encuentran en Roma haciendo un curso de renovación espiritual, así como a las Hermanas secretarias provinciales de la Congregación de las Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Os aliento a una entrega generosa a Dios testimoniada en el servicio a los hermanos.

Saludo igualmente a los jóvenes católicos guatemaltecos y a los peregrinos procedentes de México y de Argentina.

A todas las personas, familias y grupos provenientes de los diversos países de América Latina y de España imparto con afecto la bendición apostólica.

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